sábado, octubre 29, 2005

LAS HERMANAS COLORADAS

Llevaba muchos años detrás de leer alguna de las novelas protagonizadas por Plinio (ni el Viejo ni el Joven, el de Tomelloso) desde que en mi tierna y sangrienta adolescencia leí El reinado de Witiza. Cayó en mis manos en edición chafiñol de El Mundo (sólo un luro en el rastrillo frente al Café Bar Ítaca de Murcia) Las hermanas coloradas, y recuperándome como estaba de mi tesiza me la llevé a compartir los whiskies y los cigarrillos en el Itaca.

Plinio fue la gran creación de Francisco García Pavón (1919) que en 1965 inauguró por todo lo alto, mas sin el restallar de botellas de cava champlán, el género policiaco autóctono en España. Digo por todo lo alto porque antes hubo cuentos (protagonizados por el mismo Plinio en los primeros años 50) y mucha novela popular, pero sobre todo, la imprescindible El inocente, novela fundacional de Mario Lacruz que no cuajó más allá del ejemplo puntual de su publicación. La novela policiaca española de verdad, la serie de personajes fijos, la fundó García Pavón con Plinio, jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, que con Los carros vacíos presentó en la alta sociedad literaria de la época a este poli de pueblo, casado y con hija, cuyo doctor Watson es un veterinario muy majo que responde por Don Lotario. Además de algunas recopilaciones de cuentos, a esta primera novela siguieron otras hasta cerrar el ciclo en 1981 con El hospital de los dormidos.

En Las hermanas coloradas, Plinio y el simpático don Lotario son invitados a acudir a Madrid para investigar la desaparición de dos ancianitas de su mismo pueblo, dos mujercitas de costumbres regulares y poco estridentes que un día se disuelven dentro de la geografía de Madrid como par de azucarillos en café con leche. El bueno de Plinio desvelará remotas historias de antiguos amores y frustraciones con el telón de fondo de la represión franquista de un régimen que, en los últimos años 60, ya empezaba a apestar a muerto y nadie podía imaginar un Cuéntame cómo pasó que le sacara pringue de royalties. Ganadora del Premio Nadal en 1970, Las hermanas coloradas es una gozosa mezcla de Simenon y película sesentera de Alfredo Landa, una deliciosa obra llena de ecos transpirenáicos de novela culta puesta al servicio de los paletos más geniales y entrañables de la historia de la novela criminal ibérica. Una gozada absoluta que invita a seguir buscando a Plinio por los anaqueles de las librerías de viejo y nuevo, y a trepar por la cuesta de Moyano como cabra tras el más verde pasto. Y sobre todo, formidablemente escrita. Ya quisiera este gracejo James Ellroy, un señor que en su vida ha oído hablar de oraciones subordinadas (hay que decir que su cuenta corriente no llora por ello).

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