jueves, marzo 31, 2011

BORN AGAIN, AND AGAIN


Me enganché con los cómics de superhéroes a finales de los años 80. Antes también los había leído, básicamente Supermán y Batman (en Editorial Novaro) y Spiderman (en Ediciones Vértice). Me gustaban, qué duda cabe, pero nunca habían sido realmente mis favoritos: me tiraron siempre más los clásicos de prensa norteamericanos (Flash Gordon, The Phantom, Popeye, Mandrake, Príncipe Valiente...) y los tebeos patrios con el Capitán Trueno y El Jabato a la cabeza. Para colmo, fui de aquellos tontorrones que se creyeron el cuento del Nuevo Cómic y, durante toda mi adolescencia petarda y pedorra, miraba por encima del hombro los tebeos que con llamativos colores distribuía Fórum con Spiderman, Los 4 F, La Masa, La Patrulla X... Esos no son artísticos, no son cultura, me decía yo tras consultar el catecismo de Javier Coma y Román Gubern mientras refugiaba mi nariz ofendida en las publicaciones de Toutain. De vez en cuando me entretenía un poco más en el baño con la lectura de algún ejemplar de El Víbora (que no El Viberia: Hessa, Blancanieves o Paco Pito tampoco eran Arte). La tontera me duró un buen tiempo. Hasta los veinte años. Me sentía apoyado por mis amigos. ¿Cómo voy a ir a un kiosco por un tebeo de la Patrulla X? Me interrogaba retóricamente uno de ellos. Yo asentía. Qué tonterías leía la gente. Superhéroes. Nah. ¿Quién puede creer en historias de tipos con superpoderes?

Pero yo por las noches tenía pesadillas. Soñaba que llegaba a una tienda de viejo y encontraba una pila de tebeos de superhéroes con sus llamativos personajes y colores. Buscaba con avidez entre ellos y me llevaba unos cuantos a casa. O soñaba que el kiosco de la esquina exhibía los últimos números de Fórum y me embriagaba el aroma del papel barato y de sus tintas embriagantes. Que tomaba uno, lo leía y me inundaba de placer mefistofélico. Me despertaba sudoroso y con taquicardias. ¿Cómo podía haber soñado aquello? ¿Cómo iba a cambiar yo mi Corben a todas horas y mi Vampirella de Pepe González por esos extravagantes saltimbanquis? ¿Qué marchaba mal dentro de mí? La pesadilla se volvió recurrente. Comencé a perder el apetito y a entregarme a la bebida.

Durante mis visitas a las librerías, solía entretenerme un poco más de la cuenta en los mostradores donde se exhibían aquellos odiosos tebeos que-no-eran-cultura y registraba en mi memoria los títulos de sus colecciones. Intentaba hacerlo con mucho disimulo, ojo, no fuera que alguien pudiera confundirme con un lector de super-tonterías. Pero no podía evitar sentirme atraído por algunas portadas. Bah, la Patrulla X ya no es lo que era, decía para mis adentros tras hojear algún ejemplar dibujado por Byrne. ¡La Patrulla de Stan Lee y Jack Kirby sí que era buena! ¿Quiénes serían estos nuevos personajes estrafalarios? Esta tal Tormenta no está nada mal, mmm… Mira nada más, este Lobezno tan enano qué feo es…

Creo que fue Carlos Pacheco quien tuvo la culpa de todo. Un día vi el número 5 de Nick Furia contra Shield, y sencillamente me gustó la portada. Pacheco no era una estrella internacional en aquel momento, creo recordar que más que nada era un superfán que había conseguido colarse poco a poco en las publicaciones Fórum y ahora le permitían ilustrar las portadas de aquella colección del tío Furia. No me hagan mucho caso porque igual no fue así. El caso está en que tomé aquel número y me dije: total, como va a ser una mierda, luego lo tiro a la basura y ya está. Nadie va a saber lo que he hecho. Pagué un poco nervioso al librero, temeroso de que me recriminase andar leyendo esa clase de tebeos a mi edad. Lo escondí en mi carpeta de la universidad y me lo llevé a casa. Y me lo leí. Y aquello abrió la caja de los demonios. Y después siguió el resto de la colección de Nick Furia contra Shield (nueve números), y los Clásicos Marvel, y Héroes Marvel, y la Patrulla X de Claremont y Byrne, y los Clásicos X-Men (con maravillosas historietas introspectivas sobre los mutantes de John Bolton), y Thor, y Conan, y La Espada Salvaje de Conan, y Conan Rey, y La Madre Neurótica de Conan, y Daredevil, y... En fin, descubrí a los veinte años el placer de asomarme a un universo colorido y subyugante que, quieras o no, no era el de las revistas tan artísticas y cultas del Nuevo Cómic. Pero ojo: ni mejores ni peores, eran otro rollo, y un rollo que me atrapó como no lo había hecho ningún tebeo desde mis lecturas infantiles de los grandes personajes de Bruguera. Y que conste que ahora no reniego de aquellas maravillosas revistas de Toutain, ni de El Víbora de Berenguer, ni del Cimoc y el Cairo de González. ¿Cómo renegar del Totem de Rocca? Sencillamente, ahora mi gusto es mucho más amplio que cuando era un mindundi de veintipocos, poco vivido y peor follado.

Ahora, más de 20 años después, estoy convencido de que aquel día en que compré el número 5 de Nick Furia algo cambió para siempre. Algo en mi cabecita hizo “clic” y ya nada volvió a ser lo mismo. Algo comenzó a germinar en mí ese día en que tomé la decisión de que nunca más debía volver a despreciar a nada ni a nadie sin conocerlo primero. Por supuesto, las pesadillas recurrentes se terminaron, y comenzaron las fantasías diurnas de conseguir tal o cual número de tal o cual personaje, y durante varios años fui muy feliz gastando el dinero que ganaba dando clases particulares o en academias en colecciones como Lobezno o los primeros tomitos Prestige. Este cambio de mentalidad (o de percepción) se ha vuelto a dar varias veces en mi vida de lector de tebeos. Mucha gente de mi edad desprecia el manga. Yo adoro el manga (bueno, no todo, claro). He descubierto el placer de leer en formato digital tebeos escaneados. He descubierto el placer de leer ignotas colecciones de cómics populares chilenos o mexicanos que nunca llegaron ni llegarán a España. Ni de nombre.

Uno de las colecciones que marcaron ese cambio de mentalidad fue Daredevil. Tengo en Murcia todos los números que editó Fórum en su vol. 1 y todos los que editó en su vol. 2. En la primera tanda, Frank Miller. En la segunda, mi favorita, Ann Nocenti en los guiones y John Romita Jr. en los dibujos entintado por el inconmensurable Al Williamson. Canela fina. Creo recordar que la célebre historia (o arco argumental) de Born Again, escrita por Frank Miller y dibujada por David Machuzzelli, no se publicó ni en el vol. 1 ni en el 2. Que apareció serializada en la colección de Spiderman. Si es así, también los tengo todos, porque el Born Again lo tengo al menos dos veces: en su primitiva edición española y en su edición mexicana en dos volúmenes tipo Prestige. Me falta la V.O.

Acerca de las excelencias de esta historia se ha escrito mucho, y no voy a ser redundante. Creo que todo el mundo que tenga afición por los cómics, sean o no de superhéroes, debería leer Born Again. Sobre todo porque el ciego Matt Murdock, Daredevil, aka el Cuernitos, ha sido uno de los personajes mejor tratados en la historia de Marvel. Es un superhéroe, pero tampoco demasiado. Sus mejores historias se mueven más en el registro de la novela negra, en el retrato social de una sociedad descompuesta, en la denuncia del crimen de alto standing, de corbata y gemelos en los puños de la camisa. Ya no leo muchos superhéroes, no por nada, sino por la pereza que me causa ponerme al día con la famosa continuidad Marvel. Y también porque los tebeos se han ido volviendo más visuales y menos literarios. Y también porque el tiempo es corto sin ser maltés, y no se puede leer todo, así que aprovecho el revival de los clásicos de prensa en Estados Unidos para acceder a obras que no conocía como Captain Easy o Little Orphan Annie. Pero le sigo la pista al Cuernitos, porque sé que sus historias me van a seguir interesando (la etapa Bruebaker no la he agotado, y éste sí es un escritor que me gusta mucho).


Y todo este rollo, ¿para qué? Bueno, sólo para compartirles que se ha reeditado en España el Daredevil: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli, en un solo tomo y tapa dura. Es una obra altamente recomendable que redefinió a un gran personaje. En el diario El Mundo le dedicaron esta trabajada presentación donde explican muy bien la importancia y el encanto de esta historia dentro de una serie ejemplar, pese a sus desniveles a lo largo de los años por equipos creativos distintos. Lo de siempre. Si no viven en España, cómprenla en Amazon en inglés. Y si no saben inglés o no tienen tarjeta de crédito, pues... Tecleen Daredevil Born Again en su buscador de Google y seguro que hallarán una edición digital en castellano fácil de descargar.

jueves, marzo 24, 2011

VUELVEN LOS TRANCAZOS

Quinto mano a mano de literatos en la Cafebrería. Cualquier pretexto es bueno para darse de trancazos. No olviden traer su cachiporra. No se aceptan armas de destrucción masiva.

miércoles, marzo 23, 2011

THE LAST TIME I SAW LIZ

La última vez que vi a Liz fue, precisamente, este pasado domingo. La última película que he visto fue ¿Quién teme a Virgina Woolf?, de Mike Nichols (1966), que co-estelarizó con Richard Burton (en la foto de abajo), ese grandísimo actor galés medio loco con quien se casó dos veces , de quien se divorció dos veces, y con quien tuvo una relación turbulenta y apasionada como pocas. Dos seres del crepúsculo. O sea, de cuando los hombres eran hombres desde muy pronto, y las mujeres eran mujeres. No como ahora en que unos Estados políticamente correctos insisten en tratarnos como si fuéramos niños eternos, o sea, como a retrasados mentales. En Virginia Woolf esta actriz superdotada sigue rompiendo la pantalla y nos proporciona uno de las más enjundiosas actuaciones de la década de los 60, por la que ganó un Oscar (que es lo de menos, pero ahí queda el dato). Me gusta sobre todo en esa etapa, entrando en una gloriosa madurez y con unos kilos de más. Y la primera vez que la vi, no la recuerdo, pero sí recuerdo la primera vez que me impresionó en mi tierna adolescencia: era la Maggie de Una gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks, 1958). La foto que he colocado arriba es de aquella película, donde también desplegaba una sexualidad y un erotismo desbordante. Empezó en el cine a los doce años. Ahora el telón ha caído sobre ella para siempre.

lunes, marzo 14, 2011

GREG ES SHAKESPEARE: REGRESO AL RANCHO 666

Hace semanas pude al fin extraer tiempo y serenidad para llevar a cabo una de las mejores lecturas de los últimos años: nada más y nada menos que los dos volúmenes integrales de Comanche que Planeta-de Agostini tuvo a bien publicar en 2008 y 2009. Comanche es uno de los grandes títulos de la bande-desinée francobelga, y en concreto una dignísima representante de este último país, Bélgica, en cuyo semanario Tintín se publicaron las historias protagonizadas por Red Dust y los demás integrantes del Rancho Triple 6. Obra maestra escrita por el veterano fabulador de historias Michel Regnier (que firmaba, simplemente, como Greg) y dibujadas por aquel discípulo y cachorro de león que ya era Hermann desde sus comienzos, podríamos decir que Comanche es al western belga lo que Blueberry al western producido en Francia: la obra cumbre representativa. Y como entrar en comparaciones sería odioso al hablar de obras maestras, que cada quien lleve el agua a su propio molino. Podemos dejarlo en que Comanche constituye, junto con Blueberry y el italiano Ken Parker (Milazzo y Berardi) la Santísima Trinidad del cómic western europeo que es como decir del cómic mundial, ya que, salvo notabilísimas excepciones (Casey Ruggles o Lance, de Warren Tufts; Red Ryder, de Fred Harman y millares de comic-books de calidad variable) el mejor western escrito y dibujado es el western producido en Europa.

Tardó el gran Greg en crear este western maduro y crepuscular lleno de personajes recurrentes, unos malvados y otros confusos y entrañables. Se debió a varias razones: el magisterio de Jijé con su vaquero Jerry Spring y más tarde del tándem Charlier/Giraud que, a través de Blueberry, sentaba cátedra y expandía su influencia a lo largo y ancho de Europa; por otro lado, a que Greg pudo empezar a hacer un poco lo que le daba la gana cuando heredó el puesto de redactor jefe de la revista Tintín en 1966 y comenzó a madurar la idea de dar un empujón más adulto a la revista a imitación de los vientos que por aquel entonces soplaban desde Francia y habían elevado de la adolescencia a la madurez a una revista tan emblemática como Pilote. Por último, Greg esperó a que su alumno favorito, el superdotado Hermann formado en su estudio, estuviese maduro para afrontar lo que se pretendía un western diferente. Los años de experiencia mientras ilustraba los guiones de Greg para Bernard Prince habían dado por fin un fruto único de especialísimo sabor.

Y Comanche se inaugura el 16 de diciembre de 1969 en el semanario Tintín. Su protagonista pareciera ser Comanche, la bella heredera de un arruinado rancho, el Triple 6 (o simplemente 666), una muchacha pequeña y morena, delgada como un junco y tan emprendedora como obcecada, en cuyas tareas le ayuda un viejo borrachín llamado Ten Gallons, heredero de la gloriosa estirpe de Walter Brennan en tantos westerns de John Ford, Howard Hawks y otros. Pero un día (El Día, pues tal día se abre la vertiginosa acción de la serie Comanche) llega al 666 un vagabundo descreído, un poco obtuso pero de buen corazón llamado Red Dust, un pelirrojo singularmente bueno para entenderse con su pistola, tan bueno como malo para imponer paz, orden y prioridad en sus pensamientos y emociones. A este trío protagonista se unirán otros personajes secundarios como el cheyene Mancha de Luna, el negro Toby y el juvenil y rubio "Tender Foot" Clem. Pareciera que estamos ante una serie coral (pues alrededor de todos ellos girarán otros personajes, desde los siniestros hermanos Dobbs hasta la "Condesa", que regenta el Saloon del pueblo), pero es sólo en apariencia, pues sobre todos ellos volará con mucha luz propia el gran Red Dust, que acabará por capitalizar el protagonismo de una acción que por lo general lo arrastra de pueblo en pueblo y de conflicto en conflicto.

Comanche alcanzó la cifra de 15 álbumes publicados entre 1969 y 1998. El último álbum de Greg (que éste no pudo concluir; los últimos fueron escritos por Michel Rouge) marcó el fin de esta leyenda del western europeo, de esta serie capaz de sumergirnos en sus paisajes, sus personajes y su acción con una capacidad de absorción que sólo he visto en los mejores westerns de la historia del cine. Comanche nada tiene que envidiarle a muchas de las obras maestras cinematográficas en las que se inspira pero también redimensiona al concederles una nueva fuerza. Y es que si los paisajes de Hermann son formidables (como corresponde a todo buen western, donde ya sabemos que el escenario es un personaje protagonista más), no menos formidables son los guiones de Greg, pero en concreto sus magistrales diálogos, llenos de una fuerza superlativa y de un ingenio para las réplicas alucinante que otorgan a Comanche algunos de los mejores diálogos de la historia del medio. Diálogos prodigiosos. Ya no digo que las tramas sean más o menos originales, que casi nunca lo son, sino que los diálogos bordan unas historias que, quizá, por si solas, no serían la gran cosa. Greg es Shakespeare.

Existe en Comanche, a partir del tercer álbum, cierto tono elegíaco que no sé si debería identificarse con muchas clases de moribundez: quizá con la moribundez del propio género western, quizá con la del cómic europeo del que Comanche fue obra maestra y canto de cisne. Quizá con el ocaso como escritor y hombre de otro tiempo que fue Greg a a medida que la serie progresaba, maduraba y se convertía en obra de culto, en referencia fundamental del género. Yo conocí Comanche de niño, durante mis desordenadas lecturas de la revista Mortadelo durante los veranos. No me gustaba. Me asqueaba, incluso. Me daban asco esos colores cochinos de la época (aquí presento algunas páginas, cortesía de Absence), me saturaba aquella peste a sudor de los personajes, peste a vaca y a estiércol. Para colmo, Mortadelo sólo editaba dos páginas por número, y las fastidiosas historias (incomprensibles para mí, que no seguía semanalmente Mortadelo) se alargaban durante miles de años de manera molesta y absurda. Hoy me da gusto reconocer que era un niño, que mis gustos de hoy no son los del niño que fui. Que no me tira la nostalgia. Que ya soy mayors. Que adoro Comanche.

En lo personal, me fascina ese tono elegíaco de Comanche. Se narra la historia de una muerte, de la muerte de un mundo y de la muerte de cierta clases de ilusiones. Red Dust es el personaje elegido para representar esa agonía lenta, ese calmo morir donde, a medida que Comanche y los habitantes del 666 prosperan, luchan y crecen, el infinito mundo de las grandes praderas se cierra sobre el inadaptado Dust, uno de esos grandes personajes que huyen de sí mismos sin posibilidades de redención. Cada álbum de Comanche es una pieza teatral: personajes muy bien dibujados psicológicamente, diálogos de una riqueza pocas veces vista y leída en el cómic donde Greg demostraba lo difícil que resulta ser escritor, pero sobre todo, lo difícil que resulta ser escritor de diálogos. Feo desprecio le hizo Greg a su discípulo Hermann al asegurarle que nunca sería buen escritor. Como respuesta también despectiva y edípica, flaco favor le hizo su discípulo Hermann al afirmar a los cuatro vientos que “Si sabes dibujar, sabes escribir”. No creo que Hermann, destetado ya de un Greg que se aproximaba hacia el ocaso, haya brillado nunca a la altura de aquel maestro de maestros. Sí, Hermann fue el impecable representador de paisajes, de ambientes y de personajes, pero la hondura de los caracteres que se pasean por Comanche, la profundidad del tempo narrativo y, vuelvo a insistir, unos diálogos profundos y bellos a veces afilados y cortantes como estiletes, otros rebosantes de puro lirismo, eran puro Greg, puro Shakespeare. No cualquiera que sabe dibujar sabe escribir como sólo un puñado de genios ha dominado el diálogo en la novela, en el teatro, en el cine, en el cómic.

Reproduzco a continuación las páginas publicadas en la ya mentada Mortadelo correspondientes a los huecos de la edición de Planeta y también de la original en el mercado francófono. Son las páginas perdidas de Comanche, editadas en su tiempo en la revista Tintín, y recuperadas para nosotros por el gran Absence de El Blog Ausente.





domingo, marzo 13, 2011

DOT Y DASH EN VERSIÓN CALDAS

En espera de que Manuel Caldas edite el tomo 3 de Lance, me entretengo con una de sus últimas y deliciosas ediciones: Dot y Dash, de Cliff Sterrett. Recientemente también editó restaurada la magistral Los niños Kin-Der, del titán Lyonel Feininger. Ya no puede encontrarla, por desgracia, aunque en su momento adquirí la edición de Fantagraphics. No sé qué tienen estos pioneros del cómic que, cuanto más viejos son, más deleitosos y modernos me parecen. Se ha dicho que los cómics empezaron por las vanguardias (históricamente hablando, era la época) y que ahora están instalados en su clasicismo. Es curioso, pero así lo pienso yo también. Los mejores de ahora, por ejemplo, palidecen o no aportan demasiado en comparación con Herriman, Feininger, McCay y otros. El nuevo aperturismo a las tendencias sexuales nada tiene que envidiar a la ambigüedad erótica de Lucy y Sophie se dicen adiós. No cabe duda de que, como Benjamin Bottom, el cómic morirá cuando alcance el arte rupestre. A la vista de lo que se publica hoy día, podemos decir que ya falta menos.

Dot y Dash era una topper (las toppers estaban en la parte de arriba de la página, y aunque a veces fuera abajo se la sigue llamando topper) que Cliff Sterrett dibujaba como complemento para su vanguardista página dominical Polly And Her Pals. Que ahora se reedita en Estados Unidos, precisamente, en edición champagne (¿ ?). Era una tira de relleno, protagonizada primero por un perrito y un gatito y luego por dos perritos. No pasa nada nunca. ¿No pasa nada? Bueno, no pero sí. Avatares de animalitos que se asustan, se persiguen, se apoyan y se quieren; historias de animalitos que se sorprenden de las contingencias del clima o de las aves; que se camuflan y se disfrazan y se asustan de sí mismos; que persiguen a otro animalito y se les escabulle, y el pequeño universo se llena de asombro. Aburrirá ciertamente a quienes no gustan de mirar a los animales, pero nos gustará a quienes pasamos largos ratos mirando a nuestras mascotas (más divertido si son dos) atender con inocencia e incredulidad un mundo que escapa a su entendimiento, pero nunca a su tesón por cazar y jugar, por implicarse en un mundo que nunca comprenderán porque, como animales que son, sólo tienen anima. Como siempre, la edición de Caldas es excelente, editada en buen papel y con todos sus colores originales bastante remozados, pero sin ser nuevos. Un entretenimiento quizá intrascendente, pero delicioso.

sábado, marzo 12, 2011

UN LIBRO DE LITERATURA SOBRE LA INDUSTRIA MAQUILADORA EN CIUDAD JUÁREZ


Entramos en la recta final de la solicitud de textos sobre la influencia de la industria maquiladora en la vida de Ciudad Juárez. Yep, Ciudad Juárez: esa urbe castigada por los cuatro jinetes del Apocalipsis. Ya saben: queremos poesía, teatro, cuento o crónica. Ya tenemos muchos textos, pero QUEREMOS MÁS. Las bases, a continuación, y el plazo se cierra (ahora ya sí, para siempre) el 21 de abril de este añito bonito. Anímense. No sólo sufran Juaritos: descríbanlo para generaciones futuras.

*

El Taller de Novela Élmer Mendoza, a través del Programa de Apoyo a las Comunidades Municipales y Comunitarias (PACMYC) invita a participar en la siguiente convocatoria de publicación de un libro sobre LA INDUSTRIA MAQUILADORA EN LA VIDA DE CIUDAD JUÁREZ

BASES

1. Podrán participar con un texto literario de cualquier género (poesía, cuento, crónica y teatro) todos los nacidos o residentes en Ciudad Juárez, trabajen o no dentro de la industria maquiladora. Los textos seleccionados serán incluidos en un libro cuyo tema central será la industria maquiladora bajo cualquier aspecto que la caracterice. Buscamos historias que transcurran dentro de la maquiladora, o historias donde la maquiladora tenga un protagonismo relevante, poemas sobre las emociones y sentimientos que este tipo de empresas despierta, crónica sobre la vida de los trabajadores de esta industria, y también, por qué no, pequeñas obras de teatro que giren en torno a la existencia de las plantas ensambladoras que conforman la geografía de Ciudad Juárez. Historias, emociones y vivencias que dibujen el mapa humano de quienes vivimos en Ciudad Juárez.

2. Los trabajos deberán enviarse al correo electrónico libromaquila@gmail.com

3. Los concursantes enviarán un texto inédito con el mínimo y máximo de cuartillas que se estipula a continuación:

*En el caso de poesía, mínimo de un poema y máximo de 5 poemas y/o diez cuartillas a doble espacio.

*En el caso de textos en prosa (cuento y crónica) el máximo será de diez cuartillas a doble espacio.

*En el caso de los textos teatrales, la extensión abarcará desde del micro-teatro (mínimo de una cuartilla) al teatro breve con un máximo de diez cuartillas a doble espacio.

4. Los concursantes deberán anexar un breve currículum donde incluyan sus datos personales (nombre completo, edad, dirección y teléfono), así como una breve semblanza biográfica.

5. La fecha de cierre para la recepción de trabajos se amplía al 15 de abril de 2011.

6. Los textos serán dictaminados por un Consejo Editorial integrado por escritores, profesores universitarios y/o críticos de literatura de reconocida trayectoria.

7. Una vez emitido el fallo sobre la selección de textos se procederá a notificar a los autores seleccionados y no seleccionados la decisión del Comité Editorial vía correo electrónico.

8. Será facultad de los organizadores y del Consejo Editorial descalificar los trabajos que no cumplan con las bases de esta convocatoria, así como resolver cualquier caso no contemplado dentro de la misma.

9. La fecha de la publicación y presentación del libro será establecida por los organismos convocantes, y a su debido momento se hará pública a todos los participantes del producto final.

10. No se devolverán los trabajos no seleccionados y éstos serán destruidos tras conocerse el fallo del Comité Editorial.

11. El fallo del Comité Editorial será inapelable.

12. La titularidad de los derechos de autor corresponderá a los autores de cada uno de los textos.

13. La participación en esta convocatoria de publicación implica la aceptación plena de todas las bases de la presente.

Para mayores informes:

blagarci@uacj.mx

dgalbert1@hotmail.com

miércoles, marzo 02, 2011

A LA VENTA TRUENO 5

Ya está a la venta en España el número 5 de la revista Trueno, un fanzine dedicado a estudios sobre el gran personaje de Víctor Mora y Ambrós, pero también a otras de sus creaciones emblemáticas como El Corsario de Hierro o El Jabato (dibujado por Darnís). En esta ocasión, la gran sorpresa es la recuperación de una portada inédita del Capitán a cargo del gran Antonio Bernal (sobre estas letras) que estaba destinada a ser la portada del álbum La muerte de Sigrid. Como es sabido, la debacle de Editorial Bruguera y su cierre en 1986 hizo imposible la publicación de álbum y portada, que hoy publicamos merced a la enorme generosidad de don Antonio Bernal.

El contenido es el siguiente:

- Editorial.
- El Corsario de Hierro. La última singladura de Ambrós y Víctor Mora.
- Corsario de Hierro. Recorrido histórico.
- El Corsario de Hierro. Edición en blanco y negro.
- Galeria. El Corsario de Hierro.
- El Capitán Trueno en Blasco y negro.
- El Capitán Trueno de Fórum.
- Entrevista con Antonio Martín.
- El Capitán Trueno y el Último Combate. Encuentro con Thanatos
- Galeria del El Capitán Trueno.

Mi colaboración en este caso ha sido un intento de reivindicar la obra de Jesús Blasco y hermanos en la saga de Trueno. El artículo se titula El Capitán Trueno en Blasco y negro, y su comienzo lo puedes leer aquí:

El Capitán Trueno en Blasco y negro

No han gozado de mucha gloria en el sentir de los aficionados las tres aventuras del Capitán Trueno que dibujó Jesús Blasco: El regreso del Capitán Trueno, El chacal de Bir Jerari y El demonio de los hielos. Escritas por Víctor Mora, se publicaron en la nueva revista semanal El Capitán Trueno (entre marzo y mayo de 1986) con la que Bruguera pretendía sanear sus cuentas al sanear también, después de tantos años de inactividad, a su héroe más celebrado. Pero Bruguera se hundió poco después de publicar El Capitán Trueno número 13. Fue una pena en todos los sentidos, porque además, El Capitán Trueno era muy buena revista. Recuerdo que la esperábamos con expectación, y que no sólo nos traía nuevas aventuras del Capi (dibujadas bien por Blasco, bien por Luis Bermejo), sino que como revista era estupenda y variada, pues publicaba además historietas de Micheluzzi (Petra Cherie), Hermann (Comanche), Dérib (Buddy Longway) o Maroto (Los mitos de Cthulhu). También eran habituales en ella firmas como la de Javier Coma o Salvador Vázquez de Parga, que resultaban un aval tanto de calidad como de tradición, y al mismo tiempo, modernidad.

Pero la felicidad duró apenas 13 números. Durante aquel breve periplo no sólo fueron publicadas aquellas dos aventuras de Blasco (la tercera de ellas, El demonio de los hielos, sólo llegó a ver publicado su primer capítulo) y una tercera con Luis Bermejo a los pinceles: La muerte de Sigrid. Todas las portadas, magníficas, corrieron a cargo de Luis Bermejo. El balance de los aficionados no fue demasiado favorable ni justo con Blasco. Es verdad que el estilo de Luis Bermejo, más suelto, vigoroso y dramático, nos robó a todos el corazón en aquel entonces: presentaba un Capitán Trueno nuevo, más acorde con los tiempos, y al mismo tiempo perfectamente reconocible dentro de una tradición en la que uno encontraba ecos de Ángel Pardo y hasta de Fuentes Man (esos dramáticos bosques, ese “realismo sucio” en ropajes y armaduras). Luis Bermejo, que además de ser un magnífico dibujante, también era un experto en vikingos (recordemos su codiciadísimo álbum de cromos Los Vikingos ), se alternó con Jesús Blasco en el dibujo de las nuevas aventuras por razones de periodicidad y por un alto nivel de auto exigencia que ninguno de los dos artistas, ya célebres en el campo internacional, iba a rebajar.

Continuará... En Trueno 5