La semana pasada apareció en Babelia, suplemento literario del diario El País, una crítica de la gran obra de Chris Ware, Jimmy Corrigan. El chico más listo del mundo. Esperemos que este empujoncito que supone ver un tebeo reseñado por el periódico de mayor tiraje de España sirva para que más españoles se gasten los casi 30 euros que vale una de las obras máximas que ha producido el cómic en los últimos diez años. Como yo publiqué en su momento una reseña de esta obra magna, ahí va de nuevo para que chapotee ahora durante un tiempo por los mares internáuticos.
Jimmy Corrigan: Elegía por el padre ausente.
Chris Ware (Omaha, 1967) no perdió el tiempo durante los siete años que invirtió en escribir y dibujar una de las grandes obras maestras del cómic norteamericano de la última década: Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo. Un título irónico, por supuesto. Ni el solitario y triste Jimmy Corrigan es el chico más listo del mundo, ni nada que se le parezca. Jimmy Corrigan es, por decirlo de manera contundente, una sombra de ser humano, un individuo enfermo de soledad crónica cuya inferioridad ante el mundo sólo es posible a partir de una naturaleza profundamente melancólica. Imagínense un individuo que un día encuentra sobre la mesa de su cubículo del trabajo un post-it que dice: “Durante seis meses estuve sentado del otro lado de este cubículo y nunca te diste cuenta. Adiós”.
Formado en la Universidad de Texas en Austin, Ware no tardó en llamar la atención en 1987 de Art Spiegelman, el gran gurú del cómic independiente norteamericano y autor de la prestigiosa obra Maus, única novela gráfica —hasta ahora— en ganar el premio Pulitzer de Literatura. En aquel tiempo, Spiegelman editaba la legendaria revista Raw, una de las más extrañas y radicales propuestas de la historieta independiente de todos los tiempos: editada en formato gigante, pronto aglutinó en sus páginas lo mejor de la producción adulta de los Estados Unidos: cómic e ilustración se batían en duelo dentro de sus páginas para regocijo de sus pocos y atípicos lectores. Proyecto poco comercial como era, no tuvo larga vida, y sus autores pronto emigraron hacia otros verdes valles, entre ellos, cómo no, la editorial Fantagraphics Books, que erre que erre sigue empeñada en demostrar que el cómic es un gran género literario y que sus posibilidades están aún por explotar. Si bien Chris Ware publicó alguna historieta en Raw, su trampolín vendría de la revista cuatrimestral escrita y dibujada por él solo desde su bastión de Fantagraphics Books, la exquisita The Acme Novelty Library, en cuyas páginas de papel cuché que rebosan colores de una paleta superdotada, nació y se desarrolló Jimmy Corrigan, un individuo de treinta y seis años que trabaja en un departamento de oficinas de Chicago y cuyas aficiones en la vida son soñar con la mujer que nunca tuvo, leer tebeos de Superman para soñar con ser el héroe que no es y aguardar, sentado junto a una ventana por la que la vida fluye y se le escapa, que el teléfono suene y su madre se dirija a él del otro lado. Y es que Jimmy Corrigan, como el propio Chris Ware, no conoció a su padre hasta el día en que recibió una carta y un billete de avión para que el chico volase a su encuentro. El encuentro con el padre desconocido concluirá con un desgraciado accidente en que éste pierde la vida y Jimmy Corrigan, otra vez, volverá a sumergirse en una existencia en la que la ausencia de un referente paterno lo vacía todo y una madre obsesiva llena a capazos de insistencia una vida cargada de frustraciones personales.
No es fácil leer esta obra. Serializada en The Acme Novelty Library durante siete años y publicada en un solo tomo por Pantheon Books, llega por fin a España de la mano del grupo Planeta-De Agostini. Son 380 páginas de una belleza gráfica deslumbrante, con un coloreado suntuoso y editada en un formato extraño para el mercado nortemericano: un volumen en formato apaisado de 21 cm. de largo por 17 de alto. Más propio del mercado español, que vivió una edad del oro del tebeo apaisado —y con cuya naturaleza, la del cuaderno de aventuras, la obra de Ware no tiene nada que ver—, es un objeto extraño y lujoso lleno de acertijos en sus, a veces, viñetas tan pequeñas que parecen una labor de orfebre —“Hacer las viñetas pequeñas ayuda a arrastrar adentro al lector”, ha dicho Ware—. Chris Ware tiene una concepción de los cómics como arte pictórico musical, en el que las emociones propiciadas por las imágenes marcan la intensidad y el ritmo de las palabras. Para Ware, son las imágenes las que deben contar la historia, y la minuciosidad minimalista de este autor es capaz de llenar cada viñeta diminuta de relevantes mensajes y emociones. El poeta norteamericano J. D. McClatchey ha dicho de él que Chris Ware es el Emily Dickinson de los cómics, y Ware, un poco azorado de que le repitan una y otra vez el halago, sólo es capaz de balbucer que siempre fue un pésimo lector de poesía, lo cual no deja de ser una paradoja cuando a continuación afirma que “los cómics son el equivalente visual de la poesía, ya que usas una amplia imaginería en un espacio muy reducido”. Fantasía, metáforas, simbolismo… Jimmy Corrigan en una compleja obra llena de tropos.
No es fácil leer Jimmy Corrigan. Si bien la trama principal narra el encuentro de Jimmy con su padre, acción ubicada en un pueblito de Michigan llamado Waukosha, la novela narra también la tormentosa relación de su abuelo con su propio padre, remontando el relato a los últimos años del siglo XIX en una serie de continuos flash-backs que entrelazan continuamente el pasado con el presente para contarnos la vida de los Corrigan como un río temporal donde fluyen los mismos sentimientos como peces rellenos de plutonio: la soledad, la indefensión y el abandono. No es fácil leer Jimmy Corrigan porque Ware nos hace enormemente vívidos estos sentimientos, y la intensa complejidad narrativa que conforma la estructura de la novela —la interfluencia continua entre la realidad y la fantasía, el presente y el pasado— nos obliga a no correr, a leer con detenimiento, a examinar cada viñeta, grande o pequeña, para analizar hasta sus mínimos rincones. No pocas veces están llenos de mensajes ocultos.
Hay algo de oriental en esta obra. Ahora que el manga ya es un habitual en las librerías de quienes gozamos de estas viandas y nombres como el de Isashi Sakaguchi o Katsuhiru Otomo son de referencia común, no es de extrañar que su influencia se haga notar en Occidente. Hay en Jimmy Corrigan ese ritmo lento y pausado de dramatismo ornamental que caracteriza al cómic japonés y a buena parte de su mejor cultura. El dibujo de Ware, de trazo depurado y perfeccionista en la tradición de la Línea clara francobelga, se adecúa perfectamente a la rotundidad de exposición de los sentimientos que aborda en su obra. Porque es una obra de sentimientos profundos en la que el genio del vigoroso pincel de Ware es capaz, y a menudo lo hace, de concederle a un vigoroso rascacielos la elegancia quebradiza de un cuello de cisne.
Jimmy Corrigan es una elegía al padre ausente, elegía nacida de la propia experiencia de su creador. Como Jimmy Corrigan, también Ware acudió a la cita con el padre desconocido e intercambiaron noticias de sus vidas durante una breve cena, haciendo imposible un nuevo encuentro la repentina muerte de aquél. Como recuerda Ware, pasó con el padre ausente el mismo tiempo que un lector puede invertir en leer esta obra. Esta obra maestra cuya lujosa edición de Pantheon Books (la cual ha sido respetada por Planeta en su edición española) tiene, aproximadamente, el mismo tamaño que la urna que hoy cobija sus cenizas.
Chris Ware, Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo. Planeta-De Agostini. Barcelona, 2003. Colección Trazado, 380 pp. 30 euros.
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3 comentarios:
Gracias por reventarme el final del comic, esto se avisa joder. profesorgafapasta veteatomarpolculo
Yo no aviso, imbécil. Jimmy Corrigan no es una novela de Agatha Christie, y cualquiera que haya leído un poco sabe desde que aparece el padre cómo acaba la cosa. Como no es tu caso, te jodes y bailas.
Mis mejores deseos de enculamiento para ti.
jajajajaja
Vaya diálogo tarantinesco.
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