miércoles, marzo 28, 2007

JIM THOMPSON: EL EMBROLLO

Dicen que con los años nos relajamos. Dicen que los grandes maestros también se reblandecen o dulcifican, que lo saben todo sobre la técnica y que ya no les importa tanto deslumbrar, alardear con las palabras (si son escritores) o deslumbrar con movimientos de cámara (si dirigen cine). Existe en ellos una sabiduría tranquila, un saber hacer como sólo saben hacer quienes cuentan con una obra prolija y llena de logros artísticos. Tal me ha parecido la lectura de El embrollo (The Rip-Off, 1987), novela póstuma de uno de los más grandes autores de novela negra de todos los tiempos, Jim Thompson, un autor fundamental para quien desee aproximarse a lo mejor de las letras norteamericanas del siglo XX. Esta novela fue hallada entre sus papeles en el momento de su muerte y se publicó tiempo después, cuando se produjo a nivel mundial el descubrimiento de Thompson como autor de literatura de primera categoría: duro, incisivo, desengañado, cínico, lírico, erótico, tétrico y tanático.

Hay algo en El embrollo de relajamiento sabio. La trama, por supuesto, está llena de peripecia euripidea en el mejor sentido de la novela negra donde nadie es lo que parece, lo cual inhala diversión continua a toda la lectura. Pero hay mucho de broma en toda una novela que se cuadra del lado de las parodias que el mismo Thompson hacía de un género en el que fue maestro del escalofrío. El embrollo está más cerca de esa pesadilla recurrente y tragicómica que es The Golden Gizmo (1954) que, por poner otro ejemplo de novela de Thompson, de El asesino dentro de mí (1952). Thompson, en esta novela crepuscular, bromea un poco consigo mismo y se muere cantando y riendo. La última página de la novela nunca la hubiera rodado el Sam Peckinpah de La Huída (otra novela de Thompson, y famosa película), sino más bien el Stanley Donen de Charada o el Hitchcock más fálico del final humorístico de Con la muerte en los talones. El embrollo es la historia de Brittman Rainstar, un individuo a quien cuatro mujeres (su ex esposa, su amante, su ama de llaves y una enfermera que no es lo que parece) van a volver loco hasta convertir su vida en una suerte de tren de la bruja que casi acaba con sus nervios, con su salud y con su vida. Novela negra con gotas de comedia en la que Jim Thompson se despidió de todos nosotros y de la vida con una inmensa sonrisa en los labios. ¡Salud, maestro, allá donde estés!

martes, marzo 27, 2007

FICHAS TOUTAIN LII: SYDNEY JORDAN

Fue el artífice de un gran clásico de la ciencia-ficción: Jeff Hawke. Una obra inteligente y elegante, publicada en forma de tiras en los diarios ingleses, que en España pudimos disfrutar recuperada por las revistas Tótem y Blue Jeans a través de diversos especiales. Sin duda, un clásico a revisitar. La ficha de hoy la escribió el veterano estudioso Francisco Tadeo Juan, editor de la longeva Comic-guía.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

lunes, marzo 26, 2007

CORMAC McCARTHY: HIJO DE DIOS

Cormac McCarthy es uno de los novelistas de culto de la literatura norteamericana actual. Es, además, un destacado icono para quienes habitamos esta región del mundo, esta Mexamérica culturalmente mestiza que no es México ni Estados Unidos (más allá de fronteras políticas y cacería de mojados, you know), ya que entre la pulida y poco abundante trayectoria literaria de McCarthy (nueve novelas desde que en 1965 publicó la primera de todas, The Orchard Keeper) encontramos una Trilogía de la Frontera integrada por All The Pretty Horses (1992), The Crossing (1994) y Cities of the Plain (1998). Los fronterizos ilustrados se quejan, con razón, de las traducciones vertidas al castellano de Castilla, que no al español, y resulta conveniente leer a McCarthy en inglés. No creo que a estas alturas sea necesario trufar una traducción de notas donde se explica qué cosa sea un burrito, o al menos no desde que en España te venden unos (horribles) burritos por un ojo de la cara hasta en el aeropuerto de Barajitas.

La ilustrada Doña Maquila leyó hace muchos años All The Pretty Horses en traducción de Pilar Giralt publicada en Seix Barral (la compré en un saldo en Monterrey, donde me costó cinco pesos, algo menos de cincuenta céntimos de euro). En aquellos tiempos no se hablaba tanto de McCarthy, individuo que rehuye entrevistas y teorizaciones sobre el arte de escribir; que ha tenido la típica vida atípica del escritor itinerante: mil oficios, existencia errabunda, escritor en mil cuartos de motel… Una biografía en inglés la tienes aquí.

En enero compré Hijo de Dios, una de sus novelas anteriores a la trilogía de la frontera y anterior, también, a la que todos consideran su primera obra maestra: Blood Meridian (1985). Ya le tocaba a don Cormac, así que la leí con buenas ganas durante la semana pasada. Hijo de Dios nos cuenta la historia de Lester Ballard, un jovenzuelo de orígenes campesinos y marginales, cuya sexualidad reprimida estallará hasta el extremo de convertirse en asesino y necrófilo. Si bien hace unos días comentaba la novela de Martín Solares, Los minutos negros, y mencionaba que algunas obras incurren en la temática criminal y la desbordan, aquí tenemos un caso similar. Los plumillas de solapa relacionan Hijo de Dios con Santuario, de Faulkner, obra que también consignaba yo en mi comentario sobre la novela de Martín. Las coincidencias son menores, en todo caso, y no alcanzan nunca ese prodigio de barroquismo y espesor literario que tiene Santuario. De cualquier modo, los modelos de Cormac parecen otros. En concreto, Hijo de Dios me parece una novela imposible sin la herencia de la novela dura que escribió Jim Thompson, un autor genial que nunca publicó en ediciones de cartoné y que hoy forma parte del Olimpo de los narradores americanos del siglo XX. Con justa razón. Ahora bien, Hijo de Dios parece una novela de Thompson sin Thompson, sin la causticidad de sus diálogos, sin su prosa afilada y cortante, sin la crueldad congénita y amoral de sus personajes. En cambio tiene descripciones elaboradas de paisajes geográficos o del alma. Hijo de Dios es una novela muy estimable que en su tiempo pasó bastante desapercibida y cuyos pasajes más escabrosos, en algunos casos, generaron cierto malestar entre algunos críticos con corazón de pollo. Eran otros tiempos.

miércoles, marzo 21, 2007

INFIERNO, DE TATSUMI

La lectura de Tatsumi no deja indiferente más de veinte años después de ser descubierta por vez primera. En los lejanos años 80, cuando todavía el manga era un raro exotismo y las películas de samuráis de Kurosawa sólo se programaban en las televisoras a altas horas de la madrugada, Tatsumi nos descubrió que los cómics japoneses también existían, y que además, podían ser formidables. Tatsumi nos contaba historias de la gran ciudad, relatos agridulces protagonizados por hombres y mujeres comunes. En España lo hizo desde las páginas de la mejor y más radical revista de la historia ibérica: El Víbora. Eran tiempos de rabia y posmodernidad, tiempos de inconsciencia y libertad, de un poco de anarquía. Nunca volverá aquella racha de iconoclastia y felicidad que nos dejó huérfanos de esperanza, embarrados en salsa rosa y cubiertos de moscardones. Tatsumi está siendo recuperado poco a poco en España, ahora que el manga ya es plato de alta cocina comiquera y cualquier hijo de vecino sabe que hay que leer manga para disfrutar de algunos de las mejores obras de la historia del medio. La lectura de Tatsumi es, hoy día, una confrontación con aquel pasado de cada quien, una vuelta a los sabores de un tiempo irrecuperable y todo lo que usted quiera, pero sobre todo, y esto es lo importante, es ponerse en manos de un narrador sensible que dibuja la psicología de sus personajes con trazos delicados que conmueven intensamente. Yoshihiro Tatsumi es uno de esos poetas del caos moderno en que habitamos, un caos que fue y será siempre el mismo: el de los pequeños seres perdidos en el mapa general del designio divino. Es una fortuna, y un motivo de felicidad, que con Infierno ediciones La Cúpula rescate a Tatsumi en estos tiempos de banalidad e intrascendencia.

Yoshihiro Tatsumi, Infierno. Ediciones La Cúpula. Barcelona, 2004. (***, de 4)

LITERATÚRAME

Literatúrame, que acabo de descubrir gracias al Brujo Don Carlos, es un nuevo portal que nace con la voluntad de valorar y promocionar contenidos interréticos relacionados con la didáctica y la literatura. Sólo hay que suscribirse para enlazar aquellos textos que consideres adecuados al objetivo de Literatúrame. Entre sus diversas categorías, con sabio eclecticismo, encontramos también la categoría dedicada al Cómic. A partir de ahora, ya saben: literatúrense, literatúrenme.

martes, marzo 20, 2007

FICHAS TOUTAIN LI: CROCKETT JOHNSON

Apenas una década duró la serie Barnaby, que ha concedido a Crockett Johnson el privilegio de formar parte de los grandes de la tira diaria con protagonista infantil. Para que se hagan una idea: Barnaby es la versión clásica de Calvin y Hobbes, sólo que en vez de vivir y compartir experiencias con un tigre, Barnaby es un niño que vive aventuras bajo la tutela de Mr. O´Malley, un Hado Padrino en un mundo cotidiano y gris insólitamente poblado de elfos, duendes y peligros fantásticos. Un grafismo minimalista y un rotulado mecánico incidían en el carácter peculiar de una serie deliciosa, llena de chispa e inteligencia. Por supuesto, esta obra no puede hallarse en el mercado, y las reediciones de los años 80 rondan precios estratosféricos. Habrá que esperar para disfrutar de este clásico fundamental. La autoría de la ficha de hoy pertenece a Miguel Ruiz Márquez.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

lunes, marzo 19, 2007

VALLE DE ABRAHAM, DE OLIVEIRA

Valle de Abraham es mi primera experiencia con una leyenda viva del cinema europeo: el longevo e hiperactivo, pletórico de facultades físicas e intelectuales, Manoel de Oliveira. A sus 99 años acaba de estrenar una nueva película que retoma y prolonga a los personajes de la buñueliana Belle de Tour. Su adaptabilidad a cualquier circunstancia de rodaje es tan grande que Oliveira, aseguran con mucho humor, podría rodar películas sirviéndose solamente de las cámaras de vigilancia de los centros comerciales.

Manoel de Oliveira, hombre procedente del teatro y con muchos puntos de conexión con Ingmar Bergman, suele trabajar con un elenco familiar de actores. Su cine también es premeditadamente teatral, y en sus filmes suelen repetirse los mismos nombres actorales, que en muchos casos también forman parte del panorama del teatro en Portugal.
Valle de Abraham es una adaptación libre de la obra más relevante de Flaubert: Madame Bovary. Un film de ritmo reposado y espeso, delicado y lleno de una luminosa serenidad, buena para recrearse en los recovecos psicológicos de los personajes, en la definición o indefinición de la naturaleza de sus deseos y frustraciones.

Me aseguran que Oliveira no es un autor popular en Portugal, lo cual no me causa ninguna sorpresa. La disneyficación del cine contemporáneo (marcada por el cine hollywoodense) ha gangrenado la sensibilidad del espectador medio que acude hoy al cine. Ni siquiera en Portugal, que tiene a Oliveira como uno de sus tesoros nacionales, existe una sensibilidad mayoritaria hacia su cine. Es un dinosaurio, una institución (como Bergman en Suecia) que remite a un pasado intelectual y glorioso, hoy en franca moribundez, del arte cinematográfico. Hoy, cuando ni siquiera el oficio de escribir es intelectual per se, su cine es una rara maravilla de hondo calado y dichosa contemplación, un banquete de emociones retratadas con una sensibilidad que hoy puede parecer aberrante (¡y aburrida!) a los defensores de la macdonalización del alimento cinematográfico.

miércoles, marzo 14, 2007

LUCHADORAS Y LOS FEMINICIDIOS DE JUÁREZ

No puedo dejar de hacerme eco de la aparición en España de la obra Luchadoras (ediciones Sins Entido), una novela gráfica de Peggy Adam sobre los feminicidios de Ciudad Juárez. El primero en advertir fue Cosmonauta Spiff; el segundo, Álvaro Pons en DDT, y el tercero, Fran J. Ortiz en Abandonad toda esperanza. Podéis entrar en cada una de estas reseñas clicando en sus respectivas negritas. Creo que la mejor reseña es la de Fran Ortiz, quien además se tomó la molestia de ilustrar su blogo con algunas fotos. Los tres críticos coinciden en el carácter demasiado melodramático y un poco facilón de esta obra de la francesa Peggy Adam, pero al mismo tiempo, todos señalan la importancia de este álbum valiente que ahonda por medio de la literatura dibujada en una de las tragedias colectivas más importantes de las últimas décadas. No olvidemos que también Roberto Bolaño, en su imprescindible novela póstuma 2666, abordó el tema, tema al que ahora se une el binomio Banderas/ Jennifer López con una hollymemez de funestos resultados. Tengo ganas de leer Luchadoras, un tebeo que ya comentaré en su momento (y hasta que no vaya a España en julio, ese momento no llegará).

Y es que el tema de los feminicidios en Ciudad Juárez está de actualidad en el mundo entero. Allá donde yo vaya, todo el mundo me pregunta qué pienso de los crímenes, y por supuesto, antes de que yo dé mi propia opinión, todo el mundo me proporciona su versión de los hechos sin que le importe un pito la mía. Que si el narco, que si los gringos, que si la policía, que si un asesino en serie, que si tráfico de órganos… Cada uno cuenta la versión que más le gusta a él y su fantasía la da por buena. En Murcia, por ejemplo, hay muchos padres de familia que no saben ni dónde anda su hija los sábados por la noche, pero lo saben todo, todo, todo sobre los crímenes de una urbe mexicana llamada Ciudad Juárez.

Y es que el silencio de las autoridades locales (por incompetencia, insensibilidad, complicidad o vaya usted a saber de qué tequila toman) ha generado un mito. El mismo silencio oficial que envolvió los crímenes de Jack el Destripador envuelve ahora los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. El mismo silencio que favorece la conjetura, la fantasía y hasta el morbo fabrica el mito, ya que los mitos, desde que el mundo es mundo, siempre han pretendido proporcionar una respuesta a lo que desconocemos. Así como todavía hoy se escriben libros y se producen películas sobre Jack el Destripador, los productos artísticos sobre los feminicidios no han hecho más que empezar. Créanme si les digo que nos moriremos todos nosotros, y el mito seguirá engendrando películas, novelas, investigaciones, documentales… Lo menos que podrían hacer quienes han gobernado Juárez es no enfadarse porque tal cosa suceda, y dejar de rebuznar con el argumento de que “tanto hablar de las muertas da mala imagen a la ciudad”.

Por supuesto hay hijos de mala madre (¡y hasta hijas de mala madre!) que insisten en que ya estuvo, que venga, que sí, que es verdad que estuvo gacho, pero que ya se ha hablado mucho del tema, que vamos a dejarlo porque ya es “aburrido”, que está “muy trillado” hablar de “las muertas de Juárez” (hago un inciso para declarar que odio esta expresión, me recuerda una marca comercial como si hablásemos de “las muñecas de Famosa”; como si esas pobres víctimas hubieran venido a esta vida para ser sólo eso, seres sin rostro, burdas etiquetas, fríos números, sólo “muertas de Juárez”, y no seres humanos que tenían un pasado, una vida que vivir, ilusiones que las animaban a seguir adelante cada día mientras las pobrecillas soñaban con un futuro que acabó en pudridero de sueños)… Yo no sé qué clase de inconsciente puede pensar que ya no hay que hablar del tema porque ya no es guay, pero desde luego, no soy ninguno de ellos. Así lo he dicho esta mañana en mi clase de Mitología cuando ha salido el tema (quién sabe cómo: discutíamos los deberes del gobernante a partir de la lectura de Edipo Rey). He dicho claramente que para mí el tema ni está trillado, ni lo estará, ni lo estaría si una sola de las alumnas presentes en esa misma clase apareciese violada y asesinada en un campo baldío. En este momento todas las chicas han saltado de sus asientos y han proferido al unísono un grito de horror. Está claro que tampoco a ellas el tema de los feminicidios de Juárez les resulta indiferente. Ni a mí, ni a ellas ni a las familias de las víctimas masacradas. Que así sea hasta que quienes tienen la responsabilidad y se comportan como cómplices suelten la sopa y den nombres y apellidos para que rueden cabezas. Y si tal cosa sucediere algún día, ya nos lameremos solos las heridas durante el resto de nuestras vidas.

Por lo pronto, bienvenida Peggy Adam. Bienvenidos los que vengan a poner el grito en el cielo una vez más. Hasta el fin de los tiempos, si es necesario.

lunes, marzo 12, 2007

FICHAS TOUTAIN L: JIJÉ

Un gigante de la escuela franco-belga, maestro de maestros (como Jean Giraud, alias Moebius) y creador de uno de los westerns más influyentes del medio: Jerry Spring. Además de Spring, Jije también dibujó Spirou, Michel Tanguy y Barbarroja, obras todas inencontrables en español pero que pueden descargarse completas (en francés, ma chérie) gracias a La Mula de Alejandría, mascota favorita del coleccionista de cómics del mundo mundial globalizado y blogal que quiera ilustrarse como Dios manda en estos tiempos piojosos.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

domingo, marzo 11, 2007

LOS MINUTOS NEGROS, DE MARTÍN SOLARES

El pasado miércoles el novelista Martín Solares (Tampico, 1970) estuvo con nosotros en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez para presentar su nueva novela: Los minutos negros. Durante la mañana platicamos ante los estudiantes de la novela negra y sus maravillas. Por la tarde, Magali Velasco y yo mismo llevamos a cabo la presentación de su obra en el mismo auditorio. Ni que decir tiene que después de la presentación, el autor y nosotros fuimos a remojar el gaznate en algunas legendarias cantinas del centro histórico de Juárez, como el Kentucky y la Cucaracha, donde Martín demostró que no sólo es un gran novelista, sino un conversador infatigable y divertido, y un caricaturista destacado. Os dejo a continuación el texto que redacté para la presentación del libro Los minutos negros. ¡Un saludo muy grande, Martín!

Los minutos negros, de Martín Solares

De entre todos los géneros populares que surgieron en revistas baratas denominadas pulps durante las primeras décadas del siglo XX, ha sido una variante de la novela policiaca denominada novela negra la que ha logrado una consagración más notoria. Ni el western, ni la ciencia-ficción, ni las novelas de aventuras selváticas han sobrevivido hasta nuestros días mucho más allá del corpúsculo reducido de sus admiradores más incondicionales, que son legión. La novela negra, antes al contrario, no solamente continúa llenando las librerías de todo el mundo con decenas de títulos nuevos cada mes, sino que ha logrado trascender la etiqueta de literatura de género para entrar a formar parte de la gran literatura, aquella desprovista de etiquetas formales de carácter reduccionista. Esto no quiere decir solamente que autores de la talla de Raymond Chandler, Jim Thompson o Patricia Highsmith sean referentes importantes de la cultura literaria del siglo XX, sino que las características del género, por lo demás tan atractivas, han ejercido un influjo tan poderoso durante décadas que hoy día no resulta muy complicado encontrar rasgos de novela negra en obras de autores no especializados en el género. Cuando en 1931 William Faulkner decidió escribir una obra comercial, escribió Santuario, una novela que trata sobre la violación de una adolescente llamada Temple Drake y donde se integran una multitud de elementos característicos de la novela negra. No va a ser el único caso, ya que la novela negra y sus elementos recurrentes viajan hoy libremente desde la literatura de género hasta aquella que engloba obras más ambiciosas salidas de la pluma de autores poco dados a encasillamientos, pero también en ellas hallaremos investigadores fracasados, instituciones corruptas, personajes mentalmente enfermos y consumidos por sus más bajas pasiones, el crimen desarrollado en todas sus variantes y hasta el rol que se le concede al mismo dinero, que pasa de ser valor supremo de nuestra civilización a supremo valor de corrupción de nuestra civilización.

Alejada por tanto del formato tradicional de investigador protagonista de su propia serie, la novela y el cine negros han ejercido una poderosa influencia en las letras del siglo XX que hoy se ve recreada y homenajeada continuamente en las páginas de toda clase de autores. Es por esto que Jorge Volpi, en sus elogiosas palabras dedicadas a la novela que hoy nos ocupa, Los minutos negros de Martín Solares, destaque precisamente que esta obra es “una novela negra que trasciende las fronteras del género y se convierte en un desopilante y negro retrato del norte del país”. Y es que en esto consiste la fascinación que el género popular más emblemático de la literatura del siglo XX ejerce hoy con más fuerza que nunca sobre escritores y lectores: en que sus coordenadas habituales están siendo recreadas en obras más ricas y complejas apartadas de los paradigmas previsibles y más o menos trillados para ser devueltas amplificadas y mejoradas a la misma novela negra, que hoy en día ha trascendido las limitaciones propias de lo que un día fue literatura de kiosco (a veces, reconozcámoslo, gloriosa literatura).

Los minutos negros es una obra que bebe de una de las ramificaciones más interesantes de la novela negra, la cop-novel o novela protagonizada por policías. Cualquier lector de novela negra puede citar referentes importantísimos en esta variante del género criminal, desde la serie del Distrito 87 escrita por Ed McBain hasta la hoy mundialmente famosa del Inspector Wallander, debida a la pluma de Henning Mankell. Sin olvidar nunca, cómo no, las novelas de las que surge, creo, la variante latinoamericana del género, esas historias terribles empapadas en un sórdido humor (negro, por supuesto) escritas por Chester Himes y protagonizadas por los no menos negros policías Sepulturero Jones y Eddy Ataúd.

Y es que en México ese personaje público que es el policía no goza de la reputación de que goza en otros países, como Estados Unidos, Suecia o Francia, donde la Policía puede ser protagonista de agridulces retratos de la sociedad donde, de una forma u otra, se cumple cierta clase de justicia. En México, como bien demuestra Solares en las páginas de su brillante novela, el policía pertenece a una ruda casta de personajes siniestros a medio camino entre la brutalidad de los héroes de la Iliada y la sordidez de los más compulsivos asesinos que acaban por inspirarnos piedad. Por eso esta novela resulta tan realista y tan creíble, porque el maquillaje de la realidad resulta mínimo. Es una novela en el interior de otra, pero ambas nos remiten a la misma historia. Los minutos negros nos cuenta toda la verdad sobre un asesino serial de niñas que perpetró sus crímenes a finales de la década de los 70 y aterroriza la ciudad de Paracuán, en el estado de Tamaulipas, un asesino impulsado por una ferocidad inusitada que pondrá en jaque a un cuerpo policiaco erosionado por la incompetencia y la corrupción. En el tiempo presente, un policía considerado por cuantos le conocen como individuo de pocas entendederas, Ramón Cabrera, apodado El Macetón, indaga el asesinato del joven periodista Bernardo Blanco, quien a su vez investigaba el asesinato de dos niñas en los años 70. Sus descubrimientos, que pondrán en peligro su vida, nos introducen en la segunda novela, la que transcurre en los años 70, donde el protagonista es otro policía de buenas intenciones, el joven músico venido a menos (es decir, a policía) Vicente Rangel, antihéroe absoluto y gran protagonista de la absorbente trama de esta obra donde todos los policías lucen sobrenombre de criminales y todos los crímenes quedarán impunes, como no podía ser menos en un thriller policiaco de corte realista que transcurre en una ciudad imaginaria de un México bastante real. Las tres partes en que está dividida la novela, Mil lagunas tiene tu memoria, La ecuación y La espiral, quedan aquí formidablemente engarzadas a través de pasillos temporales que viajan del presente al pasado, y de vuelta al presente para arrojar la triste conclusión de que, como asegura el tango, veinte años no es nada, y algunas lacras de la sociedad no parecen tener remedio. Los minutos negros trasciende las fronteras de la novela negra porque no es una novela de género, no encontramos en ella el descarnado esqueleto un tanto metálico que suele ser característico del mismo. Junto con los elementos representativos del género como puedan serlo la feroz crítica social y de las instituciones, el protagonismo de la figura del investigador, el retrato de ambientes y personajes sórdidos y la lucha del bien contra el mal que en el fondo conlleva toda novela negra, en Los minutos negros encontramos saltos temporales que fluyen habilidosamente por la narración, una estructura novelística compleja con decenas de personajes, la intromisión continua del mundo onírico en el mundo de la realidad y un marcado afán de hacer antes que nada literatura, y no periodismo de nota roja que satisfaga expectativas morbosas con el fin aparentemente legítimo de informar de la realidad. Coronan esta trepidante y absorbente experiencia literaria que es la lectura de Los minutos negros la aparición de algunos secundarios de lujo que ayudan a anclar la historia que nos narra la novela en un mundo mítico que trasciende la tragedia puntual y no castigada de las pobres niñas de Paracuán: la aparición del legendario B. Traven o, sobre todo, del no menos legendario doctor Alfonso Quiroz Cuarón, criminólogo de fama internacional que en su día fue llamado por la revista Time “el Sherlock Holmes mexicano”, remiten esta novela a un tiempo de grandes iconos que fueron contemporáneos de la forja del mito del México Bárbaro. Quizá sea el doctor Quiroz Cuarón el gran personaje emblemático de esta obra, trasunto en esta ocasión del protagonista de las novelas de caballerías, y a este respecto no deja de ser una coincidencia que Solares nos presente al genial doctor mientras muere antes de poder contar la verdad. Es en la muerte de este Quiroz Cuarón, casi centauro Quirón, donde de alguna manera encontramos la desesperanza de nuestro autor por ver resueltos multitud de asesinatos que implican a próceres de una sociedad que todavía tiene hundidas las botas en una cosmovisión más aristocrática que democrática.

jueves, marzo 08, 2007

FICHAS TOUTAIN XLIX: BENITO JACOVITTI

Uno de los magos del humor mundial. Nunca podré agradecer suficientemente a mis padres que durante mi infancia me compraran los álbumes del genial Cocco Bill que publicó durante los años 70 la editorial Buru Lan. Un genio surrealista que tenía la necesidad compulsiva de llenar las viñetas con toda clase de objetos extraños sin que vinieran a cuento: carretes de hilo, huesos, raspas de pescado, butifarras… Benito Jacovitti: un grande de la historieta cuya obra habría que recuperar YA (¿y cuántas veces van que canto esta canción?). La ficha de hoy, de nuevo por don Salvador Vázquez de Parga.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

lunes, marzo 05, 2007

DESGRACIA, DE J.M.COETZEE

Llevaba mucho tiempo detrás de la lectura de esta novela. No había leído nada con anterioridad de su autor, el flamante ganador en 2003 del Premio Nóbel de Literatura, pero iba siendo hora de entregarme al placentero reposo, introspectivo y brillante, de una de las prosas más reposadas y al mismo tiempo analíticas de nuestro tiempo. La experiencia ha sido tan grata que no tengo duda en considerar a Coetzee como integrante de ese club de novelistas contemporáneos (cada vez más restringido) que se apartan de la banalidad y merecen volver a ser leídos. Coetzee nació en Ciudad del Cabo en 1940, en cuya universidad continúa impartiendo clases. Su carrera literaria, breve pero intensa (sin mácula, podríamos decir también) inicia en 1974 y no se detiene hasta hoy mismo. Desgracia, obra que ocupa estas líneas, fue publicada en 1999 y recibió el prestigioso premio Booker a la mejor novela publicada en lengua inglesa aquel año.

Desgracia es novela de tesis, como sentencia el escueto título. Su protagonista es David Lurie, un hombre que se encuentra en lo mejor de su vida: a los 52 años imparte clases de literatura en la Universidad del Cabo, es divorciado y tiene una hija de veintipocos años que vive en el campo. Es un hombre sin ligaduras, que una vez a la semana mantiene relaciones sexuales con una prostituta de lujo e intenta sortear lo mejor posible la apatía de unos estudiantes corrompidos por un sistema educativo como los que ahora se implantan en todas partes. Su desgracia comienza cuando David Lurie se acuesta un par de veces con una de sus estudiantes, una jovencita que le cuenta a su novio las cosas que le hace el profe. El novio se encargará de hacer público el asunto y buscarle la ruina a Lurie, quien se verá forzado a dimitir de su cargo de profesor por su negativa a “arrepentirse” públicamente de su pecado, y mucho menos a ponerse en manos de un psicólogo, como sugieren las autoridades universitarias, para que éste determine qué puede andar mal en su cabeza. Y he aquí que la desgracia del título conducirá a Lurie, como en toda buena novela de iniciación, a una búsqueda de un nuevo lugar en el mundo que, si bien tiene su buena dosis de descensus ad inferos, no se relame en ninguna clase de dramatismo barato.

Antes he comentado que ésta es una novela de tesis, y así es. Las novelas de tesis, al contrario que las tesis verdaderas, no aspiran a determinar una conclusión al problema planteado durante las páginas de la misma. En todo caso, se agradece la finura de Coetzee al dejar que seamos nosotros mismos quienes extraigamos las conclusiones pertinentes. Todo gira en Desgracia en torno a un tema tabú en nuestras sociedades: la representación del deseo como algo que nunca debe transgredir las normas de la corrección moral: los viejos no deben acostarse con jovencitas que podrían ser sus hijas, ni siquiera si ellas se dejan con gusto. En Desgracia todo gira, por tanto, en torno al hecho de la vejez inminente y de aquello que nuestras hipócritas sociedades reservan en cada edad para cada individuo. El hombre maduro o anciano que desea a la menor es un monstruo, como bien constató Gabriel García Márquez tras recabar la opinión que merecía su ligera y deliciosa Memoria de mis putas tristes entre las más rancias y agriadas feminazis del circo global. La tragedia de David Lurie no hubiera sido tal en otro país menos puritano, hipócrita y anglosajón como parece ser una Sudáfrica no muy alejada de los parámetros actuales de la corrección política y moral que nos inundan desde el Imperio del Bien. Hay que agradecer a Coetzee que con su obra, escrita con una elegancia enorme, llena de seducción, de intriga y de profundidad, nos haga reflexionar sobre los demonios de los otros, que son quienes acaban por convertir nuestro paraíso en un infierno.