jueves, enero 19, 2006

SOY UN DELINCUENTE Y ALGUIEN DEBERÍA DETENERME

Pues sí. Volví de España el pasado sábado convertido en delincuente. En estos tiempos impíos nadie se va a salvar, dentro de poco, de ser delincuente: por fumar delante de una embarazada, por comprar una peliculita para los niños en el top-manta, por tener una botella de tequila guardada en el cajoncito de la oficina, por bajarte un disco de la Mulita, por tantas otras cosas… Ya yo soy un delincuente (fíjese que lo expresé en caribeño, acere).

Que nadie crea que violé la ley anti-tabaco y me eché un farito en uno de los nuevos lugares sacronsantos. De eso nada, monada. Comí el último día en Madrid en un popular restaurante madrileño y me eché mi cigarrito en la puerta, charlando con la mismísima dueña de este restaurante donde ya no se puede fumar, y que también fumaba en la puerta de su secular negocio. La nueva ley es buena, ya que fomenta la amistad en la calle y uno hace amigos e intercambia experiencias mientras los que no fuman se aburren en el interior de los restaurantes. La cosa está en que he delinquido en México, no en España.

Aproveché con gusto mi estadía en España, y con gusto arremetí comprando películas en las rebajas de enero, que para eso están, releñe, para aprovechar las ofertas. El sagrado tres por dos. Yo no soy consumista, júrolo por la cruz de Caravaca santísima (y mal rayo parta a Torrente), pero cuando paso delante de las películas en DVD las películas me incitan y me provocan, las muy cochinas, y tengo que pagar por ellas para llevármelas a mi casa y pasar un buen rato. Me las llevo a mi casa, y luego me arrepiento quizá, o quizá no, pero es lo de menos porque ya me las he llevado conmigo y he pecado.

El caso es que me traje en las maletas unas cuantas películas, escondidillas por aquí y por allí, entre las camisas y los mazapanes para la familia. Cuál no sería mi sorpresa al leer la hojita de la aduana mexicana que me dieron en el avión y descubrir, oh maravilla, que está prohibido introducir en el país más de cinco películas DVD sin declararlas. Hice la lista que ahora les presento, y descubrí que esta vez me traje 42 películas de la Padre Matria, más dos cofres con un par de series de televisión. Muchas de éstas serán las películas que comente en los próximos meses. Pienso disfrutar todas y cada una de ellas, sobre todo al descubrir que por fin soy un delincuente. Qué fácil es para los inocentes violar la ley en los tiempos totalizadores que corren, y qué dulce es hacerlo. Cada vez más. Estas son las niñas de mis ojos:

Michael Curtiz, Dodge, ciudad sin ley; J. Lee Thompson, El oro de MacKenna; Robert Moore, Un cadáver a los postres; VV. AA. Roma (episodio uno, top-manta edition, en espera de que salga la versión oficial); Stanley Kubrick, Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú, y Barry Lyndon; Fred Niblo, La marca del Zorro; Max Ophuls, Atrapados; Billy Wilder, Irma la dulce y Sabrina; Marcel Camus, Orfeo negro; Martin Scorsese, Casino; Claude Chabrol, La década prodigiosa, El carnicero y Un asunto de mujeres; Fritz Lang, La mujer del cuadro y Secreto tras la puerta; Orson Welles, Macbeth; Ingmar Bergman, Gritos y susurros; Federico Fellini, La dolce vita; Marino Girolami, Entre Dios, el diablo y un arma (película ignota del juarense olvidado, Gilbert Roland); Robert Aldrich, El beso mortal; Jacques Tourneur, La mujer pirata; Delmer Daves, Flecha rota; Francis Ford Coppola, Apocalypse Now; Otto Preminger, Vorágine; Manoel de Oliveira, El valle de Abraham; David Lean, Lawrence de Arabia; Jean Renoir, La bestia humana; John Ford, Fort Apache; Charles Vidor, Gilda.

Y a un precio de risa (valía 44 euros, pero me salió con el 35% de descuento, un Cofre Truffaut, con doce películas: Los cuatrocientos golpes, Besos robados, Domicilio conyugal, El amor en fuga, Tirad sobre el pianista, Jules et Jim, La piel suave, Una chica tan decente como yo, El último metro, La mujer de al lado y Vivamente el domingo.

Por cierto: en la aduana de Ciudad Juárez nadie se presentó a despanzurrarme las maletas y requisar mis películas. Fue el crimen perfecto. Tened todos un buen fin de semana, que yo continuaré gozando del botín como un pirata desdentado y jarto de ron pintado por Iranzo.

P.S. The Killers, de Don Siegel (1964), fue la última película de Ronald Reagan como actor antes de dedicarse a la carrera política que le conduciría a la presidencia de los Estados Unidos. La preciosidad que está a su lado es Angie Dickinson. Película poco vista y menos conocida que, siendo un Siegel, no debe estar nada mal.

2 comentarios:

Jody Dito dijo...

En fin!! primero, te felicito por tu protagonismo en tu propia pelicula "El Expreso de medianoche" (que supongo conocerás).

Y después varias puntualizaciones;
Si alguna otra vez pasas por Madrid, sería un verdadero placer tomarme unos tequilas contigo (ya que veo que este licor es el que más te tira), pues creo que sería, para mi, muy educativo tener una conversación con tan ilustre emigrante.

Reconozco que me veo reflejado en ti, ante esa actitud frente a las películas, las rebajas, los DVD, tesoros, disfrutes, tres por dos y morbo aduaneril.

Totalmente de acuerdo en la nueva y deliciosa costumbre que se está imponiendo aquí de trabar amistades en la calle con un pitillo en la boca. Algo que se estaba perdiendo, dicho sea de paso.
Antes, hace años, en los pueblos y entre la gente honrrada y amistosa, era costumbre al conocer a alguien o encontrarselé en medio del campo o en circunstancias inha bituales; el ofrecer un pitillo, para trabar amistad y comenzar a charlar.

Muy buena lista de películas, que ya estoy deseoso de leer sus críticas.

Y por último, cómo se te nota tu tendencia a la chaqueta de pana, ¿no había otra foto más sugerente para mostrar de esa película; "The Killers"?...vamos, vamos Sr. Vigueras!!

Sal..U2...(tes)tes

El Pobresor Gafapasta dijo...

Amigo Jody: estaría muy bien eso del tequila, aunque un rioja también valdría. En cuanto a la pana, jaja... Nunca me ha gustado vestir pana, ni siquiera ahora que se vuelve a llevar (será por ZP?).
Un saludote.