lunes, enero 28, 2008

LA CINEMATOGRAFÍA DE ALFONSO SÁNCHEZ

Breve es la gloria del crítico de cine, pardiez. Sucumbida la pluma y la espada, su memoria la dispersa el viento. O tal parece. Acabo de leer un libro que la Filmoteca Regional de Murcia dedicó en 1992 al gran crítico español (y murciano, nació en Lorquí pero se crió en Toledo) Alfonso Sánchez, un hombre que durante décadas fue crítico de cine en Informaciones, Hoja del Lunes, ABC, Tele-Radio… Para los españoles que contamos cierta edad, es inolvidable su participación semanal en el Revista de Cine, un clásico de la segunda cadena (cuando en España sólo existían dos cadenas de TV): su cuerpo pequeño y redondeado, su calva ciceroniana, su rostro de murciano sencillo de pueblo, y sobre todo, su gran voz cascada y un gracejo singular al hablar que tan imitable e imitado le hizo entre cómicos de la legua y humoristas profesionales (junto con la entrañable Gloria Fuertes) le volvieron famoso por la piel de toro esa. Superviviente de la Guerra Civil, fue un periodista ilustrado que hizo sus pininos en el semanario satírico La Codorniz, donde fue amigo de una generación de satíricos ilustrados de la posguerra: Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Tono… No en vano el humor, que tanto provocó Alfonso Sanchez entre sus imitadores, era connatural a su graciosa pluma, a su benevolente forma de producir crítica de cine. Su muerte en 1981 fue la muerte de un personaje público que con sus peculiaridades supo ganarse a un pueblo sencillo. Desde entonces, el olvido. De vez en cuando, en alguna revista como Nickelodeon (editada por su discípulo el cineasta José Luis Garci) alguna mención cariñosa hacia su recuerdo. Googlea uno Alfonso Sánchez, y nada; escudriña en el Tubo, y ni pum. Atina uno la búsqueda y por fin sale algo, poquita cosa, por ejemplo esta necrológica de El País que no ha sido retocada desde 1981 (adviértase cómo el periodista escribe showsman en vez de showmen); y esta otra, donde recordamos que Alfonso Sánchez ha sido uno de los pocos críticos (si no el único) a quien un director de cine le ha dedicado su Oscar.

Buster Keaton con Alfonso Sánchez
El libro se titula La cinematografía de Alfonso Sánchez, y está escrito con el cariño de la amistad por José Antonio Postigo. Una semblanza biográfica, muchas fotos curiosas y, sobre todo, una buena selección de críticas de cine de Alfonso Sánchez lo convierten en una lectura grata y más que recomendable para quienes gustan de leer sobre cine. Autor de Iniciación al cine moderno (una obra que habría que recuperar ya) y de incontables críticas en periódicos y revistas, la pluma de Alfonso Sánchez es graciosa sin dejar de ser profunda. Amigo de gentes como Mihura o Jardiel, compartió con ellos una manera cariñosa y juguetona, casi inocente, de ver y reflejar la vida, y es quizá por esto que Alfonso Sánchez no pontificaba ni censuraba con la gravedad del crítico de voz tumbal que se sabe influyente y temido por todos. Antes bien, pondera, estima, aconseja, se plantea reflexiones en voz alta, y sobre todo, rehuye las categorizaciones negativas. Su periodismo tenía el estilo refinado de otra época que no es la nuestra: elegante, ameno, gracioso, cultivado y elusivo. El regusto que deja en la boca la ya casi olvidada máquina de escribir de Alfonso Sánchez nos obliga a esperar que un día se reedite su obra mayor, esa Iniciación al cine moderno, así como una parte del conjunto de su obra crítica.

viernes, enero 25, 2008

FICHAS TOUTAIN LXXXIII: NOEL SICKLES

Su breve paso por el mundo de los cómics sirvió para que Noel Sickles dejase una estela de grandeza que otros dibujantes perfeccionarían y llevarían hasta su cumbre. El estilo impresionista para narraciones realistas, alejado de los modelos academicistas de Foster o Raymond, continúa vivo en la tradición más moderna de la historieta. Es curioso ver cómo las dos viñetas de Scorchy Smith que se reproducen en esta ficha escrita por Salvador Vázquez de Parga guarda tantas similitudes con el Terry y los piratas de su colaborador, amigo y heredero estético, Milton Caniff. Como siempre, Scorchy Smith es otro clásico a recuperar que deberíamos ver un día en las librerías. Y en caso contrario, en nuestros monitores de internet, como está haciendo ejemplarmente Barnacle Press con un puñado de obras maestras absolutamente olvidadas y difícilmente recuperables en papel impreso.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

miércoles, enero 23, 2008

FICHAS TOUTAIN LXXXII: SEGAR

Creo que una de las cinco mejores cosas que han sucedido en 2007 en el mundo de la edición de cómics en España ha sido la aparición del primer volumen del Popeye de Segar. Se trata, como no podía ser de otra manera, de la facsímil que Fantagraphics está editando en Estados Unidos: tamaño grande, planchas dominicales a color, buenas introducciones… Quizá se le puede poner un pero (por no ser siempre extremadamente complacientes): al igual que en el caso del Terry And The Pirates de IDW Publishing, creo que las tiras diarias están reproducidas a un formato más pequeño que grande. No demasiado pequeñas, pero puestos a sacar una edición en formato grande, ¿por qué no haberla editado en un formato un poco más grande? De nueva cuenta, no se trata de la edición perfecta, pero sí de la mejor edición hasta la fecha. La de Planeta sólo tiene el pero de que, ay, leer al gran Segar traducido nunca será lo mismo que hacerlo en inglés, ya que el lenguaje de Popeye forma parte de los tesoros más hilarantes e intraducibles del cómic norteamericano (como Li´l Abner, como Krazy Kat, como tantos otros). La rotulación de Planeta, sin embargo, no está mal, tiene su sabor de época a pesar de estar realizada, como ya es normal en estos tiempos, con fuente personalizada. En definitiva: nada como leer el Thimble Theatre en versión original, con su rotulación manual y su inglés coconinian lleno de burlas grotescas e hirientes, completamente alejadas de esa peste contemporánea que es la corrección política. Obra maestra absoluta. La ficha de hoy, por Francisco Tadeo Juan.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

martes, enero 22, 2008

LOS SOPRANO: IT WAS A VERY GOOD YEAR



Arriba tienen el fantabuloso comienzo de la segunda temporada de Los Soprano, mi serie de televisión fetiche en estos momentos. David Chase se estrenó con un repaso a todos los personajes importantes de la serie unos meses después del fin de la primera tanda de episodios (cada temporada de esta serie consta de 13 episodios, salvo la sexta y última que es doble). En esta ocasión, el repaso tiene como fondo una nostálgica melodía de Frank Sinatra, italiano de oro que, por sus vínculos con la mafia, no sobra precisamente en esta apertura magnífica de la segunda temporada. El tema se titula It Was a Very Good Year, y la letra va como sigue:

When I was seventeen
It was a very good year
It was a very good year for small town girls
And soft summer nights
We'd hide from the lights
On the village green
When I was seventeen

When I was twenty-one
It was a very good year
It was a very good year for city girls
Who lived up the stair
With all that perfumed hair
And it came undone
When I was twenty-one

When I was thirty-five
It was a very good year
It was a very good year for blue-blooded girls
Of independent means
We'd ride in limousines
Their chauffeurs would drive
When I was thirty-five

But now the days are short
I'm in the autumn of the year
And now I think of my life as vintage wine
From fine old kegs
From the brim to the dregs
It poured sweet and clear
It was a very good year

It was a mess of good years

Se trata de una de las canciones emblemáticas de Sinatra, tanto que ha sido parodiada y homenajeada en multitud de ocasiones. Por ejemplo, por el entrañable Capitán Kirk de Star Trek (William Shatner) en un programa de televisión de los primeros años 70, donde parodia este bello tema, como pueden ver más abajo en este otro tutubo, donde, en mi opinión muy personal, Shatner está como para ser corrido a sombrerazos del plató por relamido y empalagoso. Pero bueno, hemos quedado en que se trata de una parodia (¿o no lo es?):



Y por fin, una tercera versión: la de los Muppets, que en la España de los 70 llamábamos Los Teleñecos. ¿Recordáis a aquellos dos viejos carcamales que cerraban cada episodio quejándose por la mala calidad de los espectáculos? Pues también ellos se ven ahora atacados por la nostalgia de Sinatra y nos dan su propia versión de este tema clásico, añadiéndole unas hilarantes gotas de su cosecha.



De las tres versiones, me quedo con la de Los Soprano. En mi opinión, juega muy bien con ese sentimiento de melancolía y vacío que, de una manera o de otra, embarga a los personajes de esta telenovela de mafiosos. No hay que olvidar que uno de los grandes aciertos de la serie de David Chase ha sido presentarnos, con sus claroscuros, la vida cotidiana de la mafia italoamericana que, en fin, como tu vida cotidiana o la mía, también tiene sus grandes dosis de grisedad y hasta de frustración (y es que Chase y su equipo han conseguido que hasta sintamos cariño por esta pandilla de personajes a los que, en la vida real, no podríamos mirar a la cara sin mearnos en los pantalones). Y como parodia, me quedo con la hilarante versión de los Teleñecos. Y hablando de Muppets o Teleñecos, ¡lo que yo daría por ver a Hugo Chávez, mi teleñeco favorito, cantando su propia versión de It Was a Very Good Year! No nos quiere dar ese gusto, aunque, ¿qué importa? Chávez siempre es motivo de risas y felicidad cuando se asoma a la pequeña pantalla de mi hogar.

sábado, enero 19, 2008

FANTASCOPÍA, ACTUALIZADA

No deja de ser curioso que el blog cuyos contenidos tengo escritos desde hace más de 20 años sea el que menos actualizo. Como quiera que sea, aquí les he colgado unas cuantas tonterías más. Ah, y una cadenita de vídeos del Tutubo para que pasen el rato. Las cadenitas cambian cada cinco minutos.

viernes, enero 11, 2008

50 DIRECTORES 50

Antes de que se me olvide o pierda el enlace, aprovecho para recomendaros visitar este blogo de una bitácora especializada en fotos vintage y que me proporciona grandes alegrías. Encontrarás 50 fotos de 50 grandes directores de la cinematografía mundial mientras rodaban alguna de sus obras. Vistos así, los 50 uno detrás de otro, surgen analogías a pesar de las mil y una diferencias. Ah, y las cámaras, no olvidéis volver a contemplar las 50 imágenes prestando atención a las cámaras, algunas de ellas (como la de Jerry Lewis) realmente amedrentadoras. En las fotos que os he seleccionado para ilustrar esta entrada vemos a Alfred Hitchcock dirigiendo Rear Window, y en la segunda a Otto Preminger. Dos directores demiurgos literalmente volando por las alturas con el mundo a sus pies.

domingo, enero 06, 2008

LOS SOPRANO: PRIMERA TEMPORADA

Aun a riesgo de equivocarme, pienso que el enorme éxito que ha tenido la serie de HBO The Sopranos debe invitar más a la reflexión de sociólogos que a los teóricos y críticos del séptimo arte. Se dice que el mejor cine americano viene hoy de su televisión, y quizá sea cierto. La progresiva dilatación de los arcos argumentales (que empezó en los años 80 con la serie Hill Street Blues) y el vínculo cada vez más estrecho entre los estándares de calidad del cine y los estándares cada vez más artísticos de la nueva televisión (algo que se inició a principios de los noventa, creo, con la serie de David Lynch, Twin Peaks) juegan a favor de las teleseries convertidas en modernos novelones por entregas en detrimento de un cine comercial cada vez más mediocre encorsetado por las dos o tres horas de rigor de cada película y las exigencias populacheras de un público adolescente o idiotizado que exige filmes de efectos especiales en detrimento de la madurez conceptual y/o argumental. Pero no todo el monte es orégano ni caca de perro: ni todas las teleseries tienen la calidad de Los Soprano, Roma o Carnival, ni todas las películas que se ruedan en Estados Unidos incurren en la bobería.

El éxito de Los Soprano, serie creada por David Chase para la cadena de pago HBO (ghetto de lujo donde se ha refugiado televisión adulta), no puede defraudar a quienes esperan inteligencia, calidad y entretenimiento delante del televisor. La serie, que duró seis temporadas de 1999 a 2007, narra las vivencias y avatares de una familia de mafiosos italoamericanos comandados por Tony Soprano (James Gandolfini), un obeso y rudo capo de la mafia de New Jersey en perpetuo conflicto, no sólo con la policía, sino también con su madre Livia (Nancy Marchand), su tío Junior (Dominic Chianese) y su esposa Carmela (Edie Falco): madre de dos hijos adolescentes y perfecta ama de casa, sumisa, católica (sus devaneos eróticos con el sacerdote de su parroquia son todo un acierto de humor e implican cierta crítica al catolicismo en un país protestante) y tan insatisfecha como cómplice de los turbios manejos de su marido. De todo el retablo de personajes principales y secundarios, Tony Soprano es el protagonista y rey de esta comedia negra que no escatima nada de la violencia de films como Casino o Goodfellas (sexo, violencia y macarrones no faltan nunca en este banquete de David Chase) pero que incurre continuamente en el costumbrismo de las teleseries familiares, porque claro, se pretende que los espectadores se encariñen con los personajes, ya que en caso contrario sería difícil sentir simpatía por un tiparraco como Tony Soprano, alguien que, mientras acompaña a su hija a efectuar los exámenes de ingreso a la universidad, saca tiempo para asesinar a un antiguo delator que en el pasado formó parte de la familia Soprano (el episodio 5, College, es uno de los mejores de la primera temporada).
Desde sus orígenes, el cine negro se convirtió, más que en un vehículo moralizador, en un documento social sobre los aspectos más sórdidos de la sociedad y los impulsos más oscuros de las personas “decentes” (que somos casi todos), que cuando se despojan del gabán de diligente oficinista o del traje chaqueta de la ejecutiva con corazón de rolex buscan alcohol, sexo, drogas o juego, y están dispuestos a pagar por ello. Y para ello están las siempre prósperas mafias, que, ayer como hoy, medran al socaire de gobernantes puritanos, papanatas o incompetentes cuya única forma de justificar sus onerosos emolumentos es, antes que buscar nuevas formas de convivencia feliz, recriminar, legislar y prohibir todo lo que pueda ser prohibido en nombre de la salud o del bien común. Para ello hay gente como Tony Soprano, que piensan que, puesto que paga el vulgo, es justo hablarle en sucio por darle gusto.

Ya desde el principio los gángsters resultaron simpáticos a grandes sectores de la población, pero los films que versaban sobre ellos los trataban como a escoria social, a veces como a víctimas de una sociedad imperfecta, pero nunca como a héroes. En Los Soprano tenemos la culminación de este proceso inverso, gracias al costumbrismo. Si en películas como Casino o Goodfellas podíamos desarrollar cierta empatía por los mafiosos, narcotraficantes o asesinos, en Los Soprano ya no se trata de simple empatía, sino de verdadera simpatía, y hasta cariño, por estos mafiosos italoamericanos; por no hablar de que, en el fondo, Tony Soprano o su tío Junior, individuos violentos, groseros, machistas, sabandijas y asesinos nos caen de puta madre. He aquí donde la serie es más digna de comentario para sociólogos y educadores (sí, educadores, puesto que algo ha fallado en nuestra educación: ¿por qué nos cae mejor Tony Soprano que Bill Clinton, Felipe Calderón o Rodríguez Zapatero?) que para críticos del séptimo arte. Desde el punto de vista del disfrute estético, la primera temporada de Los Soprano me ha parecido indiscutiblemente perfecta: buenos actores en excelentes caracterizaciones, muy buena música, diálogos adultos e inteligentes integrados en guiones muy bien construidos, buen ritmo en cada episodio, secundarios bien dirigidos, violencia y tensión bien balanceada, incidencia en el mundo onírico (formidable el episodio 12, Isabella, donde lo onírico irrumpe en la realidad), e incluso, como buena teleserie que es, el aspecto ritual: ese algo que tiene toda teleserie que se repite en cada episodio, y que, lejos de producir aburrimiento, produce adicción y amor por la estructura previamente aceptada: no hay gran teleserie sin grandes momentos recurrentes, que en este caso vienen representados por la escena de psicoanálisis entre Tony Soprano y la Dra. Melfi (Lorraine Bracco). ¿Un mafioso pasando por el diván del loquero? ¿Por qué no? Recuerdo que hace unos años un narcotraficante de Juaritos fue rafagueado al salir del consultorio del psicoanalista, con el que acudía porque “se sentía perseguido”. ¿Era este narco un asiduo espectador de Los Soprano, o se trató de una simple coincidencia temática?

El sexo es importante para estos gorilas que protagonizan Los Soprano, pero no sólo como una forma de placer, sino como una manera de detentar y disfrutar las dulzuras que conlleva un gran poder. Para Tony Soprano y el tío Junior, para Christopher (Michael Imperioli) o Paulie (Tony Sirico), el sexo es un elemento decorativo que dimana del poder, y como tal los desnudos femeninos son tan vistosos y recurrentes, pero también vacíos de contenido argumental: no se busca el sexo por el placer, sino por el poder.

Lo más llamativo que observo a raíz del gran éxito de Los Soprano es la progresiva identificación que se viene dando en las últimas décadas entre el común de los mortales y los representantes del crimen organizado, éstos que también tienen una familia tan “normal” o “disfuncional” como la tuya y la mía, y cuyos problemas familiares les afectan tanto o nada como a ti y a mí. Me parece que esta progresiva identificación ha alcanzado su apogeo con Los Soprano, delincuentes y asesinos tan divinizados como los grandes héroes, reyes y dioses de Homero o de la tragedia griega (con la que el cine negro guarda muchos puntos de coincidencia y homenaje). Esta identificación “con los malos”, esta sympathy for the devil, comenzó en América Latina, donde se le reza al Santo Malverde, se bailan narcocorridos masivamente (a pesar de que sus estúpidos gobernantes prohíban la difusión de estas canciones por las emisoras de radio) y un autor como el mexicano Elmer Mendoza reconoce que el narco llega donde el Estado no llega ni le interesa llegar, y que, como en otros casos de la historia, los grandes criminales que se enfrentan a un estado en descrédito, pueden ser también grandes benefactores.
¿Por qué ha llegado esta simpatía por el delincuente hasta el primer mundo? ¿Por qué Los Soprano nos parecen tan peligrosos como simpáticos? ¿Qué se ha quebrantado en nosotros para que un individuo como Tony Soprano se vuelva alguien a quien guardamos una estima que no guardamos por nuestro alcalde ni por nuestro jefe? A lo mejor, la progresiva sociedad de la represión en que vivimos, un puritanismo social exacerbado que se disfraza bajo la oratoria del “bien común”, y que en nombre del “bien común” y de “nuestra seguridad” atropella, reprime, prohíbe, coarta libertades y busca nuevos delincuentes donde antes sólo había pecadillos, sataniza vicios y genera segregación de adictos que antes eran ciudadanos comunes, quizá esta nueva sociedad tan responsable como poco placentera tiene algo que ver. Es posible que estos tiempos hipócritas y neovictorianos estén agobiando a una mayoría a la que no queda más remedio que obedecer porque no puede hacer otra cosa si no quiere ser aplastada por una ley o por otra. Los gobiernos son buenos para satanizar y perseguir el consumo de alcohol, drogas o tabaco, pero no para erradicar la creciente pobreza mundial que genera mafias, inseguridad social y búsqueda de paraísos artificiales; son buenos para encarcelar a quien guarda fotos de adolescentes desnudas en sus ordenadores, pero no para educar más en una cultura del erotismo y menos en una cultura de la violencia y la sangre; son buenos para exigir condiciones de trabajo más leoninas en nombre de “nuestros intereses” contra la amenaza de China o India, pero no para frenar modelos económicos de capitalismo salvaje que conducen a grandes masas de población a un nuevo modelo de esclavitud “de vida en libertad”.

A lo mejor todo esto, y más, tiene que ver, o no, con la pérdida de credibilidad de los gobernantes en todo el planeta y con el asco que muchos que pretendemos vivir dentro del orden establecido (¡Qué remedio nos queda!) sentimos por la nueva sociedad neovictoriana donde los ricos son cada vez más ricos e intocables y los pobres cada vez más pobres y vunerables. Los Soprano, por supuesto, no tienen esos conflictos morales con el poder, saben que los gobiernos sirven para reprimir lo que la gente está deseando exigir, y ante estos gobiernos y estas necesidades, ellos se convierten en un gobierno alterno.

No deja de ser una metáfora ideológica que la tapadera de Tony Soprano sea una empresa de reciclaje de basura. Creo que esta serie es valiosa porque revuelve con ganas en el basurero de la moral convencional sobre el que todos hemos sido arrojados como perros muertos.

viernes, enero 04, 2008

PHILIP K. DICK: LOS CLANES DE LA LUNA ALFANA

Creo que uno de mis pocos descubrimientos literarios dichosos de los últimos años ha sido Philip K. Dick (en la imagen, retrato del autor por Robert Crumb). Autor perteneciente al género de la ciencia-ficción, su adscripción al mismo en tiempos ingratos le ha encerrado en el reducto disfrutable sólo por unos cuantos iniciados. Como siempre, es un error, porque K. Dick es uno de los escritores más disfrutables del siglo XX americano, un hombre cuya extraña percepción del mundo (visionario y paranoico en comunicación con Sivavni, divinidad por él descubierta o inventada) le impulsó a escribir un montón de cuentos y novelas donde sus criaturas se mueven en un universo conceptualmente complejo, lleno de extrañas y fantásticas evocaciones de universos paralelos y vínculos con mundos invisibles, pero siempre envolventes. Mucho se cita de él un gran clásico, famoso gracias a su adaptación cinematográfica (Blade Runner, 1982): “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. El film de Ridley Scott es una de mis grandes referencias cinéfilas personales, pero ni siquiera este gran film puede hacer más que evocar la complejidad y lirismo de K. Dick.

Los clanes de la luna alfana es mi última aventura con K. Dick. Aventura en toda regla, pues casi ningún autor consigue (y sí lo hace K. Dick) arrastrarme a mundos lejanos y abrumarme con su riqueza conceptual. En esta novela, científicos de la Tierra intentan hacerse con el control de una luna rebelde gobernada por una sociedad de enfermos mentales que renegaron en el pasado de continuar sus vínculos con la Tierra. Buen conocedor de las enfermedades mentales (que él también padecía) en esta novela elabora una confrontación entre el mundo de los “locos” y el de los “cuerdos”. No es una de sus grandes obras, pero empiezo a descubrir que cualquier lectura de K. Dick es, en estos tiempos de hambruna de imaginación, rebelión y poesía, una gran lectura. Muy recomendable.

miércoles, enero 02, 2008

FELIZ 2008

Espero que todos hayáis sobrevivido a la nochevieja, nefasta fecha donde corre el alcohol como si estuviéramos esperando el juicio final. Ésta es la enésima nochevieja que paso en Murcia, y la verdad es que ya empiezo a añorar los balazos de año nuevo de Ciudad Juárez. Nunca olvidaré la singular emoción que experimenté durante mi primera nochevieja juarense, cuando, después de las doce campanadas, escuché cómo los ciudadanos y las ciudadanas juarenses y juarensas vaciaban el cargador de sus pistolas hacia el cielo. Mi cuñado Pedro, el ferretero, exclamó conmovido: "Qué bonitas suenan esas balas, ¿verdad?". Me miró con ojos emocionados, seguro que lamentando no tener a mano su revólver, y no pude menos que darle la razón.

¿Qué tal la ingesta de las doce uvas? Yo debo decir que hace muchos años que renuncié a la deglución apresurada de las doce uvas para sustituirlas por doce aceitunas rellenas de anchoa (o de lo que rellenen las aceitunas ahora). No sólo es más práctico (doce aceitunas entran mejor que doce uvas al son de doce campanadas), sino que soy un defensor a ultranza del fruto de Atenea. Despido un año y recibo otro con doce aceitunas, y durante el año me acordaré bastante de seguir invocando con mis parabienes a los aceituneros de Jaén y de otros rincones del mundo. Viva la aceituna, huevo de la civilización del mediterráneo.

Y hablando de Jaén, el jienense Paco Nájera, el artista de la serie Tartessos, nos ha enviado esta felicitación de año nuevo donde vemos a Argentina, personaje emblemático de su serie sobre esta civilización antigua. Como me ha parecido muy bonita la rosa que trae la moza en la mano, la cuelgo aquí con mis deseos deseos para todos vosotros. Que el año nuevo no se ensañe demasiado con nuestros bolsillos ni con nuestras vidas. Un saludote a todos, y gracias por seguir ahí.