martes, abril 28, 2009

TEBEOTECA III: KOSMAN, DE JUAN G. IRANZO

Incluso las obras “fallidas”, definitivamente menores, del gran Juan García Iranzo (1918-1998) constituyen, a la vuelta del tiempo, un enorme placer para los sentidos. Tomemos por caso Kosman, obra de aventuras espaciales con que el gran artista cerró su trayectoria dentro del mundo del cuaderno juvenil. Fue editada en 1960 por él mismo y sólo duró dieciséis números. Los extraños saltos de página que presenta su último cuadernillo, donde de la página 3 se salta a la 9 y de la 10 regresa a la 4 para conducir a un abrupto final en la página 8 no son una premonición de la Rayuela de Julio Cortázar, sino más bien la necesidad de Iranzo por clausurar la serie de prisa y corriendo, en busca de un final digno, sin desechar ni una sola página del material ya producido. Es una pena, porque de haber continuado, Kosman hubiera sido algo así como el parque temático de la ciencia ficción española. Poco podía ya competir los tebeos tradicionales con las series de TV que se comían la atención de los más jóvenes en aquellos días que fueron los de la muerte del cuadernillo de aventuras español.
El titular, de quien nunca vemos el rostro, es el alienígena Kosman, un ser enmascarado de otro planeta. Es un superhéroe, concepto relativamente nuevo dentro de la publicación de aventuras de la época. No caló la incursión de Iranzo en este medio mucho antes de la llegada a España de la invasión de tomitos Vértice donde conocimos a los superhéroes Marvel. Y por debajo de Kosman están el valiente Pablo Suárez (nueva encarnación de Miguel “El Cachorro”), el profesor Jarko (científico enloquecido trasunto del Zarkov de Flash Gordon), su hija Maribel y el simpático árabe Alí, quien introduce la nota cómica en una serie infantil de aventuras espaciales y que corresponde a los estereotipos raciales de la época.
Quizá lo más interesante del planteamiento inicial sea el doctor Jarko, un científico loco desengañado de la humanidad que, en su delirio, quiere hacer explotar un cohete contra el sol para exterminar a toda la raza humana; con fines filantrópicos, nada menos, ya que así, considera Jarko, los hombres morirán de una vez por todas en lugar de exterminarse aburrida y paulatinamente a través de sucesivas guerras. El planteamiento de Jarko es mucho menos infantil de lo que parece, es un pesimista nato que por medio de la locura recobra la razón del pesimismo absoluto tal y como lo entendían los antiguos griegos: lo mejor para el hombre sería no haber nacido, pero una vez que ha nacido, lo mejor para el hombre es morir cuanto antes. La locura de Jarko (de la que se recuperará en algún momento de la peripecia intergaláctica) convierte a este personaje en un bueno extravagante que conquista los corazones de sus lectores. Sólo es, como plantea Iranzo, un loco bondadoso a quien hay que proteger de su propia locura, que es como decir de su propia bondad.
Kosman no es una space-opera fallida, sino más bien fallera. Quizá los numerosos elementos voluntariamente paródicos del género tradicional (dragones, ovnis, elementos artúricos y medievales, de premonición) no acabaron de convencer a la chiquillería de la época, o simplemente el mismo mercado se hallaba en recesión y ya daba igual un último alarde de genio. Sólo la brevedad de la propuesta la convierte en serie menor frente a otros parques temáticos de género como Rayo Kid o El capitán Coraje del mismo Iranzo. Su excelente factura, la fortaleza y vibrante nervio de sus dibujos y de sus tintas, el trepidante ritmo y vibrante composición de página que Iranzo imprimía siempre a todas sus obras, hacen de la lectura de Kosman un placer para la vista, pero también un divertimento ejemplar para una mente limpia de prejuicios.

Kosman es una verbena sideral donde sus monstruos y malvados (encabezados por El Gran Okha, nueva versión de El Capitán Baco) parecen escapados de una carroza del Entierro de la Sardina antes de ser consumidos por el fuego. La enorme plasticidad, casi circense, de los momentos de acción, así como un retablo de secundarios y malos más entrañables que atemorizadores, dan fe del notable buen hacer de este maestro del tebeo español. Iranzo, con la humildad de sus medios y la fuerza de su talento, construyó en Kosman una cosmotraca intersideral que merece más ser recordada por sus muchos méritos que por sus discutibles, y siempre justificables, defectos.

2 comentarios:

corsariosinrostro dijo...

Acabo de leerme esta tarde toda la colección. Es un delirio de imaginación y fantasía que te mantiene con inerés hasta la última página. El canto del cisne de Iranzo. En una entrevista leí a Iranzo decir que tuvo que malvender todos los cuadernillos sobrantes para saldarlos en sobres sorpresa. Él mismo se arrepentía en la misma entrevista de no haberlos guardado unos cuantos años ya que no se le pasaba por su imaginación, y eso que tenía, y mucha, el valor que adquirirían estos cuadernillos en el mercado del coleccionismo décadas más tarde.
Por cierto, gran blog.

El Pobresor Gafapasta dijo...

Pobre Iranzo. No sabìa eso, lo de los sobres sorpresa. Y sí que coincido en todo lo que afirmas de la serie. Una obra de madurez con un encanto irresistible.

Por supuesto, gracias también por tus palabras elogiosas.

Un saludote.