Como muchos otros españoles fagocitadores de tebeos, conocí a Milo Manara a principios de los años 80. En mi caso concreto, gracias a la excelente revista Tótem, verdadero parteaguas del tebeo de calidad europeo en España, casi todo prohibido durante el franquismo. Yo, personalmente, le descubrí por sus historias cortas y por El Clic, una buen tebeo que dignificaba el subgénero de la comedia erótica y que más tarde se ha convertido en aburrida y facilona serie tan llena de epígonos como Emanuelle, y cualitativamente degenerativa en proporción inversa al número romano que colea al final del título. Dibujante superdotado, sus chicas esplendorosas le dieron una justa fama universal y le marcaron claramente el camino de la felicidad. Después de obras maestras escritas por Hugo Pratt (Verano indio, Las aventuras de Giuseppe Bergman), de experimentos discutibles pero muy interesantes (Viaje a Tulum, escrita por Federico Fellini) y otras obras siempre muy bien dibujadas, Manara se dio cuenta de que lo suyo era tirar por el camino fácil, cliquear hasta el delirio y dibujar señoritas estupendas como Dios las trajo al mundo sin importar el guión ni el McGuffin. A veces, basta su mera presencia con los pinceles para que una obra se venda como churros (El arte del spanking). A vivir, que son dos días, parece haber pensado Manara. Y es que lo reprochable no es que se haya perdido en su propio laberinto de fantasías y fantasmas sexuales (como fue el caso de mi querido Guido Crepax), sino que se haya aficionado tanto al dinero fácil ganado con obra más fácil todavía.
Me había desinteresado por Manara durante al menos una década (aunque debo reconocer que su Clic II fue la primera obra que yo leí directamente en francés, y no por el francés para el francés) hasta que cayó en mis manos La metamorfosis de Lucio. Un tebeo de Manara basado en el gran clásico de la literatura latina, la novela El asno de oro de Apuleyo. Esto había que comprarlo, y eso hice.
Me acabo de chutar La metamorfosis de Lucio y me ha divertido enormemente. Del dibujo, mejor no hacer literatura: soberbio, como todo Manara. Este hombre es un especialista en dibujar chicas, pero sólo porque es un dibujante superdotado capaz de recrear en La metamorfosis de Lucio todo el mundo romano con una documentación y un realismo poético que le permiten a uno poder viajar en el tiempo y reencontrarse con una civilización desaparecida recreada con tanta naturalidad como si dibujara la nuestra, con sus ambientes y contrastes. Tira un poco de la postal de época, es cierto, pero el postalismo de Manara es gloria para la vista.
¿Y dónde queda Apuleyo? Bueno, en un tebeo de 56 páginas no se puede sintetizar la gloria de un clásico de la novela. Para eso, mejor recurrir al clásico, sobre todo en latín, o en las buenas traducciones de la Gredos o Cátedra. Olvídense de ver recreada la parte más famosa de la novela, la llamada fábula de Eros y Psique. Manara no se mete en berenjenales culteranos y se ciñe a la anécdota: Lucio quería transformarse en ave, y por imprudente acabó convertido en burro. El momento climático vendrá cuando el burro Lucio fornique con una bella matrona romana. ¿He dicho que este tebeo está escrito y dibujado por Manara? Pues sobran las explicaciones. Poco Apuleyo, mucho plebeyo, un costal de Pompeya y una miaja de Fellini para un tebeo regocijante, ciertamente intrascendente para la posteridad, pero exquisitamente dibujado.
Milo Manara, La metamorfosis de Lucio (La Métamorphose de Lucius, 1999). Edición en español de Norma Editorial (2000). Para ver más reproducciones originales de Verano Indio, clica aquí.
1 comentario:
Manara -lo mismo que Moebius- debería dedicarse solo al dibujo y buscarse guionistas más competentes que él. No obstante sus chicas cada día están más buenas ;-)
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