Irma la dulce no era una de las películas favoritas de Billy Wilder. Principalmente, por romper una de sus reglas de oro: no rodar nunca en Hollywood una película cuya acción transcurre en otro país, y sus personajes, que no deberían hablar inglés, lo hablan perfectamente por boca de actores norteamericanos. Irma la Dulce, una deliciosa historia sobre una puta parisina de la que se enamora un gendarme que acabará por convertirse en su chulo, es una película idiomáticamente imposible cuyo mayor encanto, a pesar de lo que pensara Wilder, está en ese aire de fábula romántica, con actores completamente fuera de lugar y personajes hoy día fuera de tiempo.
Irma la dulce se basaba en un musical de Broadway del que Wilder compró los derechos por una fortuna para luego no dejar piedra sobre piedra: eliminó los bailables, se desprendió de las canciones y reescribió completamente la historia. Dejó solamente el título y la anécdota de la prostituta de buen corazón y su ex gendarme convertido en chulo. Todo lo demás fue rehecho y tamizado de acuerdo con la chispeante imaginación de Wilder, un genio para crear situaciones cómicas y diálogos afilados como estiletes. Amante de lo políticamente incorrecto, la película fue un gran éxito en todo el mundo, ya que recreaba (que no retrataba) el mundo de la prostitución callejera con un candor y una frescura como la que ésta nunca tuvo (posiblemente) ni tendrá (con toda seguridad). El mundo de las putas de buen corazón (que son, posiblemente, casi todas, lo mismo que no puede decirse de sus clientes) era un tema que no podía dejar indiferente a un célebre erotómano como Wilder (había sido vendedor en Hollywood de literatura y arte erótico prohibido en aquellos tiempos), y demasiado consciente de que nadaba entre aguas peligrosas convirtió su película en una comedia caramelizada a cuya dulzura contribuyeron unos prodigiosos decorados que recreaban en estudio un barrio de París, pero también la música de André Previn y la deliciosa fotografía de Joseph LaShelle. Y ya embutido en la comedia de situaciones absurdas y coincidencias inverosímiles y disparatadas, convencido plenamente de que la historia parecía haberse despojado de toda cordura y todo reflejo de una realidad social, Billy Wilder la llevó al máximo y la clausuró inmerso en el surrealismo más elegante, en un soberano sopapo a nuestra percepción de la realidad que, combinado con todos los demás ingredientes, hacen de Irma la Dulce una obra maestra perfumada y punzante como la rosa. A pesar de que Shirley MacLaine no nació para convertirse en puta parisina y Jack Lemmon no daba el tipo de chulo latino, ambos actores se entrenaron para sus papeles por los burdeles de París (Wilder no supo decir si juntos o por separado).
La Legion Of Decency norteamericana consideró la película inmoral en 1963. Su inocencia cautivadora pudo provocar a los puritanos de aquel tiempo con la misma furia con que hoy podría provocar a los nuevos puritanos, aquellos rojos hoy devenidos rosas, que no pudiendo erradicar de la faz del planeta las crecientes causas de la prostitución y del tráfico y explotación de mujeres, multan a las prostitutas y a sus clientes con más de 3000 euros por ejercer, si no el oficio, sí el medio de supervivencia más viejo del mundo. Un cambalache de favores no necesariamente practicado en la calle (que es lo que molesta a quienes velan por nuestro bien), sino también, cómo no, desde algunos alfombrados despachos ministeriales.
Irma la dulce (Irma La Douce, 1963). Dirección: Billy Wilder. (****, de 4). Más información, aquí.
7 comentarios:
1) Adoro a Shirley
2) Hay una escena en la que entra (o sale) de la cama, se supone que desnuda. Viéndola en DVD a cámara lenta se ven perfectamente una especie de caperuzas que lleva puestas en los pechos y que usaban las actrices para no rodar desnudas pero que lo pareciese. En aquella época no podían suponer que iban a existir los DVD, que delatan estos truquitos
3) Muy bien tu último párrafo. Detesto la hipocresía de los "rosas"
Un abrazo
De acuerdo Ricardo. Para mí lo mejor de la peli es, la dulce Shirley, sin despreciar a ese "peazo" de actor que era el Lemmon.
Un abrazo.
Yo prefiero a MacLaine, Lemmon y Wilder en The Apartment. Irma la douce no me gustó tanto.
Wilder fue un rey midas, todo lo que tocaba lo convertia en obra de arte.
Me encanta esta película no hasta el punto de "EL Apartamento" pero es desternillante.
A mí, quién sabe por qué, me gustan más las obras no maestras de Wilder. Adoro Irma la dulce, que es ¡tan políticamente incorrecta hoy día!
podrias dar los enlases
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