Había olvidado lo requetemuchisísimo que me gustaba David Lynch. Aparte de El hombre elefante (película que me encanta y que en su tiempo vio todo el mundo), Lynch consiguió estremecerme con su opera prima, Cabeza borradora, y luego continuó insuflándome su poderoso maleficio con otras películas como Terciopelo azul o Corazón salvaje. Incluso la problemática y no conseguida Dune tiene momentos de inspiración notables. Y sobre todo, fue el artífice de una de las historias más alucinantes jamás rodadas para ese formato popular que es la serie de televisión. ¿Cómo olvidar el embrujo de Twin Peaks y el misterio del asesinato de Laura Palmer? Muchos de los mejores momentos de mi época de universitario se los debo a Lynch. Ver Twin Peaks y su versión estándar para el cine que es Fuego camina conmigo puede ser toda una lección de civilización: uno comprende cómo es imposible compendiar en dos horas toda la magia exhuberante y la poesía atroz de su inolvidable serie. Ver Fuego camina conmigo es llorar. Lo llamo lección de civilización porque uno comprende que la herencia de nuestra cultura no es más que escombros de cuanto se perdió por el camino. Éste podría ser un ejemplo ilustrativo, y sobre todo, fácilmente contrastable.
Me habían alertado con respecto a Mulholland Drive: “Ininteligible. Irritante. Me fui enfadado a mi casa”. Incluso en los extras del deuvedé que he visto la misma Naomi Watts (excelente en su doblete de Betty y Diane) intentaba justificar la complejidad argumental de la película con razonamientos del tipo: “¿Quién quiere entenderlo todo? Somos adultos para interpretar por nosotros mismos. Llévate la película a casa y piensa en ella”. Bueno, yo estoy de acuerdo con estos argumentos, pero desgraciadamente el populacho quiere pensar por su cuenta lo menos posible. Quizá por esto mismo no abundan los directores intuitivos, poéticos y simbolistas como Lynch.
A pesar de los agoreros, he disfrutado mucho viendo Mulholland Drive. Incluso disiento de quienes la consideran película oscura e ininteligible, pues yo creo haberla entendido meridianamente. Está absolutamente claro que el epicentro de confusión procede de que una misma actriz interprete dos personajes, pero esto es comprensible a partir de que esos dos personajes encarnan un símbolo o arquetipo: la mujer, casi muchacha, que sueña con conquistar la fama hollywoodense y que se convierte en mujer (casi muchacha) enamorada, usada y olvidada por esa viuda negra maravillosa que es Rita/Camilla, interpretada por la paseña Laura Elena Harring, una mujer de bandera a quien David Lynch ya ha encumbrado al Olimpo de mujeres fatales de la historia del cine. Y no es para menos, oigan, vaya con mi vecina la del Chuco. Too much burrito fiesta.
Lógicamente, una película que proceda de Lynch tiene sus bemoles. Como Buñuel, Lynch es poeta antes que simple divulgador de miserias humanas. Lynch se expresa por medio de símbolos y de analogías extrañas que sólo es posible comprender en el conjunto de su obra, pues unas películas remiten a otras como es natural dentro de un universo poético y estético consecuente. A esto hay que añadir que la película iba para episodio piloto de serie de televisión, pero los panolis de la cadena ABC americana se hicieron pis encima cuando lo vieron. Como contestaron a Lynch que donde dije digo, digo diego, éste tuvo que hacer una carnicería con la historia completa para rodar una versión comprimida que se pudiera estrenar en cine. A pesar de tanto desaguisado, y a que existen numerosos símbolos y elementos oníricos y simbólicos que no se entienden en un primer visionado (y quizá no se entiendan nunca), la película es una gozada estética, y ganó con toda justicia numerosos premios internacionales.
Como siempre, todo remite al mito o al cuento popular. La narrativa de todo tiempo bebe de lo religioso y lo sagrado, así como de lo popular y lo prosaico. Hay algo en esta película de cuento popular invertido, y hasta corrupto: es fácil identificarse con la jovencita inocente que llega a la ciudad de los grandes sueños y allí conoce a una mujer misteriosa que la introduce en el misterio de una vida y de una muerte, que es, claro, el misterio de la Vida y de la Muerte. Cuando Blancanieves se acostó con la madrastra, nació Mulholland Drive. Una película inquietante, hermosa, llena de figuras poéticas, incomprensible en muchos aspectos, pero profunda y diáfana en su simple trascendencia.
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