Hoy se cumple un año de una masacre que será difícil olvidar. No sólo para quienes sobrevivieron a ella, sino también para quienes perdieron seres queridos e incluso estuvimos con la angustia en el corazón, pensando en familiares o amigos que podrían haber muerto en los atentados de Madrid. El pueblo español dio una lección de solidaridad al mundo, y luego cayó un gobierno.
Poco después recibí una invitación de mi amigo el dibujante de cómics Paco Nájera para escribir algo acerca de la masacre de Atocha. Iba a ser un homenaje a las víctimas del 11 de Marzo que estaba organizando Víctor Alós. Lo que se ganase con el álbum, compuesto sobre todo por historietas de dos páginas escritas y dibujadas por lo mejor del joven cómic español, irían a parar a la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Un trabajo altruista, hecho de corazón. Una forma de gritarle al mundo lo que regurgitaba dentro de cada uno de nosotros, esa ira contenida después del horror que había que sacar fuera de alguna forma. Me puse en contacto con Víctor Alós, y en principio pensé escribir algo sobre la angustia sentida por un español desde tan lejos (México lindo y querido) ante el antentado terrorista en el que se perdieron 192 vidas. Me puse a ello y escribí algo que titulé Madrid tras lomita.
No funcionaba. Lo que sentía en mi interior era demasiado fuerte: la rabia, la angustia, la conmiseración, el asco por la condición humana, por el fanatismo, por la miseria, por la ignorancia... No se podía expresar a través de lo que un articulito de opinión escrito por un murciano transterrado pudiera decir en dos hojitas.
Cambié de registro e intenté escribir mi homenaje a las víctimas desde un punto de vista menos racional y más emotivo. Tenía que expresar mi dolor al fin y al cabo, y para expresarlo con toda su contundencia sólo me valía la contundencia de la fantasía. Escribí un cuentito insignificante, muy malo y lleno de tópicos, pero muy visceral y sentido, al que titulé Los terroristas no leen tebeos.
Marzo en tinta propia apareció hace unos meses. Se trata de un bello y austero álbum con una portada diseñada por Carla Berrocal. En la portada (que pueden ver encabezando este blogo) aparecen los nombres y apellidos de todas las víctimas. Lo tuve en mis manos en navidad, pero no pude leerlo. No pude, no quise. Mañana se cumple un año de la masacre y acabo de hacerlo. Se me ha renovado la mala sangre del recuerdo de aquel día que es también hoy. Es una obra muy sentida, con historietas que ponen el corazón en un puño y lo estrujan hasta producir zumo de dolor y muerte. Ahí está mi cuentito entre un montón de historietas, entre otros cuentos donde todos nos solidarizamos con las víctimas, con los que se fueron, con el dolor de quienes se quedaron sin sus seres queridos, con el dolor de los que sobrevivieron y quedaron mutilados de muchas formas. Este no es un post patriótico: algunas víctimas eran de origen árabe o centroeuropeo, y todos eran tan humildes que murieron en los trenes de cercanías que les llevaban muy temprano a trabajar. Hay que trabajar para vivir y morir.
Mi homenaje a las víctimas fue mi cuentito, que no he releído, del que no estoy contento y que nada vale. Como ya está editado, no tengo tampco por qué esconderlo. Marzo en tinta propia fue uno de los álbumes más vendidos en España el año pasado, y me siento orgulloso de haber participado en un proyecto altruista donde lo importante era solidarizarse con las víctimas, y gritar, proyectar un grito unánime y potente por un mundo mejor, un mundo donde todos podamos vivir en armonía, ya que no en paz.
Mañana se cumple un año de la barbarie, y para recordar con lágrimas a las víctimas (a quienes murieron y a quienes sobrevivieron y volvieron a nacer) nada más tengo mi cuentito. Lo cuelgo a continuación en un blogo independiente, no por lo poco que vale, sino porque hoy no tengo otra forma mejor de expresar públicamente mi solidaridad y mi dolor por las víctimas que como lo hice entonces.
1 comentario:
El terrorismo, un monumento terrible del absurdo. Te mando un abrazo. (hb)
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