Pues que se ha muerto Norman Mailer, el macho-man de la literatura norteamericana. A mí me ha dolido, fíjense ustedes, porque siempre que hablaba lo hacía dando hostias, y me encantaba su incorrección política. En pocas palabras: Mailer era un individuo de verdad, con sus jodidas miserias y contradicciones, en estos tiempos de pusilánimes con corazón de pollo. Bebedor, mujeriego y polémico siempre, enemigo del movimiento de liberación femenino y bastante vándalo, Mailer era uno de esos tiparracos imprescindibles a los que uno no desearía conocer personalmente, pero cuya voz bronca y elevada suponía una verdadera ducha de agua fría en estos tiempos de disneificación y macdonalización de la sociedad y de la cultura.
Nunca olvidaré la última entrevista que leí de él, donde soltó una perla de sabiduría que debería ser memorizada en las escuelas para no ser olvidada nunca: “La democracia es un estado de gracia de los pueblos”. Se descojonaba así, con esas palabras concisas y realistas, de las falsas pretensiones del presidente Arbushto por “democratizar” Irak y otros territorios donde, ni tienen democracia, ni puñetera falta que les hace. Adiós, Norman. Además de colgar este postito, te celebraré esta noche no sólo con unos cuantos tequilas a tu salud, grandísimo cabronazo, sino dando inicio a una de tus novelas, una que, como tantas otras, estaba en lista de espera desde hace un buen rato: Los tipos duros no bailan. Se ha muerto Norman Mailer y supongo que las feministas estarán de fiesta. Festejemos a Mailer.
1 comentario:
Qué bonito obituario. Ganas tengo de copiarlo para recordar la gracia con que se puede rendir homenaje a un tipo como Mailer. A ver cuándo nos cuentas tu lectura de Los tipos duros no bailan
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