viernes, junio 26, 2009

EL TÍO BORIS

Perdónenme que no les hable de Michael Jackson, pero es que no se me ocurre nada que decirles. En cambio, este miércoles 23 se cumplieron cincuenta años de la muerte de Boris Vian. Más memorabilia nostálgica, regreso de nuevo a mi adolescencia. Boris Vian, mi tío Boris, fue uno de los autores que más me marcaron la vida. Le llamo tío Boris porque es como de la familia. Ahí están esos grandes e ilustres desconocidos que surgen del cine o del papel y te marcan para siempre en el momento determinado, como los parientes con sus mejores enseñanzas. Podría pasarme horas hablando del tío Víctor, del tío Boris, del tío Henry, del tío Raoul, del tío Blaise, del tío Benito… Recuerdo mi primera novela de Boris Vian: La hierba roja, comprada en un saldo en Benidorm a los quince años. Una bella historia de amor en un marco imposible, porque muchos argumentos de Vian eran imposibles en escenarios imposibles. Con el tío Boris aprendí que la realidad a veces sólo puede ser comprendida cabalmente por medio de la ficción. Y recuerdo algunos viernes invernales, por la murciana tarde húmeda y oscura que te calaba en los huesos, cuando mi amigo Pepe Ramos y yo acudíamos a cierta librería de Murcia a robar libros de Bruguera. Eran tiempos sin códigos de barras ni controles policiacos en las librerías. Creo que no existía ni la SGAE. Robábamos libros como locos, que introducíamos en la cintura del pantalón y cubríamos con la camisa y el abrigo por encima de todo (qué quieren, la magra paga semanal de los papis se iba en las cervezas y el vino). Pocos libros pueden ser tan dulces como los robados a los quince años: El otoño en Pekín, Las hormigas, Vercoquin y el Plancton, El arrancacorazones… Recuerdo con especial cariño El otoño en Pekín, sobre unos individuos que construían una línea ferroviaria en un desierto por el que jamás cruzaba nadie. Es célebre la broma de que ni la novela transcurría en otoño ni en Pekín. El surrealismo más puro.

Y qué decir de aquellas novelas negras llenas de humor y crueldad que el tío Boris escribió con el seudónimo de Vernon Sullivan: Escupiré sobre vuestra tumba, Que se mueran los feos, Con las mujeres no hay manera... Verdaderas delicias que improvisaba en breve tiempo mi tío Boris. La leyenda asegura que Escupiré sobre vuestra tumba la escribió en un fin de semana. Luego la novela fue un escándalo en Francia, y el tío Boris se convirtió en objeto de ataque continuo. Cuando publicaba una nueva novela de las “serias”, el plumilla de algún periódicucho escribía “Boris Vian vuelve a escupir sobre nuestra tumba”. Coetáneo y amigo de Sartre y Camus, su irreverencia y frescura le alejaba en forma y fondo de la literatura "seria"de su tiempo, aunque abordase de manera tangencial los mismos temas que la desolación de la posguerra hizo carne de palabras.

Boris Vian, genio lleno de humor, poesía y vitalidad, precoz en todo, músico y crítico de jazz y él mismo al final actor de cine y cantante. Otro escándalo tardío fue su canción El desertor. Nunca olvidaré aquellos tiempos pre-internáuticos de los años 80 en que no existían el e-mail, ni el Ares ni El tubo, cuando el mundo no era un pañuelo sino un lugar muy grande, y muy desconocido que no te permitía, salvo a Corto Maltés, vivir dos vidas en dos continentes. Recuerdo que un primo de mi amiga La Tere (Tere: ¿adónde, adónde, adónde estarás...?) había tenido una novia francesa, en Francia, y de allí nos trajo un tesoro inencontrable en toda España: una cinta de casette pirata con canciones de Boris Vian. Ella y yo escuchamos entonces El desertor durante algunas noches de verano en que yo no me atreví a declararle mi amor. Escuchábamos El desertor hasta ver amanecer bebiendo las botellas de vino que sustraíamos de la bodega de su madre, que no se enfadaba porque era una madre liberal. Liberal de las de antes, debo añadir.



Boris Vian era un ejemplo paradigmático del hombre que sabe que su vida se termina poco a poco y que debe aprovechar hasta el último instante. Como el Bolaño que escribió 2666, Vian vivió apurando la copa de la literatura y de la vida, pues sabía que no habría una nueva ronda al volver el recodo del camino. Y que ese recodo estaba ya allí, ante sus ojos. Enfermo desde los doce años de una dolencia cardiaca que se lo llevó a la tumba a los 39 años, la obra de Boris Vian ha sido engrandecida por el tiempo y fue objeto de culto durante los años 60, cuando en Francia había dos temas de moda: el cine de James Bond y la literatura de Boris Vian. Pues el miércoles se cumplieron cincuenta años sin el tío Boris. Queda su obra, de la que hace cerca de veinte años que no visito ninguna de sus iglesias de palabra. Quizá estas próximas semanas traigan el momento precioso de volver a tumbarse sobre la hierba roja o de pasar un veraniego otoño en Pekín.

Aquí les cuelgo la letra original de El desertor, tanto en francés como en su traducción al español tomada de aquí. El tubo de antes, con fotos del tío Boris, tiene subtítulos en inglés. ¿Qué más pueden pedir de su viejo Pobresor?

LE DÉSERTEUR

Monsieur le président
Je vous fais une lettre
Que vous lirez peut-être
Si vous avez le temps

Je viens de recevoir
Mes papiers militaires
Pour partir à la guerre
Avant mercredi soir

Monsieur le président
Je ne veux pas la faire
Je ne suis pas sur terre
Pour tuer des pauvres gens

C'est pas pour vous fâcher
Il faut que je vous dise
Ma décision est prise
Je m'en vais déserter

Depuis que je suis né
J'ai vu mourir mon père
J'ai vu partir mes frères
Et pleurer mes enfants

Ma mère a tant souffert
Elle est dedans sa tombe
Et se moque des bombes
Et se moque des vers

Quand j'étais prisonnier
On m'a volé ma femme
On m'a volé mon âme
Et tout mon cher passé

Demain de bon matin
Je fermerai ma porte
Au nez des années mortes
J'irai sur les chemins

Je mendierai ma vie
Sur les routes de France
De Bretagne en Provence
Et je dirai aux gens:

« Refusez d'obéir
Refusez de la faire
N'allez pas à la guerre
Refusez de partir »

S'il faut donner son sang
Allez donner le vôtre
Vous êtes bon apôtre
Monsieur le président

Si vous me poursuivez
Prévenez vos gendarmes
Que je n'aurai pas d'armes
Et qu'ils pourront tirer

EL DESERTOR

Señor presidente
Le escribo esta carta
Que quizá lea usted
Si tiene tiempo

Acabo de recibir
La orden militar
Para ir a la guerra
El próximo miércoles

Señor presidente
No voy a hacerlo
No vine a este mundo
Para matar pobre gente

No quiero que se enfade
Pero he de decirle
Que mi decisión es firme:
Voy a desertar

Desde el día en que nací
He visto morir a mi padre
Partir a mis hermanos
Y llorar a mis hijos

Mi madre sufrió tanto
Que ya está bajo tierra
Se ríe de las bombas
Y hasta de los gusanos

Cuando estuve preso
Me robaron la mujer
Me robaron el alma
Y todo mi pasado

Mañana muy temprano
Les cerraré la puerta
A aquellos años muertos
Y me echaré al camino

Pediré limosna
Por las rutas de Francia
De Bretaña a Provenza
Y les diré a las gentes:

«Niéguense a obedecer
Niéguense a colaborar
No vayan a la guerra
Niéguense a partir»

Si hay que derramar sangre
Derrame usted la suya
Pues tan buen apóstol es
Señor presidente

Si ordena que me busquen
Dígales a sus agentes
Que no llevaré armas
Que pueden disparar


miércoles, junio 24, 2009

CINCO AÑOS



Tenía que haber insertado esta entrada el día 1 de junio, pero como todos los finales de semestre, éste ha sido un lío bastante especial. Aunque teóricamente ya estoy de vacaciones, sigo trabajando en tareas atrasadas. Hasta el lunes, en que comeré cacahuetes de bolsa y beberé charco on the rocks. Bonita la letra de la canción, ¿no creen? Aquí les endilgo las lyrics, para que practiquen su inglés gracias al Pobresor Gafapasta. Ah, Bowie... ¡Cómo me gustaban en la adolescencia sus discos Space Oddity y el de Ziggy Stardust!

Pushing thru the market square, so many mothers sighing
News had just come over, we had five years left to cry in
News guy wept and told us, earth was really dying
Cried so much his face was wet, then I knew he was not lying
I heard telephones, opera house, favourite melodies
I saw boys, toys electric irons and t.v.s
My brain hurt like a warehouse, it had no room to spare
I had to cram so many things to store everything in there
And all the fat-skinny people, and all the tall-short people
And all the nobody people, and all the somebody people
I never thought Id need so many people

A girl my age went off her head, hit some tiny children
If the black hadnt a-pulled her off, I think she would have killed them
A soldier with a broken arm, fixed his stare to the wheels of a cadillac
A cop knelt and kissed the feet of a priest, and a queer threw up at the sight of that

I think I saw you in an ice-cream parlour, drinking milk shakes cold and long
Smiling and waving and looking so fine, dont think
You knew you were in this song
And it was cold and it rained so I felt like an actor
And I thought of ma and I wanted to get back there
Your face, your race, the way that you talk
I kiss you, youre beautiful, I want you to walk

Weve got five years, stuck on my eyes
Five years, what a surprise
Weve got five years, my brain hurts a lot
Five years, thats all weve got
Weve got five years, what a surprise
Five years, stuck on my eyes
Weve got five years, my brain hurts a lot
Five years, thats all weve got
Weve got five years, stuck on my eyes
Five years, what a surprise
Weve got five years, my brain hurts a lot
Five years, thats all weve got
Weve got five years, what a surprise
Weve got five years, stuck on my eyes
Weve got five years, my brain hurts a lot
Five years, thats all weve got
Five years
Five years
Five years
Five years

miércoles, junio 17, 2009

ANGEL DE LA CALLE EXPONE

Los carteles de Angel de la Calle para la deleitosa Semana Negra de Gijón forman parte de la generosa leyenda con que cuenta este maravillosa cita literaria, tebeística, culinaria y musical que organizan Paco Ignacio Taibo II y el mismo Ángel de la Calle. Ahora Ángel expone los originales de estos carteles. A partir del 22 de junio.

jueves, junio 11, 2009

LAS DAILIES DEL TARZÁN DE FOSTER

Hace pocos días concluí la lectura del libro Hal Foster, Príncipe de ilustradores, que firma Brian M. Kane. Es un buen trabajo, un ameno y muy documentado repaso a la vida y obra del legendario artista, una de las piedras angulares de la época dorada del cómic de prensa estadounidense. No tiene la enorme calidad de la obra de Manuel Caldas, Foster y Val (Dolmen, 2007), y sobre todo, no tiene esa calor apasionado que Caldas demuestra en cada uno de los capítulos que dedica al maestro. El libro de Caldas en su edición española es uno de los mejores estudios que jamás se han editado en nuestra lengua, pero contiene ciertos errores de paginación y corrección de textos que afean una obra en su conjunto mucho más que estimable, y desde luego, imprescindible para cualquier fosteriano de pro y para cualquier estudioso del cómic clásico.


Como se sabe, el Tarzán de Hal Foster marca el comienzo del cómic realista en Estados Unidos, que es como decir en todas partes. Ni Buck Rogers, ni Thimble Theatre ni Captain Easy, aun adscritos al género de aventuras, presentaron una propuesta tan radical en apostar de forma tan concluyente por el realismo. Sólo hay que comparar el Buck Rogers de Dick Calkins con las primeras tiras de Foster para este Tarzán que estuvo a punto de no ser, ya que la apuesta por un cómic adulto de dibujos realistas no había resultado del gusto de todos, y los periódicos comenzaron a serializar esta primera fase de Tarzán de manera muy tímida, y hasta de tapadillo. Mucho más cercano al lenguaje pictórico de la ilustración, sostenido el relato sobre extensas didascalias, en este primer Tarzán hallamos ya ecos, no sólo de la plenitud del Tarzán fosteriano, sino también de algunos grandes momentos climáticos de Príncipe Valiente. Y es que Foster ya traía tatuado en su corazón lo que sería su universo simbólico y poético personal. El genio nace y se hace. Hace poco los responsables del blog Golden Age Comic Book Stories colgaron en su página todas las tiras originales de aquel primer acercamiento de Harold Foster a Tarzán, tan diferente en cuanto a estilo de las páginas dominicales que comenzaría a dibujar en 1931 cuando retomó al personaje de la mano de Rex Maxon. Me he tomado la libertad de copiar esas páginas del mencionado blog y convertirlas en un archivo CBR para descargar y visualizar como tebeo electrónico. Para descargarlo sólo tienen que hacer clic en el enlace de más abajo.

Descargar Tarzán de Foster en CBR

viernes, junio 05, 2009

SEMINARIO XII

MALPERTUIS, DE JEAN RAY

Debo a Jean Ray (1887-1964) haber sido el autor que me introdujo en la literatura. Después de los tebeos, cuando yo era un chinorri de primaria (1º de EGB le decían en aquel tiempo), antes de regresar al cole a las cuatro, después de comer, leía con fervor las novelas de la serie Harry Dickson. ¡Qué estupendas novelas y qué evocadores títulos! ¡La calle de la cabeza perdida!¡Los espectros verdugos! ¡La resurrección de la Gorgona! Harry Dickson, lo supe muchos años más tarde, era la versión “pirata” de Sherlock Holmes, cuyas historias también escribía Jean Ray hasta que Conan Doyle puso el grito en el cielo y el Holmes apócrifo pasó a llamarse Harry Dickson. Lejos de la finura psicológica y la profundidad deductiva de la genial criatura de Conan Doyle, Harry Dickson se movía más por un Londres de opereta, enfrentado a criminales y monstruos por la generosa avenida del folletín decimonónico que Jean Ray convirtió en novela pseudo-policiaca mezclada sin pudor con literatura fantástica. De todos modos, a mí esto no me importa. Para mí, Harry Dickson nunca fue Sherlock Holmes, que en aquel mismo tiempo saboreaba en la versión televisiva donde Peter Cushing encarnaba al de Baker Street. Para mí, quién sabe por qué, Dickson siempre tuvo el aspecto de Mr. Smog, una efímera criatura del fantástico creada por Andreu Martín que aparecía en la revista Sacarino.

Cayó por fin en mis manos Malpertuis, obra maestra de Jean Ray que este autor escribió en 1943 y de la cual Harry Kumel filmó una película hoy considerada de culto. Malpertuis, la novela, es hija del gótico americano, concretamente debe sus atmósferas a la inspiración de las obsesivas y densas ambientaciones de Lovecraft, el genio del terror americano que se convirtió en paradigma del horror a la naturaleza, pues la naturaleza era el hábitat del Mal mayestático y prehistórico. No llega tan lejos Ray en la evocación de la mansión de Malpertuis, una morada maldita donde conviven los dioses griegos sin recordar su gloriosa historia, sin reconocer su destino, que es el de acabar de morir. Jean Ray, maestro de trucos de feria de la literatura, reposa en Malpertuis su pluma y se recrea con gusto en la decadencia secular de la mansión, deambula por ella y nos hace cómplices del desmoronamiento de su universo. Nos invita a olfatear el moho de su mundo que se precipita a su fin.

Malpertuis es la protagonista del relato que se lleva su nombre. La morada de los dioses olvidados y moribundos resultó ser una premonición del mundo sin dioses en que habitamos. Sin dioses de la greco-latinidad, quiero decir. Los fundamentalismos están a la orden del día, y nos blasfeman afirmando que los dioses de la luz y las tinieblas, dueños de ese humano claroscuro que nos dio la vida, han pasado a la historia. No es verdad. Yo sé que los dioses griegos no están muertos, pero sí que están dormidos. En la página 11 de mi edición, Ray cita a Hawthorne y comparte con él nuestra verdad: “Construiréis iglesias, jalonaréis los caminos de capillas y de cruces, pero no impediréis que los dioses de la antigua Tesalia reaparezcan a través de los cantos de los poetas y los libros de los sabios”.

Jean Ray evoca un mundo cultural y lo hace por medio del género gótico. Hay sombras, pero también hay luz, hay amor y crimen entre los muros de Malpertuis. Hay vida en la muerte, tanta vida como regeneración en la muerte misma. Tengo por ahí un volumen de relatos olvidados del olvidado Jean Ray, padre de una legión de criaturas de la penumbra franco-belga.

2001

41 años después de su estreno, la influencia que sobre el cine posterior ejerció 2001 es el pan nuestro de cada día. Posiblemente continúe siendo la obra maestra del cine de ciencia-ficción, y si la película ha perdido parte de su poder de sorprendernos, es porque aquel futuro es en buena medida nuestro presente. Pero, ¿realmente a alguien le importa que algunos de los adelantos técnicos que entonces parecían ciencia ficción hayan sido superados por la más consuetudinaria realidad? 2001 sólo ha tenido parangón con otros dos filmes en la historia: El acorazado Potemkin, donde se asentaron las bases del montaje cinematográfico, y Ciudadano Kane, que fue la película por antonomasia durante décadas. Hoy, Kane es mucho más que eso: es un mito, el producto más sofisticado de un tiempo desaparecido. Algo parecido sucederá con 2001, pero todavía es pronto: su época, que es la nuestra, sigue aquí porque seguimos nosotros. 2001 va más allá de sus alardes técnicos o fotográficos: su gran mérito consiste en ser todavía un impresionante poema visual. Uno de los más hermosos que jamás se hayan concebido y ejecutado. Los confines del universo están mucho más cerca de lo que parece: en nuestro mismo corazón.

jueves, junio 04, 2009

FANTASCOPÍA MEXICANA: EN CARNE VIVA (1951), DE ALBERTO GOUT

En carne viva, rodada por Alberto Gout en 1950, fue concebida desde el primer momento como un vehículo para la hermosura de Rosa Carmina. Nacida en 1929 en La Habana, Rosa Carmina fue descubierta por Juan Orol cuando éste buscaba en Cuba una nueva musa para su cine. Anteriormente había lanzado a la fama a María Antonieta Pons, también cubana de nacimiento, a quien Orol descubrió siendo muy joven todavía. La desposó y la convirtió en estrella del cine de cabarets, subgénero mexicano peculiarísimo que sólo se dio en este país y que causó asombro en todo el mundo durante cerca de una década.

Descubierta por casualidad por Enrique Brion, amigo de Orol, cuando asistía como invitado a una fiesta de graduación en que cantaba Carmina, cuando Juan Orol le puso el ojo encima a la despampanante caribeña siguió con ella el mismo camino que con Antonieta Pons, de quien se estaba divorciando en aquellos días: la convence para seguirle a México, la convirtió en protagonista de su filme Una mujer de Oriente (1946) y posteriormente se casó con ella. Juan Orol, autor muy afin al espíritu de Ed Wood, rodó lo largo de su fructífera carrera un buen puñado de filmes que consolidaron en México el cine de gángsters, el melodrama exótico y el cine de rumberas.
Protagonista de otros filmes de Orol, entre los que destacaron Gángsters contra charros (exponente máximo del cine negro entendido al descacharrante estilo Orol) y El reino de los gángsters, el protagonismo de Rosa Carmina en este film, en el que destacaba por su enorme belleza, la convirtieron para siempre en la Reina de los Gángsters, apelativo por el que pasaría a la historia de la cultura popular mexicana y con el que todavía es recordada.

Orol sabía muy bien lo que andaba buscando, y tuvo la suerte de encontrarlo al menos dos veces, con María Antonieta Pons y Rosa Carmina. Esta última actriz expresaría con sus propias palabras la receta de Orol para entontecer las conciencias masculinas con belleza caribeña desde las pantallas: “La rumbera tenía que ser bonita y con cuerpazo: buena pierna, buen busto, cinturita y nada de barriga, pero caderota, porque, según Orol, lo demás podía aprenderse”.

Juan Orol, que era un creador efectista al que no le importaba ni lo más mínimo la verosimilitud de las tramas o de los ambientes, cosechó numerosos éxitos a lo largo de su carrera, y en la segunda parte de la misma convirtió a Rosa Carmina en una estrella que rutilaría en las pantallas hasta ver comenzar los años 60, en que se retiraría hasta regresar con Bellas de noche, una película de los seres crepusculares que retomarían la antorcha de las rumberas un cuarto de siglo después: las ficheras. Sin embargo, ya no habría detrás una sólida industria ni derrocharía el glamour congénito a cualquier film de los años 40, entre los cuales destacaron los de rumberas.

En carne viva es la segunda película que rueda Alberto Gout en 1950. Su otro film del año, Sensualidad, había sido interpretado por Ninón Sevilla, que en esa película redondeó el personaje de fulana cínica y vengativa que, tras haber sido maltratada por la vida, se convierte en azote de machos manipulables por la bragueta. Cierto grado de masoquismo varonil convertiría a Ninón Sevilla en un icono del cine mundial, algo que la industria del cine mexicano podía lograr en aquellos años.
Como Sensualidad, también pertenece al género cabaretero En carne viva, pero aquí Rosa Carmina interpreta a una ingenua bailarina de cabaret llamada Antonia seducida y abandonada por un marinero que consigue engatusarla con facilidad. Tras dar a luz a la hija de ambos, su suicido marcará la vida de su hija, que al llegar a la juventud (donde es interpretada también por Rosa Carmina) sigue los pasos de su madre y se convierte en bailarina de éxito. Los giros y contragiros de la fortuna llevarán a Leonor a vivir reconocimientos familiares delirantes y angustiosos en el más puro estilo del melodrama euripideo, pero con moralina en vez de filosofía.

El tema del incesto, que se hallaba ya en La mujer del puerto (Arcady Boitler, 1936), reaparece aquí como una constante de las perversiones en que incurre la fortuna con los frágiles destinos humanos. Tema terrible donde los haya, debía de parecer especialmente morboso para la sociedad mexicana de su tiempo, pues resulta ser una constante en diversas películas de la época. En esta ocasión Alberto Gout se encontró con un guión relleno de tópicos y frases manidas que no hubo manera de arreglar por más oficio que se le echara. Carente del grado de delirio y felonía de Sensualidad, esta nueva producción del cine de rumberas se ahoga en la profusión de situaciones predecibles y diálogos rimbombantes que conducen a un clímax absurdo.

Muy cuidada formalmente, En carne viva tiene sus mejores momentos durante la primera hora del film, donde la belleza criolla de Rosa Carmina destaca con luz propia entre la frondosidad recreada en estudio de una Veracruz donde Carmina parece su princesa azul de ensueño. El cine mexicano, que en general fue un cine de artesanos más que de maestros, y de grandes momentos más que de grandes películas, aporta con En carne viva algunas conseguidas escenas de cabaret (las que transcurren en El Tiburón, de Veracruz, donde también destacan las canciones de Toña La Negra), y una simpático número musical ambientado en un autobús de transporte público. Sobre todo, la película es un festín para que los ojos se recreen una y otra vez en la belleza de la actriz cubana, que ejecuta muy bien su personaje: no sólo su mirada oblicua y desconfiada resulta enormemente seductora, sino que también resultaba muy verosímil al pasar de la ternura a la sensualidad, de la angustia a la sabia resignación.

En carne viva (1951). Dirección: Alberto Gout. Intérpretes: Rosa Carmina, Crox Alvarado, Rubén Rojo, et alii. Más información, IMDB.

HOJAS SECAS XVI

lunes, junio 01, 2009

NADANDO CONTRA LA CORRIENTE EN UN RÍO DE SANGRE

Como la mayor parte de mis visitantes me lee desde España buscando reseñas sobre literatura, cómic o cine, no es costumbre mía hablar de la ciudad en que vivo. Hoy debo hacer una lacerante excepción. El nombre de Manuel Arroyo Galván quizá no diga nada a quien haya leído este blog, ni siquiera si en su día leyó completa esta entrada sobre Creatividad y educación. Hasta ayer era un compañero más de los que cada día frecuento y trato, un profesor dedicado con seriedad al mismo trabajo al que yo me considero entregado con la misma seriedad: la enseñanza universitaria. Es una hermosa profesión, por lo general. Incluso si esa es tu profesión en una de las ciudades más desgraciadas del planeta: Ciudad Juárez, Chihuahua, México.

Hoy Manuel Arroyo Galván, compañero y amigo, no es más que un desafortunado cadáver de los muchos que cada día arroja esta inútil guerra contra las drogas en esta ciudad en la que vivo: Ciudad Juárez. No es ésta la ciudad a la que yo vine a parar por amor hace quince años. Digo por amor, porque continúo casado con la responsable. Era entonces Juárez una ciudad próspera y alegre, en la frontera con Estados Unidos. Tenía fama de ciudad divertida y picante. De tolerante y caótica, pero dentro de un caos moderado. Ciudad de maquilas, un millón y medio de habitantes y un millón de cantinas. Una ciudad para perderse en ella y olvidar el mundo. Feíta pero cachonda. Esa era la ciudad que yo conocí. Esa ciudad hoy día ya no existe.

Hoy es una de las capitales mundiales del crimen. La sombra de un reinado de terror, de sangre y de muerte se proyecta sobre todos nosotros. Es una ciudad maldita. La imaginación popular asegura que cuando un crimen espantoso sucede en una casa, esta casa queda embrujada y maldita para siempre. En esta ciudad que yo veo como mi casa han sucedido muchos más que muchos crímenes. Su fama internacional comenzó en los años 90, con la violación y asesinato de más de 400 mujeres. Asesinatos impunes. Después de 400 asesinatos impunes de mujeres (y no menciono asesinatos de hombres), cualquier ciudad queda embrujada y maldita. En esa ciudad vivimos todos. Desde esa ciudad te escribo yo.

Desde que Felipe Calderón llegó a la presidencia de la República, el presidente se empeñó en combatir el narcotráfico. Cosa hermosa querer un mundo sin drogas, fumadores ni chicuelas que abortan. El problema es que, antes de empezar su guerra, el mandatario olvidó contar las balas que tenía en la escopeta. ¿He dicho balas? Rectifiquemos: piedritas en el tirachinas.

Vivimos literalmente bajo el fuego. Los narcotraficantes asesinan con total libertad por las calles, frente a las escuelas delante de los niños, o entrando sin complejos en cualquier restaurante de moda por las noches. La policía mientras tanto, ríe y se pasea. El ejército ha ocupado las calles, y la población ya no sabe a quién tenerle más miedo: si a los sicarios del narcotráfico, a la policía o al ejército. Tienen buenas razones para temer a cada uno de estos grupos y ninguna razón para celebrar su presencia.

Hoy le ha tocado, de nuevo, a un compañero mío (el semestre pasado fue a Gerardo González Guerrero, un psicólogo entusiasta, a punto de alcanzar la jubilación, que se desvivía siempre por sacarme conversación sobre España). Mi compañero se llamaba Manuel Arroyo, y no merecía estar muerto. No tenía vínculos con el narcotráfico, no se dedicaba a la política, no pertenecía a ninguna de las policías locales ni nacionales. No era más que un profesor universitario. Muy querido por nosotros sus colegas, y por sus alumnos. Un hombre entusiasmado de vivir la obligación de enseñar a quien no sabe. El presentador del noticiero nocturno asegura en el lamentable noticiario que cierra cada noche la vida en Juárez, que el asesinato de Manuel ha sido una “lamentable confusión”. ¿En nombre de quién habla?

Manuel está muerto. Acribillado frente al volante de su auto en una céntrica avenida de la ciudad. Ante los ojos de todos. Nadie merece morir así. Ninguna persona de las que desde el año pasado han caído bajo las balas. Ciudad Juárez es la capital de los crímenes impunes. Un parque de atracciones para psicópatas. Manuel ahora está muerto, pero mañana puedo ser yo. O mi esposa. O mi mejor alumno. O tú, si es que me lees desde esta misma ciudad.

Pero déjenme que les cuente cómo me he enterado del asesinato de Manuel. Yo estaba en clase, como debe ser (zapatero, a tus zapatos). Estábamos concluyendo un módulo de la maestría de la que soy coordinador (maestría, en castellano de Castilla se dice máster). Veíamos Así es la vida, de Arturo Ripstein. Concluíamos un análisis sobre variaciones del mito de Medea. Advierto que ha faltado una chica que trabaja en uno de los periódicos de la ciudad. De pronto, uno de mis alumnos se levanta nervioso, me pasa su celular y leo aterrado un mensaje SMS que acaba de recibir de mi alumna ausente: “Parece que han asesinado a Manuel Arroyo, profesor UACJ, avisa a Vigueras, esto es un caos y no podré llegar a la clase…”

Me levanto como impelido por un resorte y salgo del aula. Necesito un café, y sobre todo, un cigarrillo. Acudo a mi oficina y consulto la versión electrónica de uno de los diarios. Nadie menciona el nombre de Arroyo, pero una de las noticias parece coincidir con él. Ni que decir tiene que no era tan fácil reconocer el cadáver que buscabas: el viernes hubo 10 asesinatos en la localidad. Un día de tantos. El asesinato de Manuel, en sentido estricto, no fue sino uno más.

Otro coordinador, también vecino, me indica que a las siete y media los profesores y alumnos se reunirán en un lugar emblemático: la mega-bandera. Para quien no lo sepa, la mega-bandera en un asta formidable que sostiene una no menos formidable bandera de la república mexicana. Se ubica en el parque del Chamizal, a pocos pasos de la institución. Regreso a clase, finalizamos la película, doy unas cuantas instrucciones para el próximo día y me toca comunicarles la triste noticia del asesinato de Manuel, pues muchos le conocían. En los ojos de algunos descubro horror y rabia, en los de otros simplemente resignación.

Me dirijo hacia la mega-bandera. Entre el centenar de personas congregadas, reconozco a muchos compañeros y alumnos. Un par de canales de televisión filman y hacen entrevistas. Nos comprometemos a llevar a cabo una marcha hasta las instalaciones policiacas, no muy lejanas, de la PGR (Procuradoría General de la República). Cuando mi esposa y yo llegamos a las instalaciones, comprobamos que ni siquiera la rabia de profesores con estudios de doctorado y años de trabajo intelectual y académico puede ser contenida. Se suceden los gritos y acusaciones dirigidas a los representantes de las fuerzas del Estado y de nuestra seguridad: “¡Fracasados! ¡Devuélvannos nuestra ciudad! ¡Asesinos!” No tardamos en darnos cuenta de que estamos rodeados: la policía y el ejército nos acordona con fusiles en las manos. Seguramente han comparecido por nuestra seguridad. Para que no vayamos a hacernos daño entre nosotros, lastimosos pobresores y estudihambres protestones.

Los congregados exigen respuestas, y los integrantes del grupo proceden a adentrarse en las instalaciones de la Procuraduría después de abrir las verjas a la fuerza. El grupo se dirige hacia la puerta del edificio principal para exigir que las autoridades hagan declaraciones oficiales y se comprometan a encontrar a los asesinos. Aunque sólo sea eso: una declaración de buenas intenciones. Agitan las puertas y las golpean. Se suceden los gritos nuevamente como si se tratase del bramido de un coro griego: “¡Asesinos! ¡Asesinos! ¡Asesinos!” Mi esposa y yo debemos retirarnos, así que levantamos el campamento. Afuera se han congregado más profesores y estudiantes.

En casa, desde la televisión que vomita la furia del día a través del Canal 44, sigo el transcurso de los acontecimientos: veo a mis compañeros unidos de las manos tras las verjas de las instalaciones de la policía, negándose a levantar el sitio hasta que les den cabal razón de qué ha ocurrido. Como es natural, ni el Subdelegado ni nadie les atendió; como es natural, nadie sabe-nadie supo. Tampoco en el México del siglo XXI fluye la información: siempre está sesgada, manipulada, infantilizada… Ni autoridades ni medios de comunicación (principalmente los de esta pobre ciudad obrera) tratan a sus compatriotas como a adultos.

Desgraciadamente, hay momentos en la vida en que uno debe dar un paso al frente. Que me perdonen mis amigos mexicanos por dejar mis temas y hablar de éstos otros. Pero resulta, amigos, que las balas no entienden de nacionalidades, y que cuando la sangre fluye, fluye siempre en la misma dirección. Y yo también siento cierto aprecio por la sangre que corre por mis venas. Ayer fue Manuel. Una víctima más de una guerra que sólo ganarán quienes atienden a las leyes de la oferta y la demanda: quienes venden las drogas. Nosotros, los seres humanos, no somos más que estorbos molestos por el camino. Hay que encontrar una alternativa sensata a esta lacra que está destruyendo países y miles de vidas. Hace seis meses cayó bajo las balas mi compañero Gerardo González. Fue otra “lamentable confusión”. Y en medio, muchas más vidas han caído y caerán. Mañana, sin ir más lejos. Y volviendo al tema del asesinato del profesor Manuel Arroyo: ¿A quién le importa la muerte de un maestro perteneciente a un sistema educativo difunto? ¿Ha llegado el tiempo de que los muertos enterremos a los muertos? ¿Tiene sentido seguir exigiendo honradez, responsabilidad y esfuerzo a nuestros estudiantes? ¿De qué lado estamos cuando les hacemos sufrir tanto para sacar la mínima calificación aprobatoria? ¿No nadamos contra la corriente en un río de sangre?


Imágenes tomadas del blog Pulpnivoria