Mucho había oído hablar de esta biografía de Alfred Hitchcock que, publicada por primera vez en 1983, suscitó una gran polémica. Principalmente, porque en aquel tiempo vivía aún Patricia Hitchcock, hija del genio que mostró completamente a las claras su desavenencia con la obra de Spoto. El título ya incide en el aspecto revelador de esta primera biografía: La cara oculta del genio, que es como decir la cara oculta de la luna. En cierto sentido resulta una comparación idónea, ya que Hitchcock, genio y figura hasta la sepultura, supo construir como nadie una personalidad pública luminosa cuya popularidad trascendió en vida hasta límite insospechados (él era, independientemente de sus films, espectáculo en sí mismo) y que durante la misma veló celosamente los aspectos más oscuros de su personalidad, impulsada por un celosísimo espíritu de secretismo alrededor de su vida. La biografía de Spoto no pretende, ni mucho menos, crear polémica (Spoto es un crítico enormemente serio que publicó un sólido estudio sobre Hitch hoy considerado canónico: The Art of Alfred Hitchcock), pero no puede dejar de evitar hacer justicia a Hitch y a sus admiradores: pone puntos sobre las íes. Como dijo una vez Aristóteles: amigo he sido de Platón, pero más amigo soy de la verdad.
No se trata de una biografía amarillista, pero es normal que en su tiempo causara malestar entre la familia que sobrevivió al genio, a quien Spoto muestra con admiración, pero sin mentiras (que también han corrido por ahí). La tesis de Spoto es fascinante, y la demuestra de cabo a rabo a lo largo de las 518 páginas de esta obra (en la reciente edición española de T&B Editores): hombre de vida intensamente interior y poco amigo de escándalos, sus filmes constituyen la verdadera biografía interior de las apetencias, frustraciones, ansiedades, amores y dolores de un alma rica y compleja, a menudo atormentada por una agobiante educación católica que nunca llegó a superar (como Buñuel, como Ford...), por su amor infinito por la comida y la bebida (sus temas de conversación favoritos, de los que podía charlar durante horas) y el gran tormento que, por ende, llegaba arrastrar por su cuerpo enormemente obeso que sometía a toda clases de excesos dignos de un Lúculo o de un Apicio. Verdadero autor de sus films (nunca acreditado como guionista de ellos, pero siempre co-creador con derecho a la última palabra), Hitch fue un romántico del Romanticismo encerrado en un castillo de ogro que nunca supo ni pudo ser amado ni deseado. Su esposa, Alma -verdaderamente, su alma- fue su compañera, amiga, madre, chófer, cocinera, y hasta el final de su vida hasta cancerbera. Alma no sobrevivió un año la muerte de Hitch. No cuesta imaginarlos juntos recorriendo el mundo: ella queriendo y adorando a Hitch; él dejándose querer y haciendo palpitar su gordo corazón con ensoñaciones eróticas protagonizadas por hermosas y gélidas rubias de las que se enamoraba y a quienes recreó con infinito amor -y a veces hasta sadismo- en la pantalla que él llenó de luces y sombras para nosotros, para la eternidad: Ingrid Bergman, Grace Kelly, Vera Miles y -el caso conocido por todos, cuyo fracaso destruyó su corazón y la inspiración de su espíritu infinitamente dolido y al fin destruido- Tippi Hedren.
Hombre carismático y poliédrico, genial y desmesurado en sus grandes pasiones, considerado en vida un gran artífice de películas de suspense y hoy considerado uno de los grandes genios de la Humanidad que caracterizaron el siglo XX, Spoto nos sumerge en su vida hermosa y triste a un tiempo, en su vida pública y secreta, en su existencia dolida y esperanzada, capaz tanto de hacer sonreír como de horrorizar. He leído esta biografía con el alma en vilo durante un mes, y ahora puedo decir que comprendo a Hitch mucho más allá de las películas que rodó. Hitch fue un místico: un Segismundo encerrado en un corazón-castillo en una Polonia de mantecas que palpitaban frente al aroma de un rubio coñito con vellos de sueño. La tesis de Spoto es cierta: Hitchcock vivió su vida y sintió sus emociones plasmándolas en sus films. La vida fue eso para él, y no otra cosa. Su cine está más vivo que nunca. Es por eso que Hitch sigue vivo, porque nada es la muerte para los místicos.
2 comentarios:
Sólo conozco éste, don Melón. El de The Art of... sólo se ha editado en forma de coleccionable que acompañaba una colección de kiosco con la obra completa de Hitch. Sin embargo, lo he visto recientemente. En Amazon debe ser fácil de hallar.
Un abrazo.
Espero no ser muy coñazo, pero no me he podido resistir, lo siento Ricardo.
Saludotes
http://www.libertaddigital.com/noticias/noticia_1276267350.html
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