Como les decía el otro día, nuestro dilecto Don Melón (aunque ya no es mi alumno, sigue llamándome Profe; ya tutéame, Don Melón) me obsequió con dos filmes de Alex de la Iglesia: El día de la bestia y 800 balas. Gracias de nuez, Don Melón.
800 balas es una película muy superior a El día de la bestia (1995). Es superior porque el planteamiento del film es mucho más original, aunque su desarrollo sea fiel al mismo espíritu fallero y estridente de la mencionada película. Si El día de la bestia era una parodia y homenaje al cine de terror de la Hammer, así como sus derivados y subproductos relacionados, 800 balas es una mirada nostálgica el mundo del spaghetti y gazpacho-western, a los dorados tiempos en que en Almería se rodaban películas como El bueno, el feo y el malo e infinidad de otros títulos menos significativos que durante los 70 llenaron las pantallas de los cines de tiroteos y diligencias rodados en los desérticos contornos de Texas Hollywood, el pueblo del Oeste americano real donde, hoy día, se celebran atracciones turísticas relacionadas con la leyenda del viejo Oeste. Los personajes del film son, precisamente por ello, un montón de inadaptados que trabajan como extras en Texas Hollywood y que, a fuerza de nostalgia y desesperación ante el glorioso pasado que ya no volverá, acaban por compenetrarse con los personajes medio circenses que interpretan hasta convertirse en verdaderos personajes de un Oeste de leyenda incrustados en la vida pueblerina de un pueblo de Almería. A este pueblo del desierto de Tabernas llegará Carlos, un niño que se escapa de casa para conocer a su abuelo Julián (formidable Sancho Gracia), un antiguo extra que dobló a Clint Eastwood y a George C. Scott en Patton y que malvive de recuerdos con su trabajo en el Texas Hollywood. El gran encanto de la película está precisamente en cómo de la Iglesia, queriendo rendir un sentido homenaje el gazpacho-western (marmitako-western, he leído también por ahí) filtra a sus harapientos personajes montados a veces a caballo en el contexto de un pueblo almeriense real, logrando una simbiosis absolutamente genial entre pasado y presente, fantasía y realidad. Lo llamativo es que la habilidad para incrustar a estos infelices vestidos de vaqueros en la moderna Almería es tan grande que nos obliga a reflexionar si no será que, a veces, es todavía posible vivir en una vida inmersa a su manera en la filosofía, rudimentaria pero agreste y poética, del western circense que cultivó Leone, o incluso del sistema de valores del western clásico que encarnaron Ford, Walsh o Hawks. O sea, como Ciudad Juárez, pero en Almería, que es más cantoso.
Verbenera y delirante, atiborrada de personajes secundarios que ejercen magníficamente su papel y donde destaca un Sancho Gracia que, en virtud a su propia leyenda de Curro Jiménez, adquiere ante nuestros ojos en la pantalla una estatura de actor verdaderamente mítico, 800 balas es una película gozosa y fascinante, una vuelta de tuerca a nuestro sentido de la realidad y de la vida, a la que sólo se le puede reprochar que, a veces, de la Iglesia se deleite demasiado con los efectos pirotécnicos y deje escurrirse una historia mucho más humana cuya moraleja final hubiera debido de ser más grande.
800 balas (2002). Dirección: Álex de la Iglesia. Guión de Jorge Guerricaechevarría y Álex de la Iglesia. Producción: Álex de la Iglesia. Fotografía: Flavio Martínez Labiano. Música: Roque Baños. Montaje: Alejandro Lázaro. Dirección artística: Arri y Biaffra. Vestuario: Paco Delgado.
Interpretación: Sancho Gracia (Julián), Carmen Maura (Laura), Ángel de Andrés López (Cheyene), Eusebio Poncela (Scott), Luis Castro (Carlos), Enrique Martínez (Arrastrado), Luciano Federico (Enterrador), Ramón Barea (Don Mariano), Manuel Tafallé (Manuel), Terele Pávez (Rocío), Gracia Olayo (Juli), Cesareo Estánez (Andrés), Eduardo Gómez (Ahorcado), Eduardo Antuña (Taxista), Berta Ojea (Ángeles), Ane Gabaráin (Jacinta), Yoima Valdés (Sonia), Alfonso Torregrosa (Jefe policía), Juan Viadas (Monitor), Juanjo Legamiz (Camarero).
España. Color. (***, de 4).
800 balas es una película muy superior a El día de la bestia (1995). Es superior porque el planteamiento del film es mucho más original, aunque su desarrollo sea fiel al mismo espíritu fallero y estridente de la mencionada película. Si El día de la bestia era una parodia y homenaje al cine de terror de la Hammer, así como sus derivados y subproductos relacionados, 800 balas es una mirada nostálgica el mundo del spaghetti y gazpacho-western, a los dorados tiempos en que en Almería se rodaban películas como El bueno, el feo y el malo e infinidad de otros títulos menos significativos que durante los 70 llenaron las pantallas de los cines de tiroteos y diligencias rodados en los desérticos contornos de Texas Hollywood, el pueblo del Oeste americano real donde, hoy día, se celebran atracciones turísticas relacionadas con la leyenda del viejo Oeste. Los personajes del film son, precisamente por ello, un montón de inadaptados que trabajan como extras en Texas Hollywood y que, a fuerza de nostalgia y desesperación ante el glorioso pasado que ya no volverá, acaban por compenetrarse con los personajes medio circenses que interpretan hasta convertirse en verdaderos personajes de un Oeste de leyenda incrustados en la vida pueblerina de un pueblo de Almería. A este pueblo del desierto de Tabernas llegará Carlos, un niño que se escapa de casa para conocer a su abuelo Julián (formidable Sancho Gracia), un antiguo extra que dobló a Clint Eastwood y a George C. Scott en Patton y que malvive de recuerdos con su trabajo en el Texas Hollywood. El gran encanto de la película está precisamente en cómo de la Iglesia, queriendo rendir un sentido homenaje el gazpacho-western (marmitako-western, he leído también por ahí) filtra a sus harapientos personajes montados a veces a caballo en el contexto de un pueblo almeriense real, logrando una simbiosis absolutamente genial entre pasado y presente, fantasía y realidad. Lo llamativo es que la habilidad para incrustar a estos infelices vestidos de vaqueros en la moderna Almería es tan grande que nos obliga a reflexionar si no será que, a veces, es todavía posible vivir en una vida inmersa a su manera en la filosofía, rudimentaria pero agreste y poética, del western circense que cultivó Leone, o incluso del sistema de valores del western clásico que encarnaron Ford, Walsh o Hawks. O sea, como Ciudad Juárez, pero en Almería, que es más cantoso.
Verbenera y delirante, atiborrada de personajes secundarios que ejercen magníficamente su papel y donde destaca un Sancho Gracia que, en virtud a su propia leyenda de Curro Jiménez, adquiere ante nuestros ojos en la pantalla una estatura de actor verdaderamente mítico, 800 balas es una película gozosa y fascinante, una vuelta de tuerca a nuestro sentido de la realidad y de la vida, a la que sólo se le puede reprochar que, a veces, de la Iglesia se deleite demasiado con los efectos pirotécnicos y deje escurrirse una historia mucho más humana cuya moraleja final hubiera debido de ser más grande.
800 balas (2002). Dirección: Álex de la Iglesia. Guión de Jorge Guerricaechevarría y Álex de la Iglesia. Producción: Álex de la Iglesia. Fotografía: Flavio Martínez Labiano. Música: Roque Baños. Montaje: Alejandro Lázaro. Dirección artística: Arri y Biaffra. Vestuario: Paco Delgado.
Interpretación: Sancho Gracia (Julián), Carmen Maura (Laura), Ángel de Andrés López (Cheyene), Eusebio Poncela (Scott), Luis Castro (Carlos), Enrique Martínez (Arrastrado), Luciano Federico (Enterrador), Ramón Barea (Don Mariano), Manuel Tafallé (Manuel), Terele Pávez (Rocío), Gracia Olayo (Juli), Cesareo Estánez (Andrés), Eduardo Gómez (Ahorcado), Eduardo Antuña (Taxista), Berta Ojea (Ángeles), Ane Gabaráin (Jacinta), Yoima Valdés (Sonia), Alfonso Torregrosa (Jefe policía), Juan Viadas (Monitor), Juanjo Legamiz (Camarero).
España. Color. (***, de 4).