sábado, agosto 28, 2004

TENER Y NO TENER

Ya me he dado cuenta de que esta bitácora no es lo que debería. No escribo todos los días, y para colmo, cuando lo hago me enrrollo más que una persiana rota. En principio esto iba a ser una bitácora de lecturas y películas deglutidas, pero resulta que consumo mucho más de lo que puedo comentar (hay que sacar tiempo para hacerlo). Bueno, pues ahora voy a renunciar a mi proverbial logorrea (en persona también soy así, sobre todo cuando me dejan solo frente a un salón lleno de alumnos). Ahora voy a comentar rapidito bip-bip, de manera casi telegramática, la última película que he visto.

Acabo de chutarme Tener y no tener (1944), de Howard Hawks, con Bogey y Lauren Bacall. El guión (basado en una novela corta de Ernest Hemingway) lo firman Jules Furthman y, pácatelas, don Guillermo Faulkner. Uno se pregunta qué diablos hacía el futuro premio Nobel y autor de Santuario y Mientras agonizo en un nicho de la Warner Bros, aparte de beber whisky todo el día y calar el oficio de guionista maquilero acorcholatado en el Hollywood Golden Age. La película sigue siendo un primor, una Casablanquica chiquita ambientada en La Martinica. Bogey duro muy duro, pero tierno y romántico, como les gustaba a las señoras de los años 40 y 50. Humphrey encantaba a las mujeres de su tiempo porque era muy viril, pero no era macho. Era galán, pero no cabrón; bebedor, pero no borracho. Con la desaparición de Humphrey Bogart, los hombres perdimos el último referente válido de continuar llevando las riendas masculinas del universo. Lauren Bacall, un quesito de 19 años, le echó el ojo a Bogey y se lo llevó al altar. El matrimonio duró hasta la muerte del tipo duro más tierno de la historia del cine. De secundario, el maravilloso Walter Brennan con dentadura (este actor dividió su trayectoria en películas con dentadura postiza, o sin ella; el director tenía la última palabra, dependiendo del personaje). Lo mejor del film sigue siendo, en primer lugar, la química entre Bogart y Bacall. Cuando los dos están juntos, la pantalla echa chispas. En segundo lugar, esa trama llena de idealismo y lucha contra la maldad humana, encarnada otra vez en el nazismo y sus adláteres. La dirección de Howard Hawks es altamente eficiente, sobre todo porque somete el embrujo técnico de su buen hacer a la mágica presencia de sus grandes actores. Absténganse de ver esta película quienes tengan ese fatuo deseo de abandonar el cigarro. En esta película, como en todas las de la época, se fuma mucho y se fuma bien, con caireles de humo y de placer.

Al final me he vuelto a enrrollar. Soy un degenerado. Comentaré esta película en otra ocasión, porque ahora no tengo tiempo.

No hay comentarios: