domingo, diciembre 25, 2005

FELIZ NAVIDAD Y PORROMPOMPERO AÑO NUEVO

Este blogo es sólo para informarles de que, por razones forzosas debidas a un proceso natural consecuencia de la transmigración de los cuerpos y de las almas, esta bitácora no se actualiza hasta el 1 de enero. Ya les contaré entonces desde el otro lado de las turquesas cortinas. Que ustedes pasen lo que resta de 2005 lo mejor posible. Un abrazo a todos, y hasta muy pronto.

CATWOMAN, WHEN IN ROME

He pasado seis meses coleccionando la miniserie Catwoman: When In Rome, dibujada por Tim Sale y escrita por Jeph Loeb. En cuanto cayó en mis manos el primer número me atrajeron enormemente los dibujos de Sale, llenos de gracia y preciosismo, pero al mismo tiempo de desenvoltura, plasticidad y cierto toque humorístico. Finalizada la miniserie, tuvo que esperar completa su turno en la inmensa pila de cómics y libros sobre cómics que, como la de libros y películas, siempre mengua pero nunca se extingue.

Leí el primer número, y al llegar al final miré estupefacto el reloj: ¿cuánto había tardado en leerlo? Como era imposible precisarlo con exactitud, leí el segundo reloj en mano y me sorprendí al descubrir que había tardado sólo siete minutos en devorar un tebeo de tres dólares y medio (y además, en inglés, que no es mi primera lengua). Ya no me sorprendí cuando la miniserie completa cayó en poco más de media hora. 21 dólares por sólo media hora de diversión. Sí, ya sé que hay meretrices que cobran más por el mismo tiempo, pero, ¿compensa gastar tanto cuando lo que se le ofrece a uno es tan poco? Evidentemente, los dibujos de Sale son una maravilla, y desde ese punto de vista no hay queja. Los guiones de Loeb, en cambio, están al servicio de una historia que hubiera podido dar mucho de sí pero cuyo desarrollo literario es inexistente a pesar de haber sido publicada a lo largo de medio año: pocos diálogos, viñetas muy grandes, escasos o nulos cartuchos de texto... Me sentí enormemente decepcionado con esta historia de Selena Kyle (Catwoman) que viaja hasta Italia en busca de sus raíces.

Luego reflexiono, y pienso que al fin y al cabo estos tebeos ya no se escriben para mí, sino para el chaval de 15 años que pertenece a la generación MTV y que no quiere tebeos con mucha letra, porque se cansa. Lejos, muy lejos quedaron los tiempos en que un álbum de 48 páginas (como los que escribía Charlier) daban para dos horas y media de lectura. Los nuevos tebeos de consumo parecen ser fraudes narrativos con mucha imagen y poco texto. Están borrachos de estética videoclip: todo muy lucido, muy breve y muy rápido.

Entre mis regalitos de intercambio del día de ayer me entregaron un Profesor Xavier con su sillita de ruedas. Un muñequito de plástico que, sin ser la repera, está muy bien hecho y quedará gracioso en una repisa de mi librero. Acompañaba a este venerable Xavier una reedición del número 117 de Uncanny X-Men, aquella serie que en sus tiempos de gloria escribió Chris Claremont y durante una época dibujó con encanto monástico John Byrne. Me lo he leído esta tarde, y he revivido recuerdos muy gratos. Sobre todo, una buena historia bien organizada en torno a un momento culminante (el primer combate psíquico de Xavier, antes de fundar su legendario grupo), con viñetas de tamaño normal, con personajes bien dibujados psicológicamente, con buenos diálogos que describen bien a los personajes, con escenas de acción, con momentos intimistas, con humanidad, con emoción, con intriga... Todo en sólo un tebeo que reza en la portada: Still only 35 cents! 35 centavos de los años 70, claro, y bien invertidos que estaban en un tebeo popular, sin pretensiones grandilocuentes ni papel satinado, que por lo menos dura media hora entre las manos y cuenta bien un capítulo de una buena historia.

Creo que a partir de ahora tengo que proponerme, aun a riesgo de quedarme anticuado como el carroza que empiezo a ser, comprar menos y releer más.

Jeph Loeb y Tim Sale, Catwoman: When In Rome. A Catwoman Murder Mystery (6 números). DC Comics, 2005. (*, de 4).

viernes, diciembre 23, 2005

IO SATURNALIA

Como no podía ser menos, esta bitácora les desea una felices Saturnales, o Navidades, o lo que sea que ustedes celebren. Supongo que andarán un poco como yo, con la pereza de estas fechas, picando poco en la blogosfera, dejando pasar los días entretenido con bagatelas mil, entregado con devoción al jamón con chorreras de la cesta navideña o sudando la gota gorda con la masa de los tamales. He ido recopilando por aquí y por allí algunas postales de felicitación, como la que ven sobre estas líneas, que es mi favorita. La dibuja Guillermo Mendoza y la he pirateado del gran banco de postales navideñas realizadas por comiqueros españoles y que se encuentran en La cárcel de papel. Y como dicen en el semanario El Jueves, esta es sólo una postal, pero teníamos más. Por ejemplo, ésta que me ha enviado Llorch y que no encabeza estas líneas porque la de Lobezno es más políticamente incorrecta, como a mí me gusta, sobre todo en estas fechas. ¡Gracias, Llorch!
El artista jienense Paco Nájera ha felicitado la Navidad a sus cuates del Foro de Amigos del Capitán Trueno con esta entrañable postal donde nuestro querido paladín español tiene una regresión a la infancia. Y es que, reconozcámoslo, la Navidad es temporada de niños y de ilusión. Y ustedes, ¿a qué edad dejaron de creer en los Reyes Magos? Yo, a los quince años. Io Saturnalia!!

lunes, diciembre 19, 2005

TARTESSOS O EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO

Tartessos, La ruta del estaño, es una obra que llevaba mucho tiempo esperando, ya que me parece que sus autores, Paco Nájera y Santiago Girón, se han propuesto una tarea digna de la verdadera madurez de los artistas: un proyecto de largo alcance que será una serie de varios números (cuántos sólo lo dirá el tiempo) donde estos autores recrean la civilización tartesia en clave de humor y de aventuras recurriendo a un elenco de personajes fijos que conforman un protagonismo coral bastante efectivo, aunque con la lógica necesidad de ajustes en sucesivos álbumes. El argumento de este primer álbum, La ruta del estaño, ancla del todo en la historia antigua de España, y en concreto, en las relaciones comerciales que tartesios y celtas de Britania compartieron en el comercio del estaño, necesario para la elaboración del bronce. El argumento de este primer álbum trata, precisamente, de los avatares que los personajes tienen que experimentar para recuperar la estela de plata donde se establece que celtas y tartesios compartirán la comercialización del estaño, ya que, en caso de desaparición de una de ellas, los dueños de la otra estela controlarían el monopolio de este metal. Es esta la premisa más o menos histórica que nos introduce en un proyecto mágico y cargado de buen humor como es Tartessos, la obra más ambiciosa de sus autores hasta la fecha.

Tartessos implica una búsqueda del tiempo perdido, pero no sólo porque recreen en sus páginas la civilización tartesia, sino porque Tartessos rezuma una honda nostalgia por una clase de tebeo que, como la madalena proustiana, remite a un sabor anclado en el recuerdo de un tiempo perdido, aquel en que muchos niños de los 60 y 70 compartíamos con un tebeo mientras devorábamos con avidez infantil el pan con chocolate de las cinco de la tarde. Tartessos es una obra que nació con esa clara y muy conseguida vocación de ser un cómic de humor y aventuras para toda la familia, una obra escrita por Girón con singular gracia y dibujada con enorme desenvoltura por Paco Nájera. El espíritu de Tartessos remite al espíritu de otra época, lo que no quiere decir que sea una obra anticuada o ñoña, sino que tiene referentes claros en la clásica línea franco-belga, en Tintín y en Astérix, y en definitiva, en esa larga tradición de tebeo histórico de humor que, bien escrito y bien dibujado (y Tartessos cumple con estos requisitos excelentemente), puede ser y es una forma deliciosa de pasar una tarde entretenida con un argumento ágil y bien construido con personajes entrañables, y permite dejar a la vista recrearse en unas viñetas donde el dibujante vuelca una inmensa información documental que, con la gracia singular de los maestros de su oficio, nunca resulta aparatosa o redundante.

El primer álbum de Tartessos deja con ganas de más, y éste es su único problema, ya que la naturaleza ambiciosa de esta obra no se agota en una primera entrega, pues esto sería imposible: la misteriosa civilización tartesia necesita seguir siendo expuesta y reinventada a través de estos personajes que, por su parte, necesitan más desarrollo en futuras aventuras y que aquí apenas se esbozan con una enorme gracia que sabe a poco. En este sentido, La ruta del estaño no es muy distinta como primera entrega de otras primeras entregas de series longevas que con el tiempo se han convertido en clásicas y referencia absoluta dentro del género. En cuatro entregas más, Tartessos podría convertirse en una gran serie de referencia dentro de España en un contexto internacional. Es una obra por la que hay que apostar igual que apostamos por otras, y merece la pena hacerlo porque la gracia (nunca hilaridad) de los guiones de Girón y las excelentes viñetas de Nájera están llenas de una honda magia primitiva que todos los lectores de tebeos de toda la vida tenemos anclada en algún lugar de nuestra sensibilidad. Es una obra que puede deleitar al nostálgico, pero que por sus premisas modernas en cuanto a tipo de humor y la caracterización de sus personajes, puede también sin problemas hipnotizar al lector infantil de nuestros tiempos. A este respecto debo decir que las viñetas grandes y oxigenadas de Nájera, con el trazo vigoroso y cálido que le es característico, están llenas de una simpática magia que remite, cuanto menos en mi caso, al corazón mismo del descubrimiento de la vida a través de los tebeos. Una obra, además, excelentemente editada e ideal para regalar a quienes hoy no lo saben, pero quizá sean los lectores de cómics del futuro.

Para más información sobre esta serie, visita su página web.

Paco Nájera y Santiago Girón, Tartessos. Editorial Almuzara. Colección Bookadillo. España, 2005. (***, de 4).

domingo, diciembre 18, 2005

OLIVER TWIST (1922), DE FRANK LLOYD

Como en este bitácora gustamos poco de novedades, esta noche hemos visto Oliver Twist. Mas no la de Roman Polansky, calientita todavía y recién estrenada en los cines, sino la de Lon Chaney, vaya, una película muda de 1922 estelarizada por Jackie Coogan. Fue Coogan aquel niño inmortalizado para siempre en El chico, de Charles Chaplin, su descubridor y el creador de ese icono que tantas veces hemos visto reproducido en infinidad de sitios: Charlot y el Chico en tazas, en camisetas, en posavasos, en carteles (yo crecí en aquella época en que tan de moda estuvo colgar en la pared el cartel de Charlie Chaplin acompañado de Coogan en esa película llorona y genial). Coogan trabajó mucho durante toda su vida, pero nunca pudo trascender el mito creado durante su infancia gracias a aquel papel en el film de Chaplin.

Hacía mucho que no veía una película muda, más o menos un año, desde que me tragué la versión íntegra de Los nibelungos de Fritz Lang, que me dejó absolutamente turulato, tanto que no escribí aquí sobre ella porque hubiera dado para un ensayo, no para un blogo. El Oliver Twist de Frank Lloyd, su director y especialista en adaptaciones literarias, no es una de las maravillas del cine mudo, pero sigue siendo un producto de gran encanto, para empezar por sus fantásticos decorados, que recrean de manera expresionista y siniestra el Londres victoriano. Los trajes de los mendigos y desesperados que rondan por sus calles truculentas pudieron haber sido una fuente de inspiración para Gangs of New York, de Scorsese. Realmente se puede arañar la mugre y oler el sumidero del agua estancada en la callejuela. Es, en este aspecto, una de las versiones más crudas que se han hecho de esta celebérrima novela que tiene hasta versión musical y versión en dibujos animados (de Disney).

Y la mayor gracia reside en el binomio Coogan-Chaney. Por un lado, el niño prodigio de la época, nada cursi y más bien entrañable, con esa iluminación sobre su cabello que le concede, casi, un aire de santidad: el niño/niña que canceló una rara tradición, aquella de que todos los Oliver Twist hasta Coogan habían sido interpretados por chicas. Por otra parte, el versátil, teatral y deliciosamente expresionista Lon Chaney (el de la foto de arriba en este papel), no en vano llamado el Hombre de las mil caras, que aquí compone un Fagin espléndido, sórdido, miserable, malvado y cómico que todavía conmueve por su enorme poderío actoral.

Hoy día la historia de Oliver Twist, sin embargo, se nos antoja fresa. Los Oliver Twist del mundo nunca podrán tener la candorosa mirada de Jackie Coogan. Tengo ganas de ver cómo lo ha planteado Polansky. Por último: acabo de reparar de dónde sacó Buñuel su prueba final para el niño de Los olvidados: de Oliver Twist. Toda una lección de amargura del genio de Calanda, lo que me remite a lo ya dicho: Oliver Twist es hoy una historia fresa. ¿Nos engañaba Dickens, o nos hemos vuelto intolerablemente peores?

Oliver Twist (1922). Dirección : Frank Lloyd. Adaptación de Walter Anthony y Frank Lloyd sobre la novela de Charles Dickens. Fotografía de Glen MacWilliams y Robert Martin. Montaje de Irene Morra.
Intérpretes: Jackie Coogan, Lon Chaney, James A. Marcus, Aggie Herring, Nelson McDowell, Lewis Sargent, Joan Standing, Carl Stockdale, Edouard Trebaol. B/N. Muda. USA. (***, de 4).

viernes, diciembre 16, 2005

ECOS DE SOCIEDAD

El recorte de prensa que les adjunto sobre estas líneas fue publicado ayer en el diario local El Norte de Ciudad Juárez (clica sobre la imagen para ampliar). Fue una agradable sorpresa que se hagan eco del trabajo de uno, y además me hizo gracia: pensé cuando me lo dijeron que no era para tanto (y lo sigo creyendo). Esta mañana, además, me sorprendió en mi buzón de correo encontrar un emilio desde L´Hopitalet, Barcelona, donde me solicitaban una copia de mi tesis doctoral para la Biblioteca municipal de L´Hospitalet y Esplugues, que desde 1999 mantiene un fondo especial de novela negra y literatura relacionada que va creciendo con el tiempo. La noticia llegó hasta ellos por esta nota publicada en La Balacera, blog de referencia en español sobre la novela negra y policiaca, y voz de la librería especializada Negra y Criminal. Uno, que tiene vanidad aunque no la ejerza, no deja de sentirse bastante halagado de verse reseñado en La Balacera, rodeado de blogos dedicados a gentes como Henning Mankell o la Miss Marple de Ágatha Christie y otras delicatessen que son de obligado rigor para amantes del género. El recorte de El Norte y la reseña de La Balacera proceden de la misma fuente: una pequeña entrevista que me hicieron para la Gaceta Universitaria de la UACJ y que Guadalupe de la Mora, desde la imprenta universitaria, boletineó por todas partes para su difusión. Gracias a todos por el simpático detalle pre-navideño.

Dicen los detractores de los blogs que no son más que púlpitos de predicadores en el desierto. Pues nada, ustedes disculpen, pero hoy me tocó publicitarme a mí mismo desde este púlpito del desierto de Ciudad Juárez, territorio de novela negra. Y no en vano, las palabras con que cierra la nota de prensa de El Norte salieron de mi boca y las mantendré mientras viva. Que duerman bien, y hasta otro día.

miércoles, diciembre 14, 2005

RELEYENDO DAFNIS Y CLOE

Cuando la leí por primera vez tenía quince años. Yo a esa edad era un cursi, y Dafnis y Cloe me pareció una novela cursi. Ahora la he vuelto a releer y me ha parecido deliciosa. Ya no soy cursi, y como no lo soy, el ternurismo mágico de Dafnis y Cloe no me ofende porque no me refleja. Antes al contrario, familiarizado con la lírica pastoril, Dafnis y Cloe me ha conmovido por su dulzura e irrealidad, tan remota y sin embargo tan cercana, pienso ahora, a determinados textos de Ionesco, Arrabal o Beckett. Dafnis y Cloe tiene con ellos puntos de conexión. Es decir, que Dafnis y Cloe es hoy inspiradora de buena parte de la representación absurda del mundo, porque la inocencia de Dafnis y Cloe es absurda en un mundo como éste que nutrió dos guerras mundiales, un Vietnam, dos torres gemelas despanzurradas y una democracia en Irak. La obra es un texto escrito en griego por un tal Longo en el siglo III d.C. Se trata de una fábula milesia, que fue como en el mundo clásico se conoció a las primeras novelas, que no se llamaban novelas sino fábulas milesias. Eran una prolongación en prosa de los dramas de la comedia nueva, que a su vez eran un desarrollo posterior y sentimental de los melodramas de Eurípides (que no tragedias) como Helena, Ifigenia entre los Tauros o Alcestis. Dice Lesky en La tragedia griega que a Eurípides no le gustaba el drama satírico, y para sustituirlo por algo que no fuese una tragedia, inventó el melodrama: historias de reconocimiento, de búsquedas y pérdidas, encuentros y desencuentros, amores y desamores, y final feliz. Este fue el germen de la comedia nueva, de la fábula milesia, de la novela, del melodrama y del culebrón.
Dafnis y Cloe son dos bebés expósitos criados como pastorcillos que se enamoran. Se enamoran, pero sufren porque no saben cómo aplacar su amor. Creen que desnudarse y darse calientes besitos es amarse, que retozar en cueros entre la hierba y refrescarse mutuamente en las fuentes es el amor, pero algo falla porque se quedan peor que antes de quitarse las vestiduras. Cuando una astuta vecina, Lycenia, enseña a Dafnis en qué consiste realmente el amor carnal entre hombre y mujer podríamos pensar que la acción de la novela va a llegar inmediatamente a su final, pero no: la mujer advierte que Cloe sangrará la primera vez, y que quizá sienta dolor. El pobre Dafnis se queda peor que antes, porque, piensa el pobre pastorcillo: ¿Cómo voy a causar sangre y dolor en mi querida Cloe, mi querido amor? Y la fábula milesia sigue hasta el final feliz, en medio de incursiones de piratas, raptos y envidias de cabreros que quieren gozar de la belleza de Cloe. Al final, Dafnis y Cloe serán reconocidos por sus verdaderos padres y Dafnis y Cloe llegarán felices al tálamo nupcial, escena en que Longo cerrará su novela con estas palabras: "Dafnis hizo a Cloe lo que le había enseñado Lycenia y Cloe comprendió entonces que lo que antes hicieron en el bosque y al amparo de los arbustos, no había sido más que juegos de pastorcillos".

Admirada por autores de la talla de Goethe y otros muchos durantes generaciones, Dafnis y Cloe pasa por ser la novela griega de belleza más prístina, honda y perfecta, y su belleza ha influido la lírica pastoril durante siglos hasta el punto de que hoy, enterrada definitivamente la temática pastoril, influye sobre otras obras y géneros con su ternura casi irreverente, más que ridícula, para estos tiempos impíos.

lunes, diciembre 12, 2005

LI´L ABNER (1940), CON BUSTER KEATON

Hace unos días comentaba el primer tomo de Li´ l Abner: The Frazetta Years. El fin de semana se prestaba, por ello mismo, a ver por primera vez una rareza: la versión que en 1940 rodó Albert S. Rogell de la gran daily-strip, nada menos que con Buster Keaton interpretando al indio Lonesome Polecat. Doña Maquila la consiguió en El Chuco por sólo un dólar. Sin menú de entrada, ni subtítulos, ni características especiales, ni nada, nada de nada, ni el habitual estuche de plástico para el disco, que esta vez venía como un moisés turulato embutido en una cajita de cartulina. ¿Y qué más puede pedirse por un dólar? Doña Maquila la encontró entre el montón de películas de a dólar e pluribus unum, apoquinó su contribución a la grandeza del Tío Sam y se vino pa Juaritos aventando balazos por el Puente Libre.

La verdad es que se trata de una graciosa versión cinematográfica de los geniales personajes de Capp, pero poco más: carece de la corrosión de este gran artista de los cómics, y el universo de Dogpatch tuvo que ser convenientemente suavizado para no resultar tan estridente: la suciedad y la pobreza son menos acusadas, los personajes goyescos de Capp son feos en la película, pero no son los freaks que dibujaba Capp. Incluso las chicas que aparecen en el film (estupenda Martha O´Driscoll como Daisy Mae) no aparecen tan exuberantes como en los cómics, donde, entre tanto cochinero y miseria, Capp siempre se esforzaba por presentar chicas guapas durmiendo la siesta entre los cerdos. Toda la acción gira alrededor de cómo Daisy Mae y una morena competidora se debaten por el amor del estúpido Abner (espléndido Jeff York, que hasta imita a la perfección el bizco característico que le dibujaba Capp para subrayar la idiocia del personaje). Por supuesto, el clímax llegará durante el Sadie Hawkins Day, ese día tan especial en Dogpatch en el que las mujeres solteras corren detrás de los machotes sin compromiso. Dogpathch Way of Life.

Lo mejor del film resulta ser, sin duda, la caracterización de los personajes: además de los mencionados York y O´Driscoll como Abner y Daisy Mae, tenemos a Mona Ray y Johnnie Morris como Ma y Pa Yokum, los padres de Abner. Enanitos y con narices postizas, parecen salidos de una versión escolar del Freaks de Tod Browning. Y por supuesto, Buster Keaton.El genial Buster Keaton. El grande del cine a quien tanto admiraron los vanguardistas de los años 20 del pasado siglo. Buster Keaton pasa de todo. El pobre Keaton, destruida su carrera por el todopoderoso productor de la MGM Louis B. Mayer a finales de los años 20, se conforma con hacer su trabajo con el objeto de ir tirando en la vida, y mañana será otro día. Lejos estaban todavía sus breves pero significativas apariciones en Sunset Boulevard, de Wilder, en Limelight de Chaplin y, sobre todo, su extraño adiós al cine dirigido por Samuel Beckett en Film.

Li´l Abner no es una buena película porque, aunque es graciosa, no tiene ningún momento verdaderamente brillante. Es, sobre todo, un film para amantes del cómic y arqueólogos del séptimo arte, una curiosidad con mucha gracia pero sin brillantez. Me sorprendió ver hablar a Keaton por primera vez, ese dios impávido del cine mudo. Su voz era grave, bien templada y bonita. Hubiera sido hermoso haberle visto protagonizar y dirigir obras maestras de la comedia durante el cine sonoro.
El momento climático del film es la carrera del Sadie Hawkins Day, donde todas las mujeres casaderas corren detrás de los hombres solteros. Keaton se retrasa en la carrera para que alguna se detenga y se fije en él. No tiene suerte el pobre indio. La escena, de manera tristemente irónica, recuerda la carrera de novias corriendo detrás de Keaton en su gran película Siete ocasiones. Keaton, hundido y olvidado, debió de sentirse, con justa razón, haciendo el indio doblemente en esta adaptación a la pantalla grande de Li´l Abner.

Li´l Abner (1940). Dirección : Albert S. Rogell. Guión de Tyler Jonson y Charles Kerr. Fotografía de Harry Jackson. Montaje de W. Donn Hayes y Otto Ludwig. Música de Milton Berle.
Con Jeff York, Martha O´Driscoll, Mona Ray, Johnnie Morris, Buster Keaton, Billie Seward, et al.. USA, B/N. 78 m. (**, de 4).

jueves, diciembre 08, 2005

HITCH: LA CARA OCULTA DE LA LUNA

Mucho había oído hablar de esta biografía de Alfred Hitchcock que, publicada por primera vez en 1983, suscitó una gran polémica. Principalmente, porque en aquel tiempo vivía aún Patricia Hitchcock, hija del genio que mostró completamente a las claras su desavenencia con la obra de Spoto. El título ya incide en el aspecto revelador de esta primera biografía: La cara oculta del genio, que es como decir la cara oculta de la luna. En cierto sentido resulta una comparación idónea, ya que Hitchcock, genio y figura hasta la sepultura, supo construir como nadie una personalidad pública luminosa cuya popularidad trascendió en vida hasta límite insospechados (él era, independientemente de sus films, espectáculo en sí mismo) y que durante la misma veló celosamente los aspectos más oscuros de su personalidad, impulsada por un celosísimo espíritu de secretismo alrededor de su vida. La biografía de Spoto no pretende, ni mucho menos, crear polémica (Spoto es un crítico enormemente serio que publicó un sólido estudio sobre Hitch hoy considerado canónico: The Art of Alfred Hitchcock), pero no puede dejar de evitar hacer justicia a Hitch y a sus admiradores: pone puntos sobre las íes. Como dijo una vez Aristóteles: amigo he sido de Platón, pero más amigo soy de la verdad.

No se trata de una biografía amarillista, pero es normal que en su tiempo causara malestar entre la familia que sobrevivió al genio, a quien Spoto muestra con admiración, pero sin mentiras (que también han corrido por ahí). La tesis de Spoto es fascinante, y la demuestra de cabo a rabo a lo largo de las 518 páginas de esta obra (en la reciente edición española de T&B Editores): hombre de vida intensamente interior y poco amigo de escándalos, sus filmes constituyen la verdadera biografía interior de las apetencias, frustraciones, ansiedades, amores y dolores de un alma rica y compleja, a menudo atormentada por una agobiante educación católica que nunca llegó a superar (como Buñuel, como Ford...), por su amor infinito por la comida y la bebida (sus temas de conversación favoritos, de los que podía charlar durante horas) y el gran tormento que, por ende, llegaba arrastrar por su cuerpo enormemente obeso que sometía a toda clases de excesos dignos de un Lúculo o de un Apicio. Verdadero autor de sus films (nunca acreditado como guionista de ellos, pero siempre co-creador con derecho a la última palabra), Hitch fue un romántico del Romanticismo encerrado en un castillo de ogro que nunca supo ni pudo ser amado ni deseado. Su esposa, Alma -verdaderamente, su alma- fue su compañera, amiga, madre, chófer, cocinera, y hasta el final de su vida hasta cancerbera. Alma no sobrevivió un año la muerte de Hitch. No cuesta imaginarlos juntos recorriendo el mundo: ella queriendo y adorando a Hitch; él dejándose querer y haciendo palpitar su gordo corazón con ensoñaciones eróticas protagonizadas por hermosas y gélidas rubias de las que se enamoraba y a quienes recreó con infinito amor -y a veces hasta sadismo- en la pantalla que él llenó de luces y sombras para nosotros, para la eternidad: Ingrid Bergman, Grace Kelly, Vera Miles y -el caso conocido por todos, cuyo fracaso destruyó su corazón y la inspiración de su espíritu infinitamente dolido y al fin destruido- Tippi Hedren.

Hombre carismático y poliédrico, genial y desmesurado en sus grandes pasiones, considerado en vida un gran artífice de películas de suspense y hoy considerado uno de los grandes genios de la Humanidad que caracterizaron el siglo XX, Spoto nos sumerge en su vida hermosa y triste a un tiempo, en su vida pública y secreta, en su existencia dolida y esperanzada, capaz tanto de hacer sonreír como de horrorizar. He leído esta biografía con el alma en vilo durante un mes, y ahora puedo decir que comprendo a Hitch mucho más allá de las películas que rodó. Hitch fue un místico: un Segismundo encerrado en un corazón-castillo en una Polonia de mantecas que palpitaban frente al aroma de un rubio coñito con vellos de sueño. La tesis de Spoto es cierta: Hitchcock vivió su vida y sintió sus emociones plasmándolas en sus films. La vida fue eso para él, y no otra cosa. Su cine está más vivo que nunca. Es por eso que Hitch sigue vivo, porque nada es la muerte para los místicos.

miércoles, diciembre 07, 2005

BUSH Y BLAIR, CRIMINALES DE GUERRA

Esto es lo que ha afirmado Harold Pinter en el vídeo grabado para su discurso de aceptación del Premio Nóbel de Literatura, al cual no ha podido asistir en persona por motivos de salud. Lo ha afirmado con esa afirmación interrogativa que es la pregunta retórica, cuya respuesta conoce el oyente de antemano: "¿Cuántos seres humanos deben morir para que califiquemos a sus responsables como criminales de guerra?". Muchos estamos de acuerdo con las palabras de Pinter. Una vez más, es un dramaturgo quien se erige durante un instante representativo en corifeo de la conciencia política y moral de Occidente. Muchos más detalles, clicando aquí por ejemplo.

P.S: Acabo de enterarme de que un individuo ha sido asesinado a balazos por guardias de seguridad en el aeropuerto de Miami dentro de un avión de American Airlines. Esto me trae a la memoria la pregunta retórica del ya mítico Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, una obra premonitoria de estos tiempos marranos: Who watch the Watchmen?

lunes, diciembre 05, 2005

GASOLINE ALLEY: VER CRECER LA HIERBA

Mucho ha tenido que llover para que, por fin, gracias al tesón de mucha gente, por primera vez aparezca en Estados Unidos el primer volumen de la que pretende ser la recopilación primera, total y definitiva, de una obra mítica de los cómics de la que todos habíamos oído hablar y casi nadie había podido leer: Gasoline Alley, de Frank King. Por fin, la editorial canadiense Drawn & Quaterly se ha atrevido a desvelar el misterio de una obra magna, de una novela río mil veces citada y nunca leída que estaba llamada a ser un Shangri-La de los cómics, o sea: un lugar inencontrable que quizá una vez pudo existir pero que una vez desaparecido se transformó en mito y sólo vivió en el alma de los románticos. Gasoline Alley es una novela río que vino a dar en la mar, que era el morir de asco en las hemerotecas sin que nadie se atreviese a publicar casi desde la primera tira una daily strip que abarcó cincuenta años y cuyo mayor mérito consiste en que los personajes iban envejeciendo y cambiando al mismo ritmo que lo hacían sus lectores: día a día y año tras año, inexorablemente. Se dice pronto, pero hay que verlo y admirarse ante la labor de demiurgo de Frank King (1883-1969), su autor y responsable durante cinco décadas. Drawn & Quaterly ha publicado este año el primer tomo, un tocomocho de más de 400 páginas que abarca la producción de los años 1921 y 1922 editado en papel de buena calidad, con un dossier de más de cincuenta páginas con fotos de King y encuadernado en pasta dura imitación piel y los cuadernillos debidamente cosidos, que no pegados. El único problema es que Drawn & Quaterly tardará en completar la primera edición integral de esta serie... ¡20 años! Esperemos que este Shangri-La felizmente bien hallado no se convierta en cementerio de los elefantes de más de uno (toco madera por la cuenta que me trae: quiero seguir aquí durante los próximos veinte años).

Gasoline Alley ha sido calificado como el primer bildungsroman de la historia del cómic, y quizá el más efectivo, ya que los lectores vieron crecer a los personajes durante décadas. De hecho, leído el primer volumen durante estas últimas dos semanas, les puedo asegurar que literalmente se puede ver crecer la hierba. Gasoline Alley es la historia de Walt Wallet, un gordito solterón que una madrugada encuentra en la puerta de su casa un bebé abandonado en una cuna al que llamará Skeezix en espera de un nombre más adecuado. A partir de entonces, y permitiendo a veces que los lectores intervengan en el transcurso de los acontecimientos, Gasoline Alley describe la vida intrascendente y bastante gris de los habitantes de este callejón con una serenidad y una revalorización de la poesía de la insignificancia que ha sido comparada con el Wilhelm Meister de Goethe. Su reedición parcial a lo largo de los años ha sido un fracaso, ya que es necesario empezar desde el principio y ver pasar los meses para poder apreciar este experimento maestro de King, disfrutar del gran encanto de ver transcurrir la vida de estos seres antiheróicos que viven en un pueblillo del medio oeste americano. Gasoline Alley confirma con su brillantez que los cómics fueron el único arte que, nacido en tiempos de vanguardias, comenzó directamente con las vanguardias, y no con un clasicismo formal. Gasoline Alley, con su más de medio siglo a cuestas, es, como muchos clásicos, una obra más rupturista, experimental y de vanguardia que muchos productos que se editan hoy día bajo el reclamo de la "innovación", que suele ser una hamburguesa que devoran felices los mentecatos y desinformados.

Hay que tener cierto colmillo lector para entrarle a Gasoline Alley, ya que a veces parece una serie insípida, pues parece que nada pase, y todo pasa: pasa la vida, y como la vida, es su largo alcance lo que la vuelve una obra fundamental, ya que, como la vida de los seres que nos rodean, es única. Comedia amable, retrato perfecto de multitud de caracteres costumbristas, Gasoline Alley tiene algo de proustiano. El tiempo se ralentiza a día por tira diaria, y la vida fluye mientras Skeezix crece y los demás envejecen sin que nos demos cuenta, como sin darse cuenta envejecieron sus lectores mientras la leían. Una obra que hay que conocer para poder hablar de la madurez de los cómics como arte narrativo, sobre todo narrativo.

Frank King, Walt and Skeezix. 1921 & 1922. Drawn & Quaterly. Montreal, 2005. (****, de 4)

jueves, diciembre 01, 2005

SERGIO PITOL, GANADOR DEL CERVANTES 2005

El escritor mexicano Sergio Pitol (Puebla, 1933) ha ganado el Premio Cervantes. Hace poco más de un año escribí un poco sobre él: una reseña de La vida conyugal puede leerse aquí; y aquí, podéis leer una evocación sobre un momento intrascendente que pasé con Pitol cigarrillo en mano, como Dios manda a pesar del fundamentalismo de la salud y lo políticamente correcto. Más información, posporaquí mismo.

LI´L ABNER: THE FRAZETTA YEARS I

Por fin he iniciado la lectura del Li´l Abner que en 2003 y 2004 publicó impecablemente la editorial norteamericana Dark Horse en cuatro volúmenes hermosos a la vista y al tacto: The Frazzetta Years.

Un buen lector de literatura reconocerá la importancia del feroz y satírico Rabelais. Un buen lector de cómics debería conocer y reconocer la importancia de obras afines como Rabelais: Li´l Abner y Popeye serían dos buenos ejemplos (intenta explicar al adulto medio que el Popeye de Segar es una obra de arte, y te mirarán rarito). Los clásicos no han desaparecido del todo, aunque se publiquen poco en Estados Unidos, y ahí tenemos la reedición en curso de Krazy Kat, Peanuts o Gasoline Alley; ahí tenemos la reciente reedición de Prince Valiant, o del Flash Gordon de Mac Raboy. Incluso la del Spirit, de Eisner, con un nuevo color absolutamente espantoso. A pesar de todo, resulta a todas luces insuficiente, y uno se pregunta por qué.

Volviendo a Li´l Abner, resulta curioso que estos cuatro bonitos tomos que lucen en mi librería y del que acabo de terminar el primero se amparen en el renombre de Frank Frazzetta (glorioso dibujante de bárbaros y bárbaras estupendas), quien durante 8 años trabajó como "negro" para la página dominical de Li´l Abner. Parece como si el propio nombre de Al Capp no fuera suficiente.

Li´l Abner fue una sátira feroz contra la América más palurda, ignorante y conservadora. El protagonista es el estúpido Abner, un chicarrón medio idiota pero de buen corazón que vive en el poblacho más miserable de todo Estados Unidos: Dogpatch, una especie de Dogville pero en versión humorística y feroz (¿conocerá Von Trier la obra de Capp?), un villorrio habitado por indios y americanos blancos que conviven en armonía entre la miseria y la suciedad y sientan a la mesa a comer a sus propios cerdos. Li´l Abner es el beatus ille de la miseria. La visión feroz de Capp, que desde su tira diaria y páginas dominicales parodiaba cuanto menos le gustaba de su propio país, sigue siendo una fuente enorme de diversión para un lector moderno. Hay quien ha argumentado que se trata de un humor muy norteamericano que no entusiasma a todos, pero aun así es posible leer esta serie, si no a carcajada batiente, con una continua sonrisa a causa de su humor mordaz y sus personajes embrutecidos donde no podían faltar las guapas chicas de Capp, esas harapientas bellezas de Dogpatch que se tumban bajo un árbol a dormir la siesta junto a los cerdos. Grotesco e hilarante.

El primer tomo recopila las páginas dominicales de 1954-1955, páginas que eran independientes de las historias que se desarrollaban en la tira diaria de los periódicos y que tenían una continuidad que permitía tramas mucho más mordaces y elaboradas. Las mínimas tramas de la página dominical, que es la que ha recuperado Dark Horse, suelen durar como mucho cuatro o cinco planchas, salvo en el caso de dos historias que se desarrollan hasta las doce domincales. Editado con introducción y comentarios de Denis Kitchen, se trata de un tomo publicado a todo color en buen papel partiendo de suplementos dominicales escaneados del Sunday Mirror de Nueva York. Todo un clásico del humor más ácido y virulento que regresa, aunque sea parcialmente, para hacernos reír con las puntadas estridentes y el humor cáustico de los aldeanos más impresentables y mugrientos de un Estados Unidos de miseria, suciedad e ignorancia que quizá no pertenezca del todo al pasado.

Al Capp, Li´l Abner: The Frazetta Years. Volume 1, 1954-1955. Edited and Commentary by Denis Kitchen. Dark Horse. Milwaukee, May 2003. (****, de 4).