Cuento las horas para acabar la tesis doctoral, y creo que estoy cumpliendo con las fechas y mis fechas. La defensa será el 23 de septiembre. Mis fechas dicen que este viernes 29 le pegaré el tiro de gracia a la tesis. Adiós, bonita, ya sabes que todavía te quiero. En algún cajón de casa intentaré encontrar dónde dejé mi vida hace cuatro años. Es posible que la encuentre en algún zapato viejo que bosteza en el clóset y se ríe de mi destino.
Ha sido un día productivo. Continúo redactando las conclusiones, y hoy se me ocurrieron conclusiones nuevas. En conclusión: concluyo conclusiones. Da gusto cuando el tiempo se dilata y la escritura fluye, y el proyecto avanza. Da gusto cuando un cerebro, dos manos a diez dedos, un teclado y una pantalla de computadora forman un solo ente abstracto apartado de la realidad, y desaparece el mundo, y los demás seres humanos no son más que sombras sin vida mientras uno trabaja con dinamita en las tenebregosas regiones de la mina de su cerebro. Es entonces cuando, como asegura el tópico, hay música en aire, y fluyen las ideas sobre las hojas que braman desde la impresora sobre la mesa como si la computadora fuera un árbol pariendo otoños: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete hojas, ocho, nueve, diez hojas...
Y fue un día productivo. La isla de Tomis es un refugio monástico, embelesado en una pereza solitaria y áulica que irradia una serenidad de cementerio de papas muertos. Oh, sí. Cuando eso ocurre, me fundo con las paredes y hasta me olvido de pelear con los mosquitos que se introducen por la ventana abierta por donde escapan mis humaredas culpables de fumador.
Un día productivo es como una mujer joven y fértil. Es verdad que me encuentro cerca del fin final. Viernes 29, una fecha simbólica, como si fuera mi cumpleaños y quisiera morir y nacer al mismo tiempo. Ese día veré con mis estudiantes El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, de Billy Wilder). Será ese crepúsculo, sí, y mientras lo contemplo por enésima vez amaneceré como pocas veces antes. Que nadie me busque mucho hasta entonces. Aquí tampoco. Pero que sepan que vuelvo enseguida, y que mientras tanto, les quiero con un corazón bien grande y rojo.