Mientras contemplaba la aclamada La boda del monzón (Mira Nair, 2001), me esforzaba en buscar un nombre para denominar un producto como éste. Mi corruptora imaginación concibió la palabra “exotícula”, un palabro tan malo o tan bueno como cualquier otro. Exotícula: dícese de un film del todo intrascendente que cuenta una historia de lo más convencional de la forma más anodina posible; sin embargo, al ambientarse en un país exótico (India, en este caso) y abordar las vivencias de unos aborígenes a quienes se les han trasplantado las inquietudes, miedos y alegrías del american way of life, no tenemos ningún problema en sentir afinidad por ellos: toda la rareza de su mundo se queda en vil decorado, en maquillaje, en vestuario, en cancioncitas. En realidad, una exotícula es una película occidental de las malillas rodada en otro país donde los individuos visten así o asá y bailan tal o bailan cual. Colonialismo cinematográfico.
En este caso, soy incapaz de entender qué razones pudieron conducir al jurado del Festival de Venecia a conceder a La boda del monzón el León de Oro a la mejor película. Salvo por un par de momentos musicales y un vestuario muy cuidado, este film es una comedia fresa en la que afloran un par de momentos dramáticos francamente mal estructurados, y en la que nada tiene la entidad suficiente como para que uno invierta en ella dos horas de su perecedera vida. Exotícula.
La boda del monzón (The Monsoon Wedding, 2001). Dirección: Mira Nair. Escrita por Sabrina Dhawan. Fotografía de Declan Quinn. Música original de Mychael Danna y Sukhwinder Singh. Montaje de Allyson C. Johnson. Diseño de producción de Stephanie Carroll. Intérpretes principales: Naseerudin Shah, Lillete Dubey, Shefali Shetty, Vijay Raaz, Tilotama Shome, Vasundhara Das, Parvin Dabas. Color, 114 m. USA-India-Alemania-Italia-Francia. (**)
1 comentario:
Aquí voy de nuevo Ricardo: No he visto la película (y con tu comentario ni ganas me quedan), pero me parece que el procedimiento que señalas pone el dedo en la llaga: tratar de hacer pasar lo convencional-propio como algo interesante y hasta valioso disfrazándolo de lo exótismo-ajeno, es un recurso barato. Despoja a "lo otro" de su especificidad y lo integra a la industria de la cultura ya como un mero producto, inofensivo. Pura colonización, como bien dices. Bienvenidos a Exotilandia.
Un abrazo desde Terminatorlandia.
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