Me enganché con los cómics de superhéroes a finales de los años 80. Antes también los había leído, básicamente Supermán y Batman (en Editorial Novaro) y Spiderman (en Ediciones Vértice). Me gustaban, qué duda cabe, pero nunca habían sido realmente mis favoritos: me tiraron siempre más los clásicos de prensa norteamericanos (Flash Gordon, The Phantom, Popeye, Mandrake, Príncipe Valiente...) y los tebeos patrios con el Capitán Trueno y El Jabato a la cabeza. Para colmo, fui de aquellos tontorrones que se creyeron el cuento del Nuevo Cómic y, durante toda mi adolescencia petarda y pedorra, miraba por encima del hombro los tebeos que con llamativos colores distribuía Fórum con Spiderman, Los 4 F, La Masa, La Patrulla X... Esos no son artísticos, no son cultura, me decía yo tras consultar el catecismo de Javier Coma y Román Gubern mientras refugiaba mi nariz ofendida en las publicaciones de Toutain. De vez en cuando me entretenía un poco más en el baño con la lectura de algún ejemplar de El Víbora (que no El Viberia: Hessa, Blancanieves o Paco Pito tampoco eran Arte). La tontera me duró un buen tiempo. Hasta los veinte años. Me sentía apoyado por mis amigos. ¿Cómo voy a ir a un kiosco por un tebeo de la Patrulla X? Me interrogaba retóricamente uno de ellos. Yo asentía. Qué tonterías leía la gente. Superhéroes. Nah. ¿Quién puede creer en historias de tipos con superpoderes?
Pero yo por las noches tenía pesadillas. Soñaba que llegaba a una tienda de viejo y encontraba una pila de tebeos de superhéroes con sus llamativos personajes y colores. Buscaba con avidez entre ellos y me llevaba unos cuantos a casa. O soñaba que el kiosco de la esquina exhibía los últimos números de Fórum y me embriagaba el aroma del papel barato y de sus tintas embriagantes. Que tomaba uno, lo leía y me inundaba de placer mefistofélico. Me despertaba sudoroso y con taquicardias. ¿Cómo podía haber soñado aquello? ¿Cómo iba a cambiar yo mi Corben a todas horas y mi Vampirella de Pepe González por esos extravagantes saltimbanquis? ¿Qué marchaba mal dentro de mí? La pesadilla se volvió recurrente. Comencé a perder el apetito y a entregarme a la bebida.
Durante mis visitas a las librerías, solía entretenerme un poco más de la cuenta en los mostradores donde se exhibían aquellos odiosos tebeos que-no-eran-cultura y registraba en mi memoria los títulos de sus colecciones. Intentaba hacerlo con mucho disimulo, ojo, no fuera que alguien pudiera confundirme con un lector de super-tonterías. Pero no podía evitar sentirme atraído por algunas portadas. Bah, la Patrulla X ya no es lo que era, decía para mis adentros tras hojear algún ejemplar dibujado por Byrne. ¡La Patrulla de Stan Lee y Jack Kirby sí que era buena! ¿Quiénes serían estos nuevos personajes estrafalarios? Esta tal Tormenta no está nada mal, mmm… Mira nada más, este Lobezno tan enano qué feo es…
Creo que fue Carlos Pacheco quien tuvo la culpa de todo. Un día vi el número 5 de Nick Furia contra Shield, y sencillamente me gustó la portada. Pacheco no era una estrella internacional en aquel momento, creo recordar que más que nada era un superfán que había conseguido colarse poco a poco en las publicaciones Fórum y ahora le permitían ilustrar las portadas de aquella colección del tío Furia. No me hagan mucho caso porque igual no fue así. El caso está en que tomé aquel número y me dije: total, como va a ser una mierda, luego lo tiro a la basura y ya está. Nadie va a saber lo que he hecho. Pagué un poco nervioso al librero, temeroso de que me recriminase andar leyendo esa clase de tebeos a mi edad. Lo escondí en mi carpeta de la universidad y me lo llevé a casa. Y me lo leí. Y aquello abrió la caja de los demonios. Y después siguió el resto de la colección de Nick Furia contra Shield (nueve números), y los Clásicos Marvel, y Héroes Marvel, y la Patrulla X de Claremont y Byrne, y los Clásicos X-Men (con maravillosas historietas introspectivas sobre los mutantes de John Bolton), y Thor, y Conan, y La Espada Salvaje de Conan, y Conan Rey, y La Madre Neurótica de Conan, y Daredevil, y... En fin, descubrí a los veinte años el placer de asomarme a un universo colorido y subyugante que, quieras o no, no era el de las revistas tan artísticas y cultas del Nuevo Cómic. Pero ojo: ni mejores ni peores, eran otro rollo, y un rollo que me atrapó como no lo había hecho ningún tebeo desde mis lecturas infantiles de los grandes personajes de Bruguera. Y que conste que ahora no reniego de aquellas maravillosas revistas de Toutain, ni de El Víbora de Berenguer, ni del Cimoc y el Cairo de González. ¿Cómo renegar del Totem de Rocca? Sencillamente, ahora mi gusto es mucho más amplio que cuando era un mindundi de veintipocos, poco vivido y peor follado.
Ahora, más de 20 años después, estoy convencido de que aquel día en que compré el número 5 de Nick Furia algo cambió para siempre. Algo en mi cabecita hizo “clic” y ya nada volvió a ser lo mismo. Algo comenzó a germinar en mí ese día en que tomé la decisión de que nunca más debía volver a despreciar a nada ni a nadie sin conocerlo primero. Por supuesto, las pesadillas recurrentes se terminaron, y comenzaron las fantasías diurnas de conseguir tal o cual número de tal o cual personaje, y durante varios años fui muy feliz gastando el dinero que ganaba dando clases particulares o en academias en colecciones como Lobezno o los primeros tomitos Prestige. Este cambio de mentalidad (o de percepción) se ha vuelto a dar varias veces en mi vida de lector de tebeos. Mucha gente de mi edad desprecia el manga. Yo adoro el manga (bueno, no todo, claro). He descubierto el placer de leer en formato digital tebeos escaneados. He descubierto el placer de leer ignotas colecciones de cómics populares chilenos o mexicanos que nunca llegaron ni llegarán a España. Ni de nombre.
Uno de las colecciones que marcaron ese cambio de mentalidad fue Daredevil. Tengo en Murcia todos los números que editó Fórum en su vol. 1 y todos los que editó en su vol. 2. En la primera tanda, Frank Miller. En la segunda, mi favorita, Ann Nocenti en los guiones y John Romita Jr. en los dibujos entintado por el inconmensurable Al Williamson. Canela fina. Creo recordar que la célebre historia (o arco argumental) de Born Again, escrita por Frank Miller y dibujada por David Machuzzelli, no se publicó ni en el vol. 1 ni en el 2. Que apareció serializada en la colección de Spiderman. Si es así, también los tengo todos, porque el Born Again lo tengo al menos dos veces: en su primitiva edición española y en su edición mexicana en dos volúmenes tipo Prestige. Me falta la V.O.
Acerca de las excelencias de esta historia se ha escrito mucho, y no voy a ser redundante. Creo que todo el mundo que tenga afición por los cómics, sean o no de superhéroes, debería leer Born Again. Sobre todo porque el ciego Matt Murdock, Daredevil, aka el Cuernitos, ha sido uno de los personajes mejor tratados en la historia de Marvel. Es un superhéroe, pero tampoco demasiado. Sus mejores historias se mueven más en el registro de la novela negra, en el retrato social de una sociedad descompuesta, en la denuncia del crimen de alto standing, de corbata y gemelos en los puños de la camisa. Ya no leo muchos superhéroes, no por nada, sino por la pereza que me causa ponerme al día con la famosa continuidad Marvel. Y también porque los tebeos se han ido volviendo más visuales y menos literarios. Y también porque el tiempo es corto sin ser maltés, y no se puede leer todo, así que aprovecho el revival de los clásicos de prensa en Estados Unidos para acceder a obras que no conocía como Captain Easy o Little Orphan Annie. Pero le sigo la pista al Cuernitos, porque sé que sus historias me van a seguir interesando (la etapa Bruebaker no la he agotado, y éste sí es un escritor que me gusta mucho).
Y todo este rollo, ¿para qué? Bueno, sólo para compartirles que se ha reeditado en España el Daredevil: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli, en un solo tomo y tapa dura. Es una obra altamente recomendable que redefinió a un gran personaje. En el diario El Mundo le dedicaron esta trabajada presentación donde explican muy bien la importancia y el encanto de esta historia dentro de una serie ejemplar, pese a sus desniveles a lo largo de los años por equipos creativos distintos. Lo de siempre. Si no viven en España, cómprenla en Amazon en inglés. Y si no saben inglés o no tienen tarjeta de crédito, pues... Tecleen Daredevil Born Again en su buscador de Google y seguro que hallarán una edición digital en castellano fácil de descargar.