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Gasoline Alley ha sido calificado como el primer bildungsroman de la historia del cómic, y quizá el más efectivo, ya que los lectores vieron crecer a los personajes durante décadas. De hecho, leído el primer volumen durante estas últimas dos semanas, les puedo asegurar que literalmente se puede ver crecer la hierba. Gasoline Alley es la historia de Walt Wallet, un gordito solterón que una madrugada encuentra en la puerta de su casa un bebé abandonado en una cuna al que llamará Skeezix en espera de un nombre más adecuado. A partir de entonces, y permitiendo a veces que los lectores intervengan en el transcurso de los acontecimientos, Gasoline Alley describe la vida intrascendente y bastante gris de los habitantes de este callejón con una serenidad y una revalorización de la poesía de la insignificancia que ha sido comparada con el Wilhelm Meister de Goethe. Su reedición parcial a lo largo de los años ha sido un fracaso, ya que es necesario empezar desde el principio y ver pasar los meses para poder apreciar este experimento maestro de King, disfrutar del gran encanto de ver transcurrir la vida de estos seres antiheróicos que viven en un pueblillo del medio oeste americano. Gasoline Alley confirma con su brillantez que los cómics fueron el único arte que, nacido en tiempos de vanguardias, comenzó directamente con las vanguardias, y no con un clasicismo formal. Gasoline Alley, con su más de medio siglo a cuestas, es, como muchos clásicos, una obra más rupturista, experimental y de vanguardia que muchos productos que se editan hoy día bajo el reclamo de la "innovación", que suele ser una hamburguesa que devoran felices los mentecatos y desinformados.
Hay que tener cierto colmillo lector para entrarle a Gasoline Alley, ya que a veces parece una serie insípida, pues parece que nada pase, y todo pasa: pasa la vida, y como la vida, es su largo alcance lo que la vuelve una obra fundamental, ya que, como la vida de los seres que nos rodean, es única. Comedia amable, retrato perfecto de multitud de caracteres costumbristas, Gasoline Alley tiene algo de proustiano. El tiempo se ralentiza a día por tira diaria, y la vida fluye mientras Skeezix crece y los demás envejecen sin que nos demos cuenta, como sin darse cuenta envejecieron sus lectores mientras la leían. Una obra que hay que conocer para poder hablar de la madurez de los cómics como arte narrativo, sobre todo narrativo.
Frank King, Walt and Skeezix. 1921 & 1922. Drawn & Quaterly. Montreal, 2005. (****, de 4)
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