lunes, diciembre 05, 2005

GASOLINE ALLEY: VER CRECER LA HIERBA

Mucho ha tenido que llover para que, por fin, gracias al tesón de mucha gente, por primera vez aparezca en Estados Unidos el primer volumen de la que pretende ser la recopilación primera, total y definitiva, de una obra mítica de los cómics de la que todos habíamos oído hablar y casi nadie había podido leer: Gasoline Alley, de Frank King. Por fin, la editorial canadiense Drawn & Quaterly se ha atrevido a desvelar el misterio de una obra magna, de una novela río mil veces citada y nunca leída que estaba llamada a ser un Shangri-La de los cómics, o sea: un lugar inencontrable que quizá una vez pudo existir pero que una vez desaparecido se transformó en mito y sólo vivió en el alma de los románticos. Gasoline Alley es una novela río que vino a dar en la mar, que era el morir de asco en las hemerotecas sin que nadie se atreviese a publicar casi desde la primera tira una daily strip que abarcó cincuenta años y cuyo mayor mérito consiste en que los personajes iban envejeciendo y cambiando al mismo ritmo que lo hacían sus lectores: día a día y año tras año, inexorablemente. Se dice pronto, pero hay que verlo y admirarse ante la labor de demiurgo de Frank King (1883-1969), su autor y responsable durante cinco décadas. Drawn & Quaterly ha publicado este año el primer tomo, un tocomocho de más de 400 páginas que abarca la producción de los años 1921 y 1922 editado en papel de buena calidad, con un dossier de más de cincuenta páginas con fotos de King y encuadernado en pasta dura imitación piel y los cuadernillos debidamente cosidos, que no pegados. El único problema es que Drawn & Quaterly tardará en completar la primera edición integral de esta serie... ¡20 años! Esperemos que este Shangri-La felizmente bien hallado no se convierta en cementerio de los elefantes de más de uno (toco madera por la cuenta que me trae: quiero seguir aquí durante los próximos veinte años).

Gasoline Alley ha sido calificado como el primer bildungsroman de la historia del cómic, y quizá el más efectivo, ya que los lectores vieron crecer a los personajes durante décadas. De hecho, leído el primer volumen durante estas últimas dos semanas, les puedo asegurar que literalmente se puede ver crecer la hierba. Gasoline Alley es la historia de Walt Wallet, un gordito solterón que una madrugada encuentra en la puerta de su casa un bebé abandonado en una cuna al que llamará Skeezix en espera de un nombre más adecuado. A partir de entonces, y permitiendo a veces que los lectores intervengan en el transcurso de los acontecimientos, Gasoline Alley describe la vida intrascendente y bastante gris de los habitantes de este callejón con una serenidad y una revalorización de la poesía de la insignificancia que ha sido comparada con el Wilhelm Meister de Goethe. Su reedición parcial a lo largo de los años ha sido un fracaso, ya que es necesario empezar desde el principio y ver pasar los meses para poder apreciar este experimento maestro de King, disfrutar del gran encanto de ver transcurrir la vida de estos seres antiheróicos que viven en un pueblillo del medio oeste americano. Gasoline Alley confirma con su brillantez que los cómics fueron el único arte que, nacido en tiempos de vanguardias, comenzó directamente con las vanguardias, y no con un clasicismo formal. Gasoline Alley, con su más de medio siglo a cuestas, es, como muchos clásicos, una obra más rupturista, experimental y de vanguardia que muchos productos que se editan hoy día bajo el reclamo de la "innovación", que suele ser una hamburguesa que devoran felices los mentecatos y desinformados.

Hay que tener cierto colmillo lector para entrarle a Gasoline Alley, ya que a veces parece una serie insípida, pues parece que nada pase, y todo pasa: pasa la vida, y como la vida, es su largo alcance lo que la vuelve una obra fundamental, ya que, como la vida de los seres que nos rodean, es única. Comedia amable, retrato perfecto de multitud de caracteres costumbristas, Gasoline Alley tiene algo de proustiano. El tiempo se ralentiza a día por tira diaria, y la vida fluye mientras Skeezix crece y los demás envejecen sin que nos demos cuenta, como sin darse cuenta envejecieron sus lectores mientras la leían. Una obra que hay que conocer para poder hablar de la madurez de los cómics como arte narrativo, sobre todo narrativo.

Frank King, Walt and Skeezix. 1921 & 1922. Drawn & Quaterly. Montreal, 2005. (****, de 4)

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