Las películas de cómicos suelen ser, generalmente, películas de a ratitos. A ratitos te hacen reír, y a ratitos no. Y esto, cuando sí es verdad que a uno lo hacen reír, que cada país tiene sus humores, como cada quien tiene los suyos. En el mejor de los casos, esta dualidad risa/no risa forma parte de las necesidades de construcción dramática. Es imposible estar riendo siempre, porque aunque los cómicos de turno tengan gracejo para ello, la risa es aliada de la sorpresa, y ésta última no es regenerable continuamente. Como es imposible estar riendo siempre, hay que balancear con algo más. Charlie Chaplin mezclaba sus gags con melodrama social, y en El gran dictador, con la crítica política; los Hermanos Marx lo mezclaban con canciones y bailes que hoy, en general, han envejecido mal y son difícilmente tolerables. Cada quien corta el ajo a su manera, pero en general, el melodrama y el musical ganan su terreno al terror o la aventura, aunque también Abbot y Costello explotaron esta variante.
El cine clásico mexicano está lleno de cómicos, pero sólo Mario Moreno Cantinflas ha adquirido fama y reconocimiento universal. Quizá no sea injusto para los Mantequilla o Chabelo que esta cinematografía produjo, pero quizá sí lo sea para quien desde siempre ha sido considerado el segundo de los grandes de la comedia mexicana: GermánValdés, mejor conocido como Tin Tan. Su popularidad en México no ha decrecido desde la llamada edad de oro de este cine, y es que al mexicano populachón le gusta tanto el humor como la pierna. Tin Tan supo entremezclar muy bien no sólo el humor con la pierna, sino con el melodrama y la aventura de carpa, una vertiente de la aventura que mezclaba el escapismo con el absurdismo (que no el absurdo de Ionesco), una parodia del género de aventuras y novelones clásicos sin deseos de verosimilitud rematado con canciones y bailes donde se mezcla el ritmo y la comedia en una carencia de pretensiones que le han dado una gloria fresca.
Nacido en México en 1915 pero criado en Ciudad Juárez desde 1927, esta ciudad tiene en Tin Tan a su más destacado icono del siglo XX. Su fama trascendió fronteras, y durante la década de los 50 su cine era también muy popular en los circuitos de cine hispano de Estados Unidos, así como en España, donde hizo reir a toda la generación de la posguerra. Tin Tan crece en Juárez y pronto comienza a frecuentar a los pachucos de la frontera, con quienes aprende inglés y de quienes adopta el uniforme estrafalario de éstos, que él asumiría como indumentaria cinematográfica en sus primeros films y convertiría en objeto de los ataques de diversos intelectuales, pero en objeto de los halagos de otros muchos. Su natural tendencia a la payasada histriónica, al humor juguetón y gamberro, pero sin maldad, no sólo se convertirían en marcas de su estilo, sino que lo catapultarían al mundo de la farándula por medio de la siguiente anécdota.
En 1934 comienza a trabajar en la estación de radio local XEJ como barrendero y chico de los recados; mientras arregla un micrófono estropeado, comienza a cantar y a proferir gracias sin darse cuenta de que el micrófono estaba conectado; el dueño de la estación, en vez de ponerle de patitas en la calle, le asciende a locutor y pronto se convierte en estrella de la radio. Años después, incorporado a la compañía de Jorge Maulmer y Paco Miller, se presenta con éxito en el DF, allí es descubierto por René Cardona y comienza una carrera cinematográfica compuesta en principio por pequeñas comparecencia fílmicas hasta su primer estelar en El hijo desobediente, de Humberto Gómez Landero.
Su mejor cine pertenece al final de los años 40 y se mantiene como estrella durante toda la década siguiente, hasta que una notoria complacencia consigo mismo y cierta desgana en los nuevos proyectos, por otra parte siempre rutinariamente dirigidos, fuerzan al artista a protagonizar su decadencia artística, aunque no por ello vaya a desaparecer de las pantallas. Su chispa y su popularidad continuarán durante algunos años más. Tin Tan no sólo era un buen actor de su propio personaje, sátira adelantada a su tiempo de una naturaleza que hoy llamaríamos bipolar, sino que es además un excelente bailarín y cantante. En las mejores películas del periodo de los años 50 alternará en sus películas con bellas bailarinas entre quienes destacaría Tongolele, una atractiva latina de origen estadounidense que se convertiría en tacos de ojo y fetiche para los espectadores masculinos de aquel público ciertamente ingenuo y familiar de los años 50.
El rey del barrio se halla en el corazón de su mejor época, en la que hay productos mejores y peores, casi siempre dirigidos por Gilberto Martínez Solares, quien sería su segundo director de cabecera tras la primera etapa de su filmografía dirigida por Gómez Landero. Pensemos que sólo entre 1951 y 1955 el tándem Tin Tan/Martínez Solares rodaría 18 películas. Parodia del cine de crooks y de gángsters, en El rey del barrio Tin Tan interpreta al jefe de una banda de ladrones que nunca consigue rematar ningún golpe; inútil contumaz para la vida delictiva, habitante en una vecindad popular del DF y fingiendo no ser más que un honrado maquinista, gasta más de lo que gana en ayudar a sus semejantes envuelto en una aureola de Robin Hood fracasado que propicia toda clase de disparates, disfraces y enredos cómicos.
Si bien es innegable que el film tiene ciertos altibajos, todo el equipo se halla en estado de gracia y dieron lugar a una película casi redonda. Incluso Tin Tan está más fino, administra mejor su prolija gestualidad sin llegar a incurrir (como era su peligro) en la chabacanería habitual de los divos de la comedia sin un buen dictador tras las cámaras. En ella el trompudo Tin Tan (este actor podía abusar mucho de su condición de bocón y dientón) para hacer reir a los espíritus más inocentes tiene tres o cuatro momentos verdadermante hilarantes y de antología.
En El rey del barrio los chistes y situaciones cómicas propias de la carpa, que sólo tienen la intención de hacer reír por hacer reír, se hallan mejor sujetos a una estructura dramática bien hilvanada a partir de la anécdota principal que se desarrolla en buena medida en unos estupendos decorados que recrean en estudio una vecindad típica. Todo en el film es farsa, desde las situaciones cómicas que rozan el absurdo salvaje y agresivo de los hermanos Marx, hasta las parodias de filmes muy populares de aquel tiempo, entre las que destacan no sólo los films de gángsters que durante toda la década pasada llegaron a México, sino también la excelente Salón México que filmara el año antes Emilio Indio Fernández.
No es ajeno a este balance propicio un equipo de secundarios entregados con placer a esta farsa en la que a veces parecían tener problemas para aguantar las risas, como suele ser notorio en el humor de carpa más ostentoso: desde el hermano de Tin Tan, Ramón Valdés (célebre por su papel de Don Ramón en la serie El chavo del ocho) a la excelente Silvia Pinal, pasando por característicos de la comedia de la época como el enano Gulliver, el Carnal Marcelo o la exuberante latina nacida en Washington Yolanda Montes, más conocida como Tongolele, con quien Tin Tan compartirá una escena de baile. He dejado para el final la mención de la deliciosa y extravagante Famie Kaufman. Nacida en Toronto y criada en La Habana, esta comediante larguirucha y desgarbada, propensa a autoinfligirse el papel de parodia cruel del bello sexo, destaca por su hilarante presencia en las dos escenas que protagoniza con Tin Tan.