viernes, diciembre 24, 2004

NO HAY BLOG HASTA AÑO NUEVO


No se trata de una inocentada. Mañana atravieso las turquesadas cortinas y el 26 hispanizo en Madrid. Como hasta el día 28 no llegaré a Murcia, y enseguida se nos cruza el despapaye de nochevieja, esto quiere decir que durante la próxima semana no actualizaré esta página. Os deseo una buena nochevieja al gusto, y nos leemos a partir del 1 de enero de 2005. Esperemos que el año nuevo nos traiga más buenos tebeos, libros y películas sin los cuales la vida no vale nada. Sale y vale.
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miércoles, diciembre 22, 2004

ESTA BITÁCORA LES DESEA FELICES FIESTAS


Clicar sobre la imagen para ver más grande. Viñeta de Carl Barks para Christmas in Shacktown (Navidad en Villa Miseria). Traducción de Montserrat Ribalta. Ediciones B. Olé Disney, 20. Posted by Hello

martes, diciembre 21, 2004


Portada del libro Cine Mexicano Posted by Hello

CARTELES DEL CINE MEXICANO CLÁSICO.

Publicado esta semana en el número 266 de El Reto.
*
He aquí un libro para mirar y remirar durante mucho tiempo. Se trata de un libro de arte que recopila 150 carteles del cine clásico mexicano de la Edad de Oro. Una pequeña representación del fondo cinematográfico seleccionada del Archivo Fílmico de Rogelio Agrasánchez Jr., que se constituye como la colección privada más grande del mundo: 840 carteles que representan el 55 por ciento de todos los carteles realizados para películas filmadas durante los veinte años de la edad de oro. La introducción de Charles Ramírez Berg resume muy bien la trayectoria del mejor cine hablado en español durante dos décadas del siglo XX, introducción de la cual procedo a hacer una síntesis.

El periodo clásico conocido como edad de oro comienza en 1936 con Allá en el Rancho Grande, de Fernando de Fuentes, y concluye en 1956 con Tizoc, dirigida por Ismael Rodríguez y protagonizada por María Félix y el actor-fetiche del subconsciente mexicano: Pedro Infante, en la que sería su última actuación antes de fallecer en accidente de avión. Contribuyeron a la existencia de una edad de oro del cine mexicano varios factores. Factores de política exterior: durante la II Guerra Mundial, Estados Unidos favoreció la venta de película virgen a México, ya que este país se había mostrado como un importante aliado de Estados Unidos contra los enemigos del eje Berlín-Roma-Tokyo. Argentina, país neutral durante el conflicto, fue “castigado”, y la venta de película virgen le fue restringida. México se lanzó a una conquista imperial del mercado latinomericano que consiguió ejemplarmente. Durante dos décadas, México D.F. fue el Hollywood latino y generó el star-system más consistente después de Hollywood.

Factores de política interior: al contrario de lo que sucede en el México de hoy, durante los años 40 el gobierno adoptó una política proteccionista de la cinematografía que se manifestó en la creación del Banco Cinematográfico, institución privada con participación del Estado que facilitaba el financiamiento de filmes. También el Estado creó una red de producción y distribución de films.
Factores artísticos: el México de los años 40 fue un vergel de fecundidad creativa, y muchos de los grandes hombres del arte mexicano se incorporaron a la cinematografía: escritores como José Revueltas, fotógrafos como Gabriel Figueroa, compositores como Agustín Lara. Las estrellas del cine mexicano fueron tantas que mencionarlas aquí sería sólo una enumeración ociosa de la que prescindo aquí y ahora. La fecundidad de dos décadas de cine mexicano clásico permitieron incluso que “aves extrañas” como Luis Buñuel pudiesen hacer nido en él desde 1947 (Gran Casino) hasta más allá de la debacle posterior al 56: El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965) fueron sus últimas películas mexicanas.

Las causas del declive del cine mexicano clásico también se pueden dividir en internas y externas. Tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos redujo el envío de película virgen a México y esto limitó la producción de cine mexicano. La política imperialista de Hollywood se reestableció de forma muy agresiva, y la fluida distribución comenzó a robar cuota de pantalla al cine nacional. Las causas internas se debieron al clientelismo y nepotismo del Banco Nacional Cinematográfico, convertido en un club de negociantes que se favorecían a puerta cerrada y beneficiaban a las empresas más importantes, a quienes ellos representaban y para quienes trabajaron. Los productores independientes no tuvieron acceso a los fondos del Banco, y poco a poco fueron despareciendo en un mar infestado de grandes tiburones que servían a una élite. El Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC) se convirtió en el órgano dominante dentro de la profesión artística y desde 1945 se volvió un petit comité amafiado en el que no cualquiera tenía las puertas abiertas. El bloqueo a cineastas jóvenes durante veinte años condujo a la industria a una cinematografía anquilosada y repetitiva ejercida por quienes detentaban el poder dentro del sindicato, pero también contribuyó a la falta de aires nuevos y renovadores. Para rematar este ambiente viciado, los productores vieron en el cine una forma de ganar dinero fácil sin reinvertir en la industria, por lo que se detuvo el progreso tecnológico. La devaluación del peso en 1954 elevó los costes de producción, tres de los principales estudios cerraron en el bienio 1957-8. Los premios Ariel fueron descontinuados este último año, premiando Tizoc y clausurando una de las etapas más gloriosas del cine en español del siglo XX. Hasta aquí, un resumen de la introducción de Ramírez Berg.

La contemplación de esta antología de carteles de la Edad de Oro llena de honda satisfacción estética. Dividido en varios capítulos que retoman los grandes temas del cine clásico mexicano (Comedia, Cabareteras, Charros y folclor, Historia y religión, Drama y Misterio y aventura), por sus páginas se despliega la deliciosa paleta de 14 artistas excepcionales: Heriberto Andrade, Arias Bernal, Andrés Audifredd, Cadena M., Ernesto García Cabral, Ernesto Guasp, Leopoldo Mendoza, Josep Renau y su hermano Juanino, Rivero Gil, José Spert, Vargas Briones y su padre Vargas Ocampo. Destaca entre todos, pero sólo para mi gusto personal, el espectacular cartel de Espuelas de Oro (dirigida por Agustín P. Delgado en 1947), un cartel pintado por José G. Cruz, hombre polifónico de la cultura popular mexicana del siglo XX: genio de los cómics, pintor, escritor, creador de fotonovelas de arrabal llenas de composiciones y collages surrealistas, actor y guionista de las películas de Juan Orol, creador y editor de pepines del Santo... El gran G. Cruz no podía faltar en esta antología con una muestra de su arte, tan glorioso como injustamente olvidado hoy día. Tanto, quizá, como el legado cinematográfico de dos décadas de cine mexicano que debería ser rescatado de los arcones, restaurado, editado en dvd con extras, documentales y un trabajo de investigación acerca de estos filmes, y al fin, hábilmente distribuido no sólo en México sino en el resto del mundo. De momento, el sello Alter Films (propiedad de Televisa) está sacando al mercado muchos de estos títulos en dvd, aunque en condiciones más que discutibles: mala digitalización, ninguna restauración del filme original en la mayor parte de los casos y escasa información suplementaria, por no hablar de la inexistencia de documentales y otros extras que complementen el visionado de la película. Unas ediciones no precisamente de calidad, no precisamente baratas y sí muy avaras en cuanto a contenidos y calidad de los mismos.

Rogelio Agrasánchez Jr. y Charles Ramírez Berg, Cine mexicano. Carteles de la época de oro 1936-1956. Chronicle Books. San Francisco, 2001.

domingo, diciembre 19, 2004

RAYO KID


Rayo Kid, de Zimmerman y Severin, es una gran decepción. Pretende ser una parodia de los mitos del Oeste (aparecen trasuntos de los Cartwright, de Laura Ingalls y su puta casa de la pradera, del Zorro, hasta el Sheriff George W. Bush), pero la cosa se queda en un quiero y no puedo. El guión, de pena; el dibujo... Diosito sabe que John Severin fue uno de los grandes dibujantes americanos de tebeos (aquellas historias cortas en las publicaciones Warren siguen siendo una delicia), pero aquí trabaja al vapor o sin ganas, o quizá sea la edad. Cualquier tebeo de Tex es mucho mejor. La edición española es lamentable: la estupenda portada celebra la gran ubre de Saloon, pero a los responsables de Fórum se les olvidó dar créditos de su autor. Y Severin no es, compadre.

Rayo Kid (números 1 y 2). Guión de Ron Zimmerman; dibujo de John Severin; color de Steve Buccellato. Ediciones Fórum. Barcelona, 2004. (**).
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viernes, diciembre 17, 2004


Luchino Visconti: Creo que no se puede ser hombre y mucho menos artista, sin tener una conciencia política. El arte es política. Posted by Hello

LA CAÍDA DE LOS DIOSES

Luchino Visconti (1906-1976) fue un aristócrata de rancio abolengo (su dinastía se remontaba a los tiempos de Carlomagno) que militó en el Partido Comunista italiano, con cuyos fondos llegó a rodar una película, La terra trema. Visconti era conde y poeta de los pobres. Fue un hombre de otro tiempo ya en vida, y hoy día parece cuanto menos dos hombres de otro tiempo: el aristócrata, heredero por sangre del orden social de un mundo desaparecido, y el director de cine de enorme cultura, doctor en Letras, buceador de los abismos del alma humana, intelectual comprometido, entomólogo de nuestra especie, filósofo de nuestra historia reciente.

Viendo The Damned (en Italia se estrenó como La caduta degli dei, y en español, La caída de los dioses) uno se da cuenta de que el cine es un arte superlativo amenazado en perpetuo peligro de extinción. ¿Cómo comparar la elegancia infinita de esta película, su concepción operística y su majestuosidad natural, con la morralla que continuamente nos apesta y aturulla? Visconti, retratando las más bajas pasiones humanas como son el hambre de poder y el hambre infinita de la carne nos hace una radiografía excepcional de los años que condujeron a Hitler a un poder desmedido y enfermo. Afirmó Visconti: “No existen explicaciones ni soluciones de los estados del alma, de los conflictos psicológicos, fuera de el contexto social. A mi juicio, las pasiones humanas y los conflictos sociales son los que animan y conmocionan la Historia”.

La historia de The Damned es la historia de Martin (Helmut Berger), ese ambiguo ente masculino, afeminado y pederasta, que odia y ama a su madre en secreto. Y sufre por ello, claro, como ya sentenció Catulo de Verona. Martin, elemento chocante y débil por sus vicios en una familia catapultada a la gloria al poner su imperio metalúrgico al servicio del nazismo, acabará por convertirse en el portador de la égida sobre un montículo de parientes muertos. Dicen que detrás de toda gran película hay un mito: el de Orfeo en Vértigo, el de Midas en Ciudadano Kane... En La caida de los dioses (insisto ahora en su título comercial español) Visconti nos proporciona una recreación del mito olímpico de la sucesión. Martin, pequeño Zeus en un mundo de dioses caídos tan venidos a menos que han dado a parar en hombres, es el Zeusito de este film majestuoso y lírico-agónico donde se nos insiste en la idea de que el canibalismo es la autopista del triunfo. ¿Quién dijo que perro no come perro?

La caída de los dioses (The Damned, 1969). Dirección: Luchino Visconti. Escrita por Nicola Badalucco, Enrico Medioli y Luchino Visconti. Música de Maurice Jarre. Fotografía de Pasquale De Santis y Armando Nannuzzi. Montaje de Ruggero Mastroianni. Dirección artística de Enzo Del Prato y Pasquale Romano. Vestuario de Piero Tosi. Intérpretes: Dirk Bogarde, Ingrid Thulin, Helmut Griem, Helmut Berger, Renaud Verley, Umberto Orsini, Reinhard Kolldehoff, Albrecht Schoenhals, Florinda Bolkan, Nora Ricci, Charlotte Rampling. Italia-Alemania-Estados Unidos. 150 m. (****).

martes, diciembre 14, 2004


Modesty Blaise saca a Willie Garvin de la cárcel. Posted by Hello

MODESTY BLAISE: THE LONG LEVER

Segunda aventura de Modesty Blaise, fue publicada en los periódicos británicos del 23 de septiembre de 1963 al 15 de enero de 1964 y comprende las tiras diarias 115-211. Sir Gerald Tarrant encarga a Modesty y a Willie que rescaten al doctor Alexis Kossuth, científico de origen húngaro que ha sido secuestrado en Río de Janeiro por hombres de la KGB. La sospecha de que Kossuth se pueda encontrar retenido en El Flamenco, barco del multimillonario Rafael de Sá, empuja a Modesty y a Willie a hacerse pasar por un par de náufragos que son recogidos por la tripulación de El Flamenco. La tensión erótica que generan Modesty y Willie entre los invitados del crucero les servirá para ser bien acogidos en el barco de De Sá. Sin embargo, el encuentro con Kossuth les revelará una realidad muy diferente de la que manejaban los servicios secretos occidentales.

En la introducción, Peter O´Donnell menciona una entrevista con Pierce Brosnan en que el célebre actor destacaba The Long Lever como la historia que le había enganchado a Modesty Blaise. ¿La razón? Modesty Blaise se pasa por sus divinas narices el objetivo de la misión. Modesty, al final del relato, deberá tomar una ruda decisión “unilateral” que la obliga a dejar en libertad a Kossuth, una libertad que él, por razones paternales, no concibe sino en el lado soviético del telón de acero. Si bien el desenlace de la historia no dejará contentos a los servicios secretos occidentales, tampoco la decisión de Modesty traerá a Kossuth nada más que la desgracia.

Se trata de una historia bien hilvanada, alejada en todo momento de los convencionalismos del género de espías que identificamos con 007. Una historia emotiva donde se privilegia el conflicto humano de los personajes y donde Modesty evocará sus propios recuerdos demoníacos del campo de concentración de Kalyros, un pequeño infierno de donde también pudo escapara Kossuth muchos años antes. Modesty usa el “kongo” por primera vez (ese objeto que sirve como broche para sujetar su divino moño y que, desarmado y vuelto a armar, se convierte en un arma para neutralizar los puntos neurálgicos del cuerpo de su contrincante). También es la historia en que Willie Garvin recuerda cómo conoció a la “Princesa” en Saigón, donde ésta le sacó de la cárcel y lo tomó a su servicio. Una hermosa viñeta de ese genio del dibujo que fue Jim Holdaway retrata este momento mítico de la historia del cómic.

Peter O´Donnell y Jim Holdaway, The Long Lever, en Modesty Blaise: The Gabriel Set-Up. Titan Books. London, 2004. (****)

domingo, diciembre 12, 2004


Portada de Los profesionales IV, del gran Carlos Giménez. Posted by Hello

LOS PROFESIONALES IV

Acaba de publicarse Los profesionales V, de Carlos Giménez. Daría gusto recuperar para el tebeo ibérico, y desde Iberia para el mundo, a todos aquellos grandiosos profesionales (valga la redundancia) que explotaron su mejor arte gráfico en los años 80. Carlos Giménez fue el más grande, y hoy no hay dudas al respecto. Es más, hay quien dice que Giménez es el más grande autor del medio en toda la historia del tebeo español. Hay requetemás: hay quien dice que Giménez es el más grande autor de cómics de todos los tiempos, en todos los países de este planeta. Habrá quien diga, harto de porros, que los cómics de Giménez superan también los de los arcángeles moneros, pero yo siempre he sido hombre de poca fe. Temeroso como soy de las categorizaciones absolutas, sólo diré lo que cualquier individuo medianamente sensible que no sea un lerdo tarado podría decir: Carlos Giménez es uno de los grandes autores mundiales de cómic de todos los tiempos.

Mientras me preparo para mi peregrinaje ibérico semestral, donde tendré ocasión de adquirir el tomo V de esta magna serie, he leído el volumen IV. Los tres primeros fueron recopilados en un tomo de lujo que desapareció pronto del mercado, y quien desee hacerse con la serie completa tendrá que adquirir los álbumes reeditados de manera independiente, también por Glénat.

Sólo un reproche puede hacérsele a Giménez y a este cuarto volumen de Los profesionales: ¡¡¿Dónde está Filstrup?!! Como es sabido, en este magno Filstrup, amo y señor de la agencia Creaciones Ilustradas para la que dibujan nuestros entrañables creadores de Los profesionales, es retratada una leyenda del tebeo español: Josep Toutain, el Sheriff de los Cómics que durante los años 70 colocó en Estados Unidos a toda una camada de artistas españoles que dinamitaron el panorama del cómic adulto en ese país. Durante los 80, con sus revistas Creepy, 1984 y sobre todo Comix Internacional publicó buena parte del mejor tebeo producido dentro y fuera de España. Su muerte, no cabe duda, fue una gran pérdida para la industria, y si bien hay que reconocer que su línea ya no captaba el interés mayoritario de los lectores durante sus últimos días, Toutain fue una leyenda viva cuya inteligencia y sensibilidad no sólo contribuyó a conquistar cimas importantes a muchos artistas españoles, sino que él mismo creó una gran escuela editorial de la que se beneficiaron quienes serían sus epígonos en la industria a partir de los años 80. La recreación que Giménez hace de Filstrup es enormemente entrañable: metomentodo, autoritario, egocéntrico, procaz, con un encanto mefistofélico y un carisma arrollador, y sobre todo hombre de tebeos, mecenas emprendedor de un arte bello y singular. Así pues, ¿dónde está Filstrup? Espero que Los profesionales V nos lo haya devuelto junto al resto de estos maravillosos personajes detrás de los cuales se esconden grandes artistas como Fernando Fernández, Pepe González o José María Beá, entre otros.

La crónica sentimental de Carlos Giménez en Los profesionales es la de un tiempo extinguido y triste que sólo ahora puede ser contemplado con una nostalgia cariñosa: la de la España franquista y atrasada de los años 60 en la que un puñado de artistas geniales, comandados por ese Sargento Furia que fue Filstrup/Toutain, dibujaba centenares de páginas para el mercado editorial extranjero: tebeos del Oeste, de guerra, historietas de amor... Eran los tiempos previos al desembarco de artistas españoles en Nueva York, cuando de manera anónima estos comiqueros geniales se foguearon pegando tiros por las trincheras del tebeo desechable de toda Europa. ¿Cuánto le debe un éxito sentimental como el de la serie de televisión Cuéntame a Carlos Giménez y a su mirar hacia atrás sin ira, pero también sin mentira?

En Los profesionales IV, Giménez retoma numerosas anécdotas de aquel tiempo y las convierte en tres historias modélicas donde brilla tanto su gran talento narrativo como su trazo genial de artista del pincel y la plumilla: en La leyenda de C.I nos adentrará de forma desenfadada en las gamberradas a las que se dedicaban aquellos artistas con sus colegas de profesión, ésos que les desconocían y envidiaban con ternura trágica; en La noche de los lápices afilados, nuestros dibujantes pasarán las noches en vela dibujando hasta reventar compartiendo su amor platónico por Marilyn Monroe y también la desgraciada noticia de su muerte; en Cantando bajo el diluvio, el incombustible Peribáñez vivirá una odisea personal vagando por una Barcelona anegada por la lluvia en busca de trabajo como guionista de historietas. Esta es mi historia favorita: hay en Peribáñez una ternura trágica que parece haber sido la ternura trágica de todo un pueblo a través de un tiempo. Aquel tiempo y aquella ternura idealista y obcecada que pareció morir con ellos. Quizá haya sido lo mejor.

Leer a Carlos Giménez es imperativo en estos tiempos en que tanto se edita en España, en Estados Unidos, en Italia, en Francia y en Japón. Se trata de uno de los titanes nacidos en un tiempo de titanes irrecuperable. En Los profesionales, obra fundamental como todo Giménez para una cabal comprensión de la grandeza de un arte como el del cómic, está encerrada toda la vida, y en sus páginas toda la grandeza y la debilidad de un arte y un mundo.

Carlos Giménez, Los profesionales IV (2003). Ediciones Glénat. Barcelona, 2004. 62 pp. (****).

miércoles, diciembre 08, 2004


El gran Ross Macdonald. Posted by Hello

LA MUECA DE MARFIL

De la tríada de nombres clásicos de la novela negra americana (Hammett, Chandler, Macdonald) me he quedado de siempre con Ross Macdonald (seudónimo de Kenneth Millar, 1915-1983). A su irónico y lírico detective privado Lew Archer siempre le he visto cara de Robert Mitchum, y a ello debió contribuir una de esas gloriosas películas vistas una noche de sábado durante la adolescencia en que Mitchum intepretaba a Marlowe, la criatura de Chandler. Lo hizo tan bien que me quedé para siempre con Mitchum y lo adapté a Archer. Ha pasado un buen, pero no importa. Sigo leyendo a Macdonald y viendo la cara de Robert Mitchum. Nunca he tolerado demasiado a Hammett ni a Chandler (aunque a éste más que al primero), pero Macdonald me sigue entreteniendo muchísimo. Recién terminada La mueca de marfil (The Ivory Grin, cuarta novela de la serie Archer), he podido disfrutar de nuevo con el humor flemático de Archer, un detective privado canónico mediante cuya narración en primera persona Macdonald pudo llenar la novela negra de una profunda poesía que chapotea entre las sombras y sanguinolentos charcos del más negro y rojo de los géneros literarios. Y cuando digo poesía no me refiero a la expresión de sentimientos bonitos, sino al uso del símil como una forma de expresar con infinita contundencia plástica los sentimientos de los personajes, o el expresionismo de determindadas estampas. Sí, eso es: expresionismo. Macdonald utiliza el símil como los maestros del cine mudo usaban la paleta del blanco, negro y gris: para describir un mundo rico en matices, pero también en contrastes que deforman nuestra percepción de la realidad. Algunos ejemplos: “El cuello cortado se abría como la boca de un dolor inexpresable” (cap. VI, p. 41); “La luz del sol parecía débil y desvaída en el recinto abierto del motel, como si la noche hubiera estado cayendo desde hacía un tiempo insoportable” (cap. VI, p. 44); “Se apoyó en el mostrador con el abdomen repartiéndose por encima como queso fresco en bolsa” (cap. VI, 46); “Parecía enferma. Los manchones amarillo verdosos de bajo los ojos se habían oscurecido y extendido. Con pijama japonés rojo parecía menos una mujer que un duende asexuado envejecido en el infierno” (cap. VIII, p. 60).

Podríamos seguir así, entresacando descripciones y símiles hasta bien entrada la noche, porque son una de las características de Macdonald. Abundan, y son enormemente gozosos porque hace mucho, mucho tiempo que lo más importante de una novela criminal era conocer la identidad del asesino. Eso importa poco, y al menos a mí no me importa nada en absoluto. En este caso concreto, por encima de todo brilla una plasticidad rica en imágenes que vuelva inmune la novela al estropicio que significa cualquier traducción a otro idioma.

Ross Macdonald, La mueca de marfil (The Ivory Grin, 1952). Traducción de Mario Giachinno. Editorial Laia. Barcelona, 1987.

martes, diciembre 07, 2004


Paco Ignacio Taibo II Posted by Hello

TAQUEANDO O MALRAZONANDO CON PIT II

Hace unas semanas tuve el gusto de comer con Paco Ignacio Taibo II en un chino de la ciudad. Nos acompañábamos una decena de personas en la conversación con Taibo: amigos de autor, representantes del Instituto Chihuahuense de la Cultura y de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Entre plato y plato, Taibo II habla y habla como lorito de pirata, sin necesidad de que le den conversación. Narrador ágil e imaginativo como es, no fue difícil advertir que el padre de Belascoarán Shayne y de los protagonistas de Sombra de la sombra se basta y sobra para llenar de anécdotas y recapitulaciones jocosas una conversación en la que, por lo general, nadie tiene nada relevante que contar salvo el homenajeado. Durante la comida desgranó una anécdota divertidísima acerca de sus aventuras en Manhattan en compañía de Jerome Charyn, notable novelista norteamericano que también escribió algunos guiones para el gran dibujante galo Tardí. Si mal no recuerdo, uno de ellos se titulaba El exterminador de cucarachas, y en España lo publicó por entregas la revista Cairo. Charyn y Taibo II vagaban por Manhattan perseguidos por un watussi empeñado en venderles un paraguas robado. Durante la comida hablamos de Andrea Camilleri y de lo mucho que pierde su siciliano en la traducción; de Sergio Toppi y de otros comiqueros italianos. Me preguntó de qué región de España era. “Eres el primer murciano que conozco. No sabía que había murcianos de exportación”. Yo le respondí que la huerta de Murcia exporta de todo a los lugares más insospechados. Le comenté que impartía clases de latín, mitología clásica y... narrativa gráfica, y esto lo sacó de onda: “Ahora sí que me moviste el tapete. Vaya contraste. ¡De Poseidón a Tintín!”.

Taibo andaba en la ciudad recabando información en los archivos para un libro sobre Villa, y aprovechó para publicitar su biografía del Che, firmar algunos ejemplares y dar una plática a los estudiantes de literatura de la UACJ. Éstos asistieron con alborozo a una conversación informal en la tarde con este padre fundacional de la nueva novela negra en español (nueva: de los años 70 a esta parte, junto con Vázquez Montalbán, Andreu Martín, Juan Madrid y otros). Taibo II es un hombre hiperactivo que cocacolea ergo est, ya que engulle latas del refresco de la libertad con la misma facilidad con que fuma cigarrillo tras cigarrillo allí donde se encuentre, sobre todo si hay prohibición de hacerlo. Los ojos de Taibo II destacan al ser aumentados por el cristal de sus gafas, y, como cuando habla reniega de tirios y troyanos, enlaza su discurso con multitud de tacos llamados en México malarrazones, así que los estudiantes flipaban en colores al chalar con un intelectual anti-dandy que cuando habla parece que se enfada, y cuanto más se enfada más chingaderas suelta, y al final arremete contra ciertas revistas culturales y contra aquellos que le critican por vender mucho (sobre todo, su libro Arcángeles, dedicado a los libertarios y su biografía del Che).

Yo saqué a colación el tema de los cómics. Sabido es que Taibo II dirige la Semana Negra de Gijón, donde el originario culto a la novela negra derivó en una semana multicultural donde el tebeo es tan importante como la novela negra y la ciencia-ficción (Taibo II quiere ampliar a la novela histórica). Yo había llevado al salón donde nos encontrábamos el primer tomo de Modotti, una mujer del siglo XX, escrito y dibujado por Ángel de la Calle donde el propio Taibo II ejerce de cicerone por la reconstrucción de la vida de esta protagonista del México moderno. Mostré a los estudiantes a Taibo II dibujado por de la Calle, cocacola en mano y cigarrillo en ristre para mostrarles que Taibo II también es personaje de cómic. Le pregunté si nos podía proporcionar algunas razones por las cuales merece la pena que nuestros estudiantes lean más, y que entre sus lecturas no falten algunos buenos cómics. Taibo II comentó la importancia que el relato novelístico trasplantado al tebeo ha tenido y tiene en su vida. Mencionó algunas obras recientes de su interés: 300 de Frank Miller, V de Vendetta de Alan Moore, la obra de Carlos Giménez, y en concreto, Paracuellos, el Corto Maltés de Hugo Pratt y, en particular, una de mis favoritas: Fábula de Venecia. Taibo hizo una defensa apropiada del cómic como una de las grandes artes del siglo XX, y su apología sólo tuvo la limitación de que en una ciudad como ésta no va a ser posible encontrar muchas de estas grandes obras, por lo que la divulgación del tebeo seguirá nadando siempre en los elementales referentes más que trillados que llegan de Estados Unidos.

Acabada la charla, le hice un pequeño obsequio: el cuadernillo homenaje del Capitán Trueno que incluye la historia Zagorff el belicoso, escrita por Víctor Mora y dibujada por Paco Nájera, en cuya edición me vi implicado junto a los demás miembros del Foro Capitán Trueno. “¡Mi gran héroe de la infancia!”, exclamó con alborozo.

Fue un gusto charlar con Taibo II, aunque fuera poquito y a ráfagas. Sobre todo, fue importante que los estudiantes conocieran a uno de los mexicanos más hiperactivos, desde el punto de vista político y literario, a ambos lados del charco.

Hablando de todo un poco, y para quienes no conozcan a PIT II y a su criatura Belascoarán Shayne, hoy ha comenzado a publicarse en el diario mexicano La Jornada Muertos incómodos, una nueva entrega de su personaje emblemático escrita a cuatro manos con el Subcomandante Marcos, aquel hombre enmascarado que no fue creado por Lee Falk. Quien quiera seguirla, puede descargar la primera entrega en pdf picando aquí y entrando directamente en La Jornada. Esto quiere decir que seguiremos hablando de PIT II.

domingo, diciembre 05, 2004

JAMES ELLROY: MIS RINCONES OSCUROS

Once días y 558 páginas después concluyo la lectura de Mis rincones oscuros, de James Ellroy. La vida de este novelista nortemericano quedó marcada cuando en 1958 su madre apareciera asesinada y diese comienzo una investigación policiaca que nunca arrojó datos concluyentes ni desveló culpables. El escurridizo hombre moreno con quien Jane Ellroy pasó sus últimas horas mortales nunca fue hallado, y la vida del pequeño James comenzó a girar en torno al recuerdo obsesivo de su madre.

El libro es francamente agotador, quizá porque le sobran dos centenares de páginas (pero, ¿quién le dice a un novelista famoso cuál debe ser la medida de su obsesión al reconstruir el asesinato de la propia madre?). La obra está dividida en cuatro partes: La pelirroja, El chico de la foto, Stoner y Geneve Milliker. Durante la primera, Ellroy pone sobre el mantel todos los datos, informes forenses y transcripciones de entrevistas con testigos o sospechosos realizadas por la policía durante la investigación del caso en 1958. Lo único que queda en claro es que su madre fue vista por última vez en compañía de un escurridizo hombre moreno. Durante la segunda parte, Ellroy nos introduce en sus recuerdos infantiles hasta la publicación de su primera novela, que le convierte en un escritor conocido de la moderna novela negra americana: el regreso con el padre, la dura convivencia con aquel ser débil y alcoholizado que fallece cuando Ellroy tiene 17 años. Durante la tercera parte, Ellroy introduce a Stoner, el policía recién jubilado cuya biografía resume y con quien se encargará de reabrir el caso durante la cuarta parte.

Esta última sección de la novela consiste en la búsqueda obsesiva de un fantasma escurridizo, el del hombre moreno tragado por el tiempo. Por supuesto, la búsqueda de la personalidad del criminal resultará infructuosa: Stoner y Ellroy no sólo tienen que luchar contra el tiempo transcurrido, sino contra la desaparición de testigos y de documentos oficiales (sorprende descubrir hasta qué punto los archivos y testimonios han sido destruidos). Al final del libro, Ellroy sólo habrá recuperado algo del pasado, quizá lo más precioso: la reconstrucción de la vida de su madre hasta el momento de su asesinato, y con ella una apreciación más justa de cuanto ésta le dio y de todo su valor. No es poca cosa, ya que el niño que fue James Ellroy creció a la sombra de todos los prejuicios contra su madre que el padre pudo inculcarle. Curiosamente, fue el trauma ocasionado por este asesinato el que le condujo a escarbar cada vez más en el mundo de la criminalidad de su país y el que, a la larga y tras una infancia, adolescencia y juventud llena de desequilibrios psicológicos, le conduciría a ser un novelista reformador de la tough story yanki.

El elemento más interesante a mi juicio viene de la disección que hace en la segunda parte de la gestación de su propia personalidad, esa voz en primera persona que abre heridas y limpia el pus a lametones. Neurótica, drogadicta, alcohólica construcción del artista en la más tópica tradición de los autores malditos (si es que queda alguno de verdad).

James Ellroy, Mis rincones oscuros. Traducción de Hernán Sabaté. Ediciones B. Barcelona, 2001.

jueves, diciembre 02, 2004

BLOG


Ayer fue noticia que la palabra blog va a ser incluida en la próxima edición del importante diccionario de referencia en inglés Webster´s. La editorial Merrian-Webster selecciona cada año una lista de diez palabras que han corrido de boca en boca durante ese periodo y confecciona con ellas una lista. En el caso de la palabra blog, resulta haber sido el vocablo más buscado durante 2004 en las páginas en línea de Webster. Así pues, 2004 será el año de consagración de esta palabra sobre un medio de comunicación que otros en español llamamos bitácora o simplemente diario. Me agrada la coincidencia, ya que 2004 es el año en que muchos conocimos el blog.

Imagen: El contador de historias. Montaje de Emul Urller.
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Wolverine Rosa Posted by Hello

miércoles, diciembre 01, 2004

EL VISÓN ROSA

Acabo de recibir un arcón que ha cruzado recientemente las turquesas cortinas. Dentro venían algunos álbumes en francés del Alix de Jacques Martin, tres tomos de las obras completas de Galdós (Aguilar, pero edición chafa de kiosquillo), algunos libros más y algunos tebeos de Forum: varios de Tex, Clásicos del Terror, y un capricho. El capricho consistía en un puñado de tebeos de superhéroes a los que ya no puedo dar continuidad, porque cruzo las turquesas cortinas cada seis meses, y en seis meses se editan muchos tebeos de superhéroes en España (y manga, mucho manga, otra de mis crecientes debilidades tebeísticas para la cual no doy abasto). Los tebeos de superhéroes que editaba Forum (a partir de enero lo hará Panini, y no voy a entrar en este tema porque me deja indiferente) son como chocolatinas que piden ser comidas una tras otra en los estantes de las librerías. Así que me compré un puñado de chocolatinas, y entre Alix y Galdós y Paul Auster las acabo de recibir hace unos días.

La primera en caer ha sido un tebeo de mi querido Lobezno (Wolverine), que tan buenos ratos me hizo pasar cuando me enganché tarde pero con dicha buena a la edición de los Classic X-Men de Forum. Cuánto me hizo disfrutar Chris Claremont, sobre todo con aquellas historietas intimistas cortas dibujadas por John Bolton. Y bueno, este Lobezno lo compré porque me chocó su estética: se trata de Lobezno y Doop protagonizando una historieta titulada El visón rosa. Escrito por Peter Milligan y dibujado por Darwyn Cooke, parece una historieta de Lobezno parida por un equipo creativo salido de la máquina del tiempo con un puñado de Cairos debajo del brazo. O sea, que línea clara habemus, como en aquellos viejos tiempos en que los fanáticos dela línea clara y la línea chunga española se navajeaban por las calles como en Gangs of New York (qué buena película, che). El dibujo de Cooke (entintado por J. Bone) le debe mucho a Daniel Torres e Yves Chaland, y en fin, pues eso, que se trata de una curiosidad muy entretenida de leer. En esta ocasión, Lobezno y una patata viviente llamada Doop deber recuperar el robado Visón Rosa, una piel más famosa que el vellocino de oro cuya química mágica al entrar en contacto con el aire hace visible a la Dama Rosa, un quesito con quien Lobezno acabará pegándose un merecido revolcón. El guión de Milligan es ni fu ni fa, aunque no se le puede negar su gracia ochentera. Sin lugar a dudas, son los dibujos de Cooke y, sobre todo, el entintado de Bone y la cairera paleta de color de Laura Allred los que lo convierten en un tebeo fresco, gracioso, que se lee bien y que da gusto remirar una y otra vez. Un Lobezno rosa. Snikt.

Lobezno y Doop: El visón rosa (Wolverine/Doop One and Two: The Pink Mink, 2003). Guión de Peter Milligan. Dibujo de Darwyn Cooke. Tinta de J. Bone. Color de Laura Allredd. Planeta-De Agostini. Barcelona, 2004. (***)

lunes, noviembre 29, 2004


Nadie usa a Modesty Blaise. Posted by Hello

MODESTY BLAISE: LA MACHINE

Se trata de la primera aventura publicada en los periódicos británicos de uno de los grandes mitos de la comic-strip de todos los tiempos: Modesty Blaise. Yo tengo una debilidad enorme por Modesty Blaise porque Modesty fue el más imposible de todos los amores imposibles de mi vida. Yo no era más que un niño, y sucede que a veces los niños desarrollan extrañas fijaciones sentimentales condenadas al fracaso. Hay niños que a veces se enamoran de la actriz de moda o de la presentadora del telediario. Son niños, claro, y se enamoran de una belleza superlativa y lejana que les obliga a soñar con algo que no sea la miseria infantil, y en ese amor conciben un futuro, un mundo de sueños para escapar de la realidad. Enamorarse de la presentadora del telediario es algo infantil, no cabe duda, pero es un amor hacia una persona que convive con el niño en el mismo universo. Mi problema fue que yo era un niño, y Modesty Blaise era un personaje de los tebeos que nunca ha existido. Mi desolación amorosa no pudo ser mayor.

Hace poco pataleaba contra la espantosa edición de Steve Canyon, un clásico del cómic de prensa editado ahora por Checker. No merece la pena seguir hablando de ese desaguisado. Por el contrario, he descubierto que Titan Books se ha propuesto reeditar todo Modesty Blaise, y lleva dos tomos en la calle. Por supuesto, ya tengo el primero después de casi tres décadas buscando una edición digna de esta obra maestra del cómic que es Modesty Blaise, una obra que alcanzó una profundidad y madurez insólita todavía en un medio tan poco profundo y proclive a matices como es la narrativa gráfica. Modesty Blaise presenta una de las relaciones más profundas, llenas de misterio y camaradería, que ha existido entre hombre y mujer en los cómics de todos los tiempos. Y es, además, el elemento más interesante de toda la serie, nacida al socaire de James Bond (se ha querido ver con vulgaridad insultante en Modesty una 007 femenina) y superó con creces el ortopédico modelo de referencia creado por Ian Fleming.

Como Modesty es una obsesión personal, voy a hablar largo y tendido acerca de ella en el futuro, así que no merece la pena insistir más ahora. El primer volumen de Titan Books reedita las tres primeras historias de la serie, escritas por su creador Peter O´Donnell y dibujadas por Jim Holdaway, un genio de la plumilla y el pincel que tuvo la desgracia de morir a los 43 años y nos legó el inmenso vacío de un mundo sin la belleza de su arte. La Machine es la primera historia de la serie, y en ella veremos cómo sir Gerald Tarrant, del servicio secreto británico, decide extraer a Modesty Blaise de su voluntario retiro del mundo del hampa para que localice a los cerebros de La Machine, una red internacional ubicada en Francia dedicada al negocio del secuestro. Modesty acepta y vuelve a contactar a su amigo, confidente y mano derecha Willie Garvin para regresar a la vida agitada de los viejos tiempos, aunque esta vez actuando “del otro lado” para seguir divirtiéndose sin tener problemas con la ley. En esta primera historia se diseminarán algunos datos acerca de esta pareja de oro. Es la historia en que Willie Garvin suelta su declaración de afectos sobre Modesty, la Princesa: “No es mi chica, es la Princesa. Hay que darle cualquier cosa que quiera al momento. Si alguna vez te pide mi cabeza sobre una bandeja, simplemente dásela”. Es también de antología la paliza que Willie propina a la Princesa en un restaurante con el fin de hacer creer a todo el mundo del hampa que Modesty Blaise tiene alguna razón para querer matar a su viejo socio. Esta será la llave que les conecte con La Machine.

Escrita con inteligencia por O´Donnell y realzada con gran exquisitez por Holdaway, La Machine es el comienzo de una leyenda del noveno arte. Gracias a Titan Books, la diversión y el placer va a estar asegurados por un buen tiempo.

Peter O´Donnell y Jim Holdaway, Modesty Blaise: La Machine. Incluido en Modesty Blaise: The Gabriel Set-Up. Titan Books. London, 2004. (****)

viernes, noviembre 26, 2004

MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES

El regreso de García Márquez a la ficción tras diez años de ausencia constituye una pequeña novela titulada Memoria de mis putas tristes. O mejor habría que llamarla nouvelle, para evitar ese adjetivo calificativo (pequeña) que aparentemente minimiza el aliento y trascendencia de una obra. En todo caso, esta nouvelle no es más pequeña que otras obras de García Márquez como El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada. Su trascendencia artística la dirá el tiempo, no el bloguero.

El argumento de la novela ha sido aireado a los cuatro vientos, y cualquier lector de periódicos sabe de lo que hablamos: un hombre decide celebrar su nonagésimo cumpleaños pagándose la desfloración de una adolescente de quien acaba por enamorarse y que le crea, por primera vez y a sus noventa años, el infierno dulce de una fuerte dependencia afectiva. Da gusto que García Márquez regrese con una novela erótica, ya que de esto se trata en un sentido amplio. No consiste en una lectura onanista, pues no nos encontramos ante la clásica novela erótica que se desenvuelve por los senderos de la estimulación erótica. A pesar de ello, tanto el tema como las descripciones suntuosas están perfumadas de un emotivo erotismo y de una honda reflexión sobre la sexualidad en una vida humana, en concreto en la de este sabio triste. Este periodista retirado, viejo profesor de latines que dejó plantada a su novia en el altar y que durante toda su existencia vivió a la sombra de las mercenarias en flor (por vocación, ojo, no por desamor) se reencuentra ahora con un viejo apetito y el recuerdo de tantas noches durmientes en el Barrio Chino. Lo más interesante de esta novela, escrita con la delicadeza y ornamento a que estamos acostumbrados en García Márquez es esta reivindicación, casi victoriana, de la vida burdelera como una existencia paralela y liberadora de las miserias y mentiras institucionales de la vida. Recuerda sólo en el tema a aquel célebre libertino victoriano que escribió sobre todas las receptoras de sus orgasmos en My Secret Life, pero les diferencia la salubridad de la mirada: mientras para el viejo victoriano todos los amores eran prófugos, sucios y estimulantes por ello mismo, en García Márquez el recuerdo de las putas tristes de su vida está lleno de una luminosidad y plenitud que poco tienen que ver con la borrascosa doble moral victoriana, pero también se aleja de la creciente hipocresía de nuestra sociedad de lo políticamente correcto. La misma imagen del nonagenario besando incansablemente el cuerpo desnudo de la catorceañera tiene, aun si es producto de un realismo mágico, una fuerza ancenstral que se agradece en estos tiempos neovictorianos donde el puritanismo viene camuflado bajo la normas de la salud pública y del bien común.

A manera de anécdota, mencionar que este atractivo título sirvió a ese gran ideólogo de nuestro tiempo que es Vargas Llosa para escribir un zarpazo contra el castrismo titulado Las “putas tristes” de Fidel. No deja de tener su gracia maliciosa que para ello eligiera el título de García Márquez. Seguro que Gabo anda riéndose todavía.

miércoles, noviembre 24, 2004


Ilustración de Jessica Abel para la portada de La Perdida. Part One. Posted by Hello

ARCHIVO: LA PERDIDA.

El 6 de Septiembre de 1951, durante una fiesta en la casa de John Henry, dueño del bar The Bounty de la ciudad de México, se produjo uno de los episodios más tristemente célebres de la historia de la literatura norteamericana del siglo XX. William Burroughs, el gurú de la generación beatnik a la que pertenecieron Jack Kerouac y Allen Ginsberg, tiene una idea luminosa inspirada por el alcohol y por una excesiva autoconfianza en su pericia con la pistola. Para animar a la concurrencia, acalorada y alegre, le pide a su segunda esposa, Joan Vollmer, que se preste a recrear como juego de salón la famosa hazaña de puntería de Guillermo Tell. Ni corta ni perezosa, Joan coloca un vaso sobre su cabeza y se aposta contra la pared del cuarto. Burroughs saca su pistola y efectúa el disparo.

William Burroughs pasó el resto de su vida pensando acerca de qué fue lo que falló, por qué aquel balazo —que un experto tirador como él no debía haber errado— no hizo añicos el vaso para regocijo de los festejantes, y en cambio, se incrustó en la frente de Joan, causándole la muerte instantánea. Este episodio es recreado pictóricamente en la primera parte de la novela gráfica La perdida —aunque sustituyendo vaso por manzana—, obra de una de las comiqueras estadounidenses más interesantes del momento, Jessica Abel, que con esta obra pretende hacer un homenaje a una ciudad enormemente amada por ella: México, D.F. Quien quiera saber más acerca de la muerte de Joan, y de las impresiones y efectos que ésta dejó en el autor de El almuerzo desnudo y Yonqui, bien haría en conseguir el excelente volumen The Letters of William S. Burroughs (1945-1959), que editó Oliver Harris en 1993 bajo el sello de la editorial Viking. En este libro hallará, además, sus impresiones sobre México, a la que el autor consideró en su día la ciudad de sus sueños —lógicamente, el idilio terminó con la muerte de Joan—, y sobre la cual escribió encendidos pasajes a amigos como el ya mencionado Kerouac, quien sobre sus experiencias capitalinas compondría más tarde el poemario Mexico City Blues. Pero seamos tristemente sinceros, Burroughs no era el cantor garcilasiano de un jardín bucólico, sino que su naturaleza a menudo feroz le impulsaba a amar de México cuanto México tiene de más terrible. A su manera, Burroughs era otro fugitivo de Estados Unidos.

México como contraposición de Estados Unidos es un viejo tópico que se hunde en los orígenes remotos de las identidades nacionales. Sin ir más lejos, el consagrado western cinematográfico explotó la idea del México peligroso y agreste, donde todo era posible, frente a la idea de Estados Unidos como firme constructor de su destino glorioso. El tópico permanece inalterable, y desde los tiempos heroicos pintados por John Ford o Howard Hawks en sus vigorosas películas, la ciudad tampoco se ha convertido en la “tranquila aldea canadiense” que Burroughs advertía a Kerouac que no iba a encontrar cuando llegase a su casa en el número 212 de la calle Orizaba, en la colonia Roma, y refugio de beatniks. Esta novela gráfica de Jessica Abel presenta también a la comunidad norteamericana que, por razones de índole diversa, habita en la ciudad de México. “¿Puedes sentirte exiliado de un lugar del que no procedes?” La pregunta, de respuesta afirmativa, se la hace Carla Olivares, esta “perdida” joven norteamericana hija de padre mexicano y madre anglosajona que arriba a la ciudad de México en busca de sus raíces aztecas. La protagonista de nuestra novela conocerá allí a otros norteamericanos, y las conversaciones entre ellos dibujarán las diferencias sustanciales entre ambos países y culturas, así como el peso relevante que tiene en el recuerdo de muchos la escala mexicana de los beatniks, manifiestos chicos “malos” que, como los surrealistas, hallaron en México fuente de inspiración.

El primer puerto de Carla en México será un ex novio, Harry, en cuya casa —que la autora nos presenta como la misma donde Burroughs acabó con la vida de su esposa— habitará durante los primeros meses. Entre ellos dos se origina pronto la confrontación por las distintas visiones que ambos tienen de su país anfitrión: mientras Carla quiere profundizar en la mexicaneidad y ahondará en la cultura del país comenzando por aprender su idioma y cultivar la amistad de sus gentes, Harry se estanca en una superficialidad espantosa, y este niño bien hijo y nieto de banqueros permanecerá en la endogamia gringa, en el abuso recurrente de alcohol como pose intelectualoide y en el desprecio del país real frente al recuerdo ideal de Burroughs y Kerouac, autores cuya aventura mexicana imita de manera voluntariamente falsa. Carla profundiza en México y, al hacerlo, lo hace en sí misma aun consciente de que todo individuo es su cultura, y que la integración absoluta es imposible por muchas que sean las simpatías o afinidades.

El retrato que se ofrece de México es duro, pero no por ello truculento. Se mencionan en el álbum lo que todos ya sabemos: el secuestro express, la corrupción, la incompetencia policiaca, la inseguridad ciudadana, la incertidumbre de los taxis, la pobreza... Es una obra realista, no folklórica, donde se habla sin eufemismos de lo que cualquier persona medianamente informada del mundo sabe sobre la realidad mexicana; pero como reflexiona Carla, eso no pude frenarnos a la hora de gozar una ciudad que, como México, es una ciudad maravillosa. En la página 31, Carla hace una reflexión ecuánime sobre la vida en la capital azteca que, lejos del pesimismo absoluto de la fábula de Sileno y Midas, descarta cualquier posición apocalíptica: “Pero si ninguno de los sistemas de poder funciona, o no muy bien, entonces el día a día de la ciudad es, viéndolo de forma realista, como un acto de pura fe, un estar de acuerdo en no examinar el tejido de la vida demasiado de cerca por miedo a que no pueda resistirlo. Pero lo curioso es que resiste, resiste a pesar de los desgarrones y de las lágrimas”.

Jessica Abel, con su pincel cálido, suelto y aparentemente desgarbado en la mejor línea de los cómics independientes, hace un retrato afectuoso de algunos de los escenarios más llamativos de México: el Zócalo, Teotihuacan, las ruinas del Templo Mayor, el Parque México, e incluso la casa de Frida Kahlo —heroína de la protagonista—, y tampoco se olvida de plasmar en una delicada viñeta de resonancias pictóricas japonesas la gozosa explosión de las jacarandas en flor alumbrándolo todo. Abel, que residió durante una larga temporada en México, es una magnífica retratista de caracteres y ambientes que recrea a partir de la realidad con un cariño sentido, por medio de una narrativa visual ortodoxa y sin estridencias, a través de diálogos cargados de significación. La novela gráfica constará de cinco números, y en éste primero se hace apenas la presentación de los personajes principales y se exponen las alegrías y pesares del vivir cada día en el Distrito Federal. La editorial ha anunciado ya la aparición del segundo número de la serie —a casi un año de la aparición del primero—, y es una obra avalada, no sólo por la creciente fama de Jessica Abel desde la publicación de su afamada serie Artbabe, sino también por proceder de una casa editora tan importante como Fantagraphics Books, única editora norteamericana de pepines que nunca ha sido sospechosa de editar cómics para retrasados mentales.
Una buena oportunidad para catar el buen hacer de Jessica Abel es visitar su página web. En ella no sólo se encuentran fragmentos de los números 1 y 2 de La Perdida, sino también una estupenda galería de imágenes y una historia completa de escenario defeño, Xochimilco, donde podrá conocer a Carla Olivares, protagonista de esta obra.

Jessica Abel, La Perdida. Part One. Fantagraphics Books. Seattle, WA, 2001. 44 páginas en blanco y negro.
Publicado en el semanario El Reto el 21 de junio de 2002.

martes, noviembre 23, 2004


Portada de La edad de bronce en Arzake Ediciones. Posted by Hello

LA EDAD DE BRONCE

La última vez que estuve en España fue en junio, y hasta entonces habían aparecido sólo cuatro números de una serie minoritaria, pero con gran éxito de crítica en Estados Unidos. Me refiero a La edad de bronce, de Eric Shanower. Este autor se fogueó como entintador en una serie tan buena como Nexus, editada por First y que en España sacó Ediciones B junto a otras joyitas de la fantasía heroica como Elric de Melniboné. Shanower acabó por dibujar Nexus, y luego pasó a otros menesteres donde sobre todo destacó The Enchanted Apples of Oz (primera entrega de una serie basada en la novela El mago de Oz, de Baum) y An Accidental Death, escrita por Ed Brubaker, por la que fue nominado a los premios Eisner. Desde 1998 escribe y dibuja La edad de bronce, que ya le ha proporcionado dos premios Eisner al mejor escritor y autor en 2001 y 2003 y que en Usa edita Image.

Los tres primeros números de la serie abarcan el arco argumental titulado Mil naves, han sido editados por Azake Ediciones, una de estas benditas editoriales jóvenes españolas que publican un material de alta calidad. Al menos cuando yo estuve allí en julio, no había aparecido sino el cuarto tomito de la serie, bajo el título de Sacrificio/1.

La serie ha captado la atención de cierta clase de público, y no es para menos. Shanower pretende escribir y dibujar todos los acontecimientos relativos a la guerra de Troya tras una gran investigación realizada a partir de las mismas fuentes literarias, pero también de la moderna arqueología y la literatura relacionada, que en los últimos veinte años ha sido muy reveladora y puede ofrecer una nueva versión cientifica acerca de quiénes fueron los verdaderos troyanos (la famosa cuestión homérica y las verdaderas razones de una guerra de Troya tendrán que seguir esperando, éste todavía no ha sido su siglo). Shanower está realizando un trabajo documentado, exquisitamente pulcro en cuanto a ejecución, y pretende, como Wolfgang Petersen en la película Troya, ofrecenos una versión “realista” del famoso ciclo heroico troyano. Su planificación es meticulosa, y aspira sobre todo a mostrarnos lo que debió ser la vida cotidiana de la guerra de Troya, con su elaboración de relaciones personales entre distintos personajes en lo que pretende ser el mayor fresco histórico jamás realizado sobre este épico comienzo de nuestra civilización. No cabe duda, a la luz de los tebeos publicados hasta el momento, de que lo va a conseguir: se trata de una obra meditada que aspira a decir la última palabra artística en cómic sobre la guerra más importante de todos los tiempos. Si bien algunos han reprochado a Hanower la frialdad de sus dibujos, éstos son consecuentes con el espíritu clasicista anglosajón que le anima, pues Hanower se inspira directamente en el estilo grafíco de ese clasicismo decimonónico que es tan frecuente en la Mitología de Bulfinch, por dar solo un ejemplo. El hieratismo de sus dibujos recuerda, sin embargo, la belleza del trazo a plumilla de artistas consagrados como Reed Crandall y los ilustradores pulp de los años 20 y 30.

Llama la atención que, como en la película Troya, tampoco aquí aparezcan los dioses del Olimpo. Se ve que eso es cosa de películas viejas tipo Harryhausen, y Shanower se une a la lista de los artistas racionalistas que a principios del siglo XXI quieren contarnos el viejo cuento sin mentiras, como un Paléfato gringo que desdeña las Historias increíbles. Tiene mucha razón al hacerlo, aunque decepciona un poco que olvidemos de manera tan poco galante a unos dioses sensuales y confusos en los que merecería la pena volver a creer como rechazo a los nuevos fanatismos religiosos, porque eran tan divinos y tan humanos en todas sus contradicciones como lo somos nosotros.

Eric Shanower, La edad de bronce (Age of Bronze). Arzake Ediciones. (***).

domingo, noviembre 21, 2004


Cary Grant, James Mason y Eva Marie Saint en North by Northwest (1959), de Alfred Hitchcock. Posted by Hello

NORTH BY NORTHWEST

North by Northwest es una película teocrática sin dioses. Roger Thornhill, interpretado por Cary Grant, es víctima inocente de un destino manipulado por una voluntad superior, la de unos dioses caprichosos que rigen la vida de los hombres y a quienes Hitchcock niega toda represesentación cinematográfica. Si en películas teocráticas con dioses (entre las cuales las dos olímpicas de Harryhausen serían un buen ejemplo) los dioses aparecen para mover los muñequitos que representan a los hombres, en North by Northwest sólo una casualidad obstinada parece manipular el destino de este trágico cómico interpretado por Cary Grant, este publicista posiblemente aburrido cuyas dos ex esposas parecen haberse conjurado para convencer a un espía sofisticado como Vandamm (interpretado por James Mason) de que este individuo que pasa la vida rehuyendo y buscando a su propia madre es un científico de postín disputado por los dos magnates del hielo durante la Guerra Fría. Thornhill tendrá que ser secuestrado y perseguido por la policía de todo el país para librarse del faldón materno y encontrar (entre tanto tiroteo, carrera y avionazo) a la mujer de su vida (Eve Marie Saint radiante como un sol y con un lado oscuro tan latente como el de la luna). Hitchcock no realizó aquí una película de suspense, sino un filme teocrático donde la voluntad divina se disimula tras un azar persistente que lo envuelve todo. En el fondo, North by Northwest es una película de humor, un capítulo de Fantasy Island donde la suprema inteligencia de Hitchcock vuelve a conducirnos por donde él quiere, juega con sus personajes con la veleidad de un dios caprichoso y nos envuelve en una trama llena de fino humor, acción y escenas antológicas (la famosa escena de la carretera y la avioneta no ha perdido un ápice de su fuerza desde que se rodó). El compositor Bernard Herrmann, músico perfecto para cineastas demiurgos, confecciona una partitura que en esta ocasión insiste en la idea de que todos somos juguetes de un Azar convertido en divinidad suprema. Fortuna regina mundi.

Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959). Dirección: Alfred Hitchcock. Guión de Ernest Lehman. Fotografía de Robert Burks. Banda sonora de Bernard Herrmann. Montaje de George Tomasini. Créditos de Saul Bass. Diseño de producción de Robert F. Boyle. Dirección artística de William A. Horning y Merrill Pye. Decorados de Henry Grace y Frank R. McKelvy. Maquillaje de Sydney Guilaroff (estilista) y William Tuttle (maquillaje).Con Cary Grant, Eve Marie Saint, James Mason, Jessie Royce Landis, Leo G. Carroll, Martin Landau. MGM. USA. 136 m. (****).

viernes, noviembre 19, 2004


Cartel original de los años 50 para Helena de Troya. Posted by Hello

HELENA DE TROYA


Película caramelo de los años 50 dirigida por Robert Wise y rodada en Italia (Sergio Leone fue director de la segunda unidad). La mayor curiosidad de Helena de Troya reside en presentar a los griegos como los malos de la película. Menelao es un gordinflas apocado a quien Helena desprecia, Ulises un barbián taimado y sarcástico, y Aquiles un histérico paranoide. Todos los gloriosos helenos son una banda de sabandijas, y los troyanos unos mártires por acoger entre sus muros el amor puro y popoff de Paris y Helena. Llama la atención comprobar cuánto se basó la reciente Troya de Wolfgang Peterson en esta versión cincuentera de la famosa guerra de Troya que aún no ha terminado. La recreación histórica es, sin embargo, mucho menos precisa y documental que en el film de Petersen, ya que a veces presenta vestimentas y maquinarias de guerra claramente romanas. Stanley Baker resulta muy efectivo y sólido en su interpretación de Aquiles, mientras que la guapetona Helena elegida para la ocasión (Rossana Podestà) entusiasma al principio de la película, pero acaba por empalagar. La jovencísima Brigitte Bardot interpreta a una pizpireta troyana, ajena todavía a su triste destino de fustigadora de machos y salvaguarda de focas. Sin duda, lo mejor de todo el film son las escenas de masas, donde sin efectos especiales se recrean las batallas con pulso vibrante. Una majestuosa banda sonora de Max Steiner se erige como la mayor delicia de toda esta película en warnercolor y cinemascope.

Helena de Troya (Helen of Troy, 1956). Dirección: Robert Wise. Guión de Hugh Gray y John Twist. Fotografía de Harry Stradling Sr. Banda sonora de Max Steiner. Montaje de Thomas Reilly. Vestuario de Roger K. Furse.
Con Rossana Podestà, Jacques Sernas, Cedric Hardwicke, Stanley Baker, Niall MacGinnis, Nora Swinburne, Robert Douglas, Brigitte Bardot, Eduardo Ciannelli, Marc Lawrence. Warner Bros. 118 m. (***) Posted by Hello

jueves, noviembre 18, 2004


Portada de Sombra de la sombra, en Ediciones B. La imagen de portada reproduce una acuarela de Sergio Camporale pintada en 1988. Posted by Hello

SOMBRA DE LA SOMBRA

Rica y polícroma novela. La trama gira alrededor de cuatro individuos (un poeta, un periodista, un chino y un abogado) que se reúnen todos las tardes en el restaurante del hotel Majestic para jugar al dominó. La fértil imaginación de Taibo II no tardará en involucrarlos a todos en una serie de asesinatos y oscuras tramas políticas donde reaparecerá Sebastián San Vicente, anarquista español (de Gijón, como Taibo II) protagonista de esa vibrante biografía novelada que es De paso, también del mismo autor. Los protagonistas de Sombra de la sombra se reunirán veinte años después (siguiendo esa tradición instaurada por Dumas) para protagonizar Regresamos como sombras, novela que Taibo II considera la mejor de toda su producción.

El encanto particular de esta obra procede de su protagonista coral, esos cuatro jugadores involucrados en tramas oscuras de un país difícil que atraviesa momentos difíciles, en la recreación de sus existencias complejas y en la introspección detenida que el autor hace de su vida y de su pensamiento. La gran virtud de Taibo II en esta obra es la de haber creado cuatro mosqueteros interesantes a los que seguimos con gusto a través del México de los años 20, una urbe del pasado enquistada hoy en la megápolis más grande del mundo. La segunda gran virtud de Taibo II es el ya mencionado ritmo jazzístico, ágil y muy versátil en el arte de alcanzar momentos climáticos. En capítulos generalmente cortos (entre una y diez páginas) Taibo II desgrana las vidas agitadas de estos tipos tan duros como el tiempo y el país en que les tocó vivir. En Regresamos como sombras Taibo II los retomará para involucrarlos en sórdidas intrigas de la II Guerra Mundial. Caerá algún día (hace un mes acompañé a Taibo II durante una comida en un restaurante chino de la ciudad; eso caerá otro día).

Paco Ignacio Taibo II, Sombra de la sombra. Ediciones B. Barcelona, 1989 [Colección Cosecha Roja, 17]. 247 pp.

martes, noviembre 16, 2004

EL GATO FÉLIX


El primer gato de mi vida fue Don Gato (Top Cat), aquel cartón de Hanna Barbera. Me hacía cierta gracia, sobre todo por aquel doblaje mexicano de la edad de oro. Sin embargo, el gato más importante de mi vida fue el gato Fritz, aquel gato follador y marihuano creado por Robert Crumb en los tiempos de la contracultura, el amor libre y toda aquella felicidad que eclosionó en mayo del 68 y de la que heredamos este mundo de ilusiones en ruinas. Fritz era, en realidad, un epígono del primer minino de los mass media, este gato Félix creado por Pat Sullivan de quien ayer vi un dvd que contenía ocho cortos vintage, o sea: más viejos que la luna, en blanco y negro y sin diálogos.

Fue una hora y media de enorme disfrute, claro. Posiblemente hoy parecerían aburridos a cualquier niño, y no por las marrullerías del gatito en sí, sino por el blanco y negro de los años veinte, la ausencia de diálogos, la música de big band y unas alusiones a conflictos de una época desaparecida. El más moderno de los ocho cortos databa de 1930 (April Maze), y el más viejo de 1924. Estupendo Felix Finds Out, que transcurre en plena ley seca americana. Félix investiga de dónde procede el brillo de la luna, descubre un garito donde venden licor clandestino etiquetado como Moonshine, se bebe una botella y agarra una cogorza fenomenal. En All Puzzled, Félix viaja hasta Rusia para descubrir la solución a una cuestión del crucigrama: "Abunda sobre todo en Rusia". Lo más curioso de esos antiquísimos cortos de Félix es que de tan viejos parecen modernos, ya que en muchos la imposibilidad de introducir diálogos es resuelta por medio del viejo bocadillo comiquero de toda la vida. O sea, que este primitivo Félix viene a ser una versión matusalénica del supermoderno dvd-cómic que ahora está cobrando tanto auge. Y es que todo es cíclico, y aunque ya dijo el sabio que nunca nos lavaremos los pies dos veces en el mismo río, todo va y viene, viene y va. Bah.

A propósito: la respuesta correcta a la cuestión "Abunda sobre todo en Rusia" no era "vodka", sino "problemas". Moraleja: ni Rusia ni el gato Félix han cambiado sustancialmente en todas estas décadas. ¿No es hermoso vivir en un mundo tan resistente al cambio?

Felix the Cat. Eight Full-Length Episodes. Golden Movie Classics. Genius Entertainment. (***)
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lunes, noviembre 15, 2004

DANIEL GIL (1930-2004)


El domingo falleció Daniel Gil, aquel genial diseñador gráfico que desde 1966 ilustró todas las portadas de Alianza Editorial. Estas portadas eran con frecuencia una impresionante reflexión artística acerca del libro que se escondía debajo de ella. Diseñó 4000 cubiertas, y entre esas cuatro mil hubo de todo: desde la más humilde que reciclaba una foto o una pintura para ponerse al servicio de la obra de turno, hasta la recreación personal más extraña, elegante e inteligente de un texto literario que Daniel Gil nos presentaba envuelta en su arte. Nunca olvidaré, por ejemplo, su portada para la Tristana de Galdós. Desde que Daniel Gil abandonó Alianza, la estética editorial se ha deteriorado hasta grados de penosa bajeza. No es fácil sustituir a los grandes, y Gil fue uno de ellos. “La cubierta de un libro es como un cuadro”, dijo el gran diseñador cuando hace unos años recibió un homenaje con exposición de su obra en la Biblioteca Nacional. Reproduzco aquí, in memoriam, el cuadro fotográfico que supo pintar para una de las más famosas novelas de Jorge Amado. Posted by Hello

domingo, noviembre 14, 2004

GERMINAL


Se ha vuelto un tópico asegurar que nuestros tiempos se caracterizan por una crisis de las ideas. Concretamente, el cine atraviesa, dicen, un periodo de falta de imaginación y de servilismo hacia los patrones prestablecidos. Prestablecidos sobre todo por Hollywood, a quien debimos durante la primera mitad del siglo XX la consolidación de un enorme canon del clasicimo cuyas influencias y orígenes no puedo analizar aquí por falta de tiempo y de espacio. Es difícil ser original cuando se han asimilado de manera más o menos consistente 25 siglos de civilización. La creación original se reduce, pues, no a la invención de nuevos temas o ambientes, sino a la fragmentación en piezas ínfimas de los sentimientos, ambientes y temas ya conocidos. La recombinación de los pequeños elementos redistribuidos y disfrazados conducen a la originalidad, que sería una nueva forma de contemplar lo antiguo. El ejemplo ya mencionado de Así es la vida, de Ripstein y Garciadiego, sería ilustrativo y modélico respecto a los mitos clásicos y sus hijos artísticos. Todo lo contrario, el colmo de la falta de imaginación que resulta ser la recreación por desdoblamiento la encontraríamos en cine en los remakes de Sabrina o Psicosis o en cualquier otro remake. El remake o refilmación sería la respuesta más desesperada y miserablemente imaginativa a la crisis de imaginación.

Otra aparente salida a esta crisis resulta acudir a la fuente Castalia de los grandes temas y personajes: la literatura. Los franceses son singularmente exitosos para esta filigrana elaborada y compleja que es “traducir” una novela en película, y sus resultados son con frecuencia enormemente gratificantes porque realizan un cine sincero y alejado del moralismo y la pacatería, sin ese maquillaje del pasado al que Hollywood nos tiene acostumbrados.

Tal es el caso de Germinal, basada en el conocido clásico francés de Emile Zolá, donde la solvencia de la historia se encuentra a prueba de bombas. Fue la película más cara rodada hasta la fecha en Francia (1993), ya que su coste ascendió a 160 millones de francos que, afortunadamente, fueron bien invertidos en este gran éxito de crítica y público. Si a esto añadimos un director más que eficiente y un equipo de actores absolutamente compenetrados en su trabajo y con sus personajes, el resultado no puede dejar de ser excelente.

La película sigue la novela fielmente, aunque restándole buena cantidad de su virulencia, que hubiera sido redundante en pantalla. Etienne Lantier llega hasta Montsou, en el norte de Francia, donde entra a trabajar en las minas y conoce de primera mano la explotación y miseria a la que los obreros están sometidos. Comprometidos con la causa socialista, ésta les conducirá a una guerra social que al final será sofocada por el ejército tras dejar un triste e inevitable reguero de cadáveres y de excesos por ambas partes en conflicto, tanto obreros como patrones.

En el fondo la película es un Novecento chiquito de 150 minutos, una emulación muy inspirada del espíritu de la gran película épica de Bertolucci pero pasada por el tamiz de la desesperanza, aunque no de la claudicación en las luchas sociales: la guerra nunca terminará, parece decirnos el naturalista Zolá, y sus victorias serán efímeras mientras la naturaleza humana no cambie. Sólo se nos obliga a no bajar la guardia jamás. Lejos del ingenuo y consolador mensaje de Novecento, Germinal es una película más dura que nos recuerda que la batalla de estos mineros por la dignidad es la batalla aparcada de muchos pueblos sobreexplotados que ahora se consuelan con telenovelas. Aun reconociendo que es mejor vivir en la telebasura que en China, la ejemplificante China parece seguir esperándonos al final del camino.

Germinal (Germinal, 1993). Dirección: Claude Berri. Guión de Claude Berri y Arlette Langmann basado en la novela homónima de Emile Zola. Fotografía de Yves Angelo. Música de Jean Louis Roques. Con Gérard Depardieu, Renauld, Miou-Miou, Jean Carmet, Jean-Roger Milo, Judith Henry, Laurent Terzieff, Jean-Pierre Bisson, Bernard Fresson, Jacques Dacqmine, Anny Duperey. Producción de Renn Productions / France 2 Cinema / DD Productions / Alternative Films / Nuova Artisti Associati. 158 m. Francia-Bélgica-Italia. (****) Posted by Hello

viernes, noviembre 12, 2004


Portada de Glenn Fabry para Preacher: Gone to Texas.  Posted by Hello

ARCHIVO: BUSCANDO A DIOS

Publicado en El Reto el 5 de julio de 2002.

Buscando a Dios.

¿Cómo demonios puede dimitir Dios?
Jesse Custer, en Preacher: Gone to Texas, pág. 114.

La chiquillería pepineca mexicana le tiene afición a un personaje de la editorial DC llamado Hitman. Lo escribe el guionista Garth Ennis, uno de esos escritores ingleses que las grandes casas comiqueras usacas comenzaron a importar desde los años ochenta para revitalizar el terruño imaginero, que se había anquilosado enormemente entre el género de espada y brujería y el de mutantes —a todo esto, fue otro inglés, Chris Claremont, quien logró que la serie más deficitaria de Marvel, Uncanny X-Men, se convirtiese en el tragaperras de millones de dólares que es ahora—. Pronto, nombres como Alan Moore —renovador del género de super héroes con su Watchmen—, Neil Gaiman —con The Sandman— y otros artistas, tanto guionistas como dibujantes, renovaron el espectro del pepín popular norteamericano que, como sabemos, tiene sus columnas de Hércules en las editoriales Marvel y DC, editoras de caracteres bien conocidos como Spider-Man o Batman. Sus columnas de Hércules y su Non plus ultra, pues aunque casas independientes como Fantagraphics Books producen un cómic adulto, arriesgado y señero que puede competir no pocas veces con la literatura sin dibujos, el mercado popular está copado por esos entrañables paladines, bobos y bellos, que pajarean en pijama por las azoteas.

Hitman, como les digo, es creación de Garth Ennis, y hasta donde tengo entendido lo sigue popularizando en México la editorial Vid, editorial vendepatrias donde las haya que publica en estas tierras un poco de lo más trillado que se imprime en el mundo, y principalmente, la producción para adolescentes de Estados Unidos. Su gran contribución al cómic mexicano ha residido, más recientemente, en exhumar a Memín Pinguín de su sarcófago zulú de Tepito y reimprimir la popular serie Lágrimas, Risas y Amor. Toda una declaración de principios de la más importante editora de cómics de este país.

Hitman es un personaje sin mucha originalidad, que se mueve dentro del universo tradicional de DC. Como su nombre indica, es un matón a sueldo que pierde los ojos en su primer episodio pero que, sin embargo, es compensado con otros superpoderes como la visión de rayos X y la telepatía. Se mueve entre las bambalinas de Ciudad Gótica, se cachondea de Batman, fuma como chacuaco y le pega a los tarros fríos de cerveza que da gusto verlo, sobre todo ahora con estos calorines de Juaritos. Se le nota la vibra de buena onda, y me hubiera gustado tener un amigo así cuando tenía quince años. Hitman fue el primer intento de DC de traspasar a algunos de sus artistas más originales al universo ortodoxo de su editorial. Digo ortodoxo porque en los años 90 DC emprendió una de las más agresivas y fructíferas renovaciones internas que se han visto en una editorial del ramo de Estados Unidos: no sólo remozó a los héroes de toda la vida —Superman, Batman, Wonder Woman, etcétera— sino que creó su propio sello para lectores adultos llamado Vértigo. De repente, Vértigo se convirtió en centro de atención de aficionados de todo el mundo con obras que transcurrían en universos distintos del oficial, bien escritas, con dibujantes que intentaban salirse de los manidos esquemas tradicionales y con unos artistas capaces de hacer de la portada de un pepín una pieza de museo. Vértigo nos devolvió a una fórmula que parecía extinguida de tebeo mensual, barato y de calidad, y quienes pudimos disfrutar —a través de la edición española o la original norteamericana— de series como The Sandman, Books of Magic o Hellblazer, amén de otros experimentos más o menos autoconclusivos, recobramos la esperanza en el medio como popular y adulto.

Como les digo, a la raza Hitman le parece chido. Yo no digo que no tenga su encanto, pero no consiguió llegar a la suela de los zapatos de la serie que aupó a Garth Ennis como guionista de interesantes posibilidades. Como fue editada dentro de la línea Vértigo, no ha llegado a México por motivos que no puedo facilitar aquí por razón de espacio; pero usted, que tiene la inmensa suerte de vivir tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, podrá adquirir alguno de sus tomos sólo con cruzar el riachuelo. He mencionado a Dios, y es que es de Dios de lo que estamos hablando. La serie se titula Preacher (Predicador), y parte de una premisa mucho más interesante que la mayor parte de las hollymemeces que inundan nuestros cines: Dios ha renunciado a su cargo y se ha marchado a la tierra —como el pagano Saturno— a vivir un humilde exilio, probablemente decepcionado de su creación. Como ustedes imaginarán, la noticia ha causado en el Cielo la peor de las reacciones y éste ha estallado en guerra civil. Enterado de todo esto, un sacerdote llamado Jesse Custer, que paulatinamente ha ido perdiendo su fe, emprende la búsqueda de Dios para pedirle explicaciones por sus actos, en compañía de su ex amante —una pistolera llamada Tulip— y, ver para creer, de un saludable y perverso vampiro irlandés. Y es que dime con quién andas y te diré quién eres. Pero eso sí, este apuesto sacerdote agraciado con el rostro de Johnny Depp, fumador empedernido y a veces un poco pisteador, es el héroe de nuestra serie, un héroe un tanto extravagante pero héroe al fin, y como tal, de satánico no tiene nada, como tampoco es sospechoso de ser uno de esos sacerdotes malandros que ejercen su castidad en la retaguardia de los jovencitos. El padre Jesse Custer es un ejemplar macho monógamo como Dios manda.

La serie regular usaca ya finalizó en su forma de comic-book mensual, pero la DC tiene la buena costumbre de reeditar sus obras en volúmenes que recopilan de forma coherente los llamados arcos argumentales —esto es, historias que se alargan durante varios meses hasta su conclusión—. Aquí vengo a invitar a los forofos de Hitman a que pasen un buen rato con los dos primeros tomos recopilatorios, Gone to Texas y Until the End of the World, donde se conocerá el “yo soy yo y mis circunstancias” de este sacerdote de cabellera negra, pantalón de mezclilla y alzacuellos forzosamente profesional. La aparición de Preacher vino a llenar el vacío creado con la cancelación de la prestigiosa serie The Sandman, que cerró puertas por el cansancio de su guionista Neil Gaiman —que ahora ha incursionado con éxito en la literatura fantástica— y que dejó a Vértigo sin título representativo. Como buena serie para adultos, ambas comparten un planteamiento interesante: en Sandman, la eterna reflexión sobre los vínculos mágicos entre sueño, vida y muerte; en Preacher, la eterna búsqueda de Dios y el conflicto personal de cada quien con el Gran Padre ausente. Como buenas series para adultos, también el desarrollo de sus tramas es lo menos elemental posible: ambas series hicieron de las referencias multiculturales una gran apuesta, y los lectores pueden disfrutar encontrando numerosas reminiscencias de todo tipo. En Sandman, principalmente literarias, mitológicas y cultistas —su peculiar adaptación del shakespeariano Sueño de una noche de verano ganó un importante premio literario nortemericano, lo que no ocurría desde el Pulitzer de Literatura concedido a la novela gráfica Maus, de Art Spiegelman—, y en Preacher, básicamente cinematográficas, roqueras y bastante cyberpunks. Pero no sólo hubo buenas críticas: de Gaiman algunos dijeron con desdén que era un señor con una gran biblioteca, y a Garth Ennis le reprocharon embarullarse en berenjenales teológicos que casi nunca conducían a nada bueno. Sin embargo, ¿acaso no es buena idea traer a Dios a la palestra como el Gran Ausente dramático de un mundo enloquecido? Aun incurriendo en una sana irreverencia, Preacher no deja de ser una serie religiosa aunque no tenga nada que ver con aquellas tiesas Vidas de Santos que en México editaba Novaro hace tropecientos mil años y que todavía hoy se pueden hallar en los tristes puestos de revistas de las centrales camioneras de la República. Es una serie religiosa porque presupone la existencia de Dios, pero también es una serie enormemente humana y desengañada que también presupone su cansancio, un cansancio que en el fondo no es más que el nuestro, claro, como cuando achacamos nuestros defectos a la herencia del padre.

Quien se acerque a Preacher con intenciones de encontrar un buen divertimento, lo hallará; es una especie de ensalada de lechuga, tomate, cebolla y remolacha, debidamente salpimentada y aliñada con tabasco; una mezcla de drama teológico, película gore, western al estilo Peckinpah y cine negro post-tarantiniano con buenas dosis de nicotina, sexo de road-movie y litros de alcohol. Los guiones de Ennis no son demasiado originales, pero sus diálogos son chispeantes y el conjunto tiene en general un aire fresco y divertido, que aporta a la cultura popular de medio mundo a un sacerdote entrañable, consecuente con sus principios más profundos y, también, hondamente desengañado con una feligresía hipócrita e inconsecuente. Aquí es donde Ennis lanza uno de sus muchos mensajes: la paradoja de que tantos y tantos miserables que se dicen creyentes, vivan comportándose como profundos ateos mientras muchos ateos viven de acuerdo a una ética que no repudiaría Dios.

La parte gráfica está desarrollada con corrección por el monero Steve Dillon, con la clásica composición de página de viñetas muchas veces sangradas —tajadas por un extremo que coincide con el corte de la hoja—, no pocas veces insertadas en viñetas más grandes y con un trazado del marco de viñeta grueso y temblón, que añade una tensión adicional al conjunto. Es el estilo que implantase con originalidad Howard Chaykin hace más de veinte años y que hoy es habitual.

Cabe destacar las magníficas portadas de Glenn Fabry. Las recopilaciones en tomos de DC las reproducen íntegras dentro del volumen, y merecen la pena. Si usted quiere ver un ejemplo de estas portadas, y del dramatismo general que transmite la serie, no deje de pasarse por la página web de DC, donde al pinchar en el rótulo de Vértigo le invitarán a disfrutar una soberbia preview animada de la serie Preacher donde se reproducen las portadas de los volúmenes recopilatorios en todo su esplendor.

Garth Ennis, Steve Dillon, Preacher: Gone to Texas. DC Comics Vértigo. 200 pp. New York, 1996 [Preacher, 1], 14.95 $; Preacher, Until the End of the World. DC Comics Vertigo. 256 pp. New York, 1997 [Preacher, 2], 14.95 $.

jueves, noviembre 11, 2004


Cartel de Diarios de motocicleta (2003). Dirigida por Walter Salles. Posted by Hello

DIARIOS DE MOTOCICLETA

El viaje se halla detrás de muchas obras maestras de la narración humana. La gran literatura occidental nace con Homero, pero sobre todo nace con su Odisea, un periplo de diez años por un mediterráneo infestado de monstruos y de aventuras hasta llegar a casa. Durante el viaje el hombre madura, se transforma y evoluciona a medida que vaga por el mundo, y el mundo también lo conforma y moldea. Cada hombre tiene su viaje por la vida, cada mujer se convierte en el receptáculo errabundo de una existencia humana. El mismo hecho de nacer ya constituye el fin de un largo viaje.

El viaje iniciático, la odisea personal, ha resultado ser tan importante en el cine como en la literatura. Posiblemente porque el viaje iniciático es un reflejo de la vida, de ese viaje personal que a veces no es sólo en el tiempo, sino en el espacio. Algunas de las mejores películas de la historia del cine son viajeras, no estáticas. Al margen del subgénero conocido como road-movie o película de coche y carretera, muchas de las mejores películas de la historia del cine consisten en vagabundeos por un microuniverso, una búsqueda en pos de concluir una misión. Los ejemplos podrían ser múltiples, pero ahora me viene a las mientes The Searchers, de John Ford, donde Ethan vagabundea por el Oeste americano (el western es la épica moderna, y vivir en Ciudad Juárez forma parte de ella) en busca de su sobrina secuestrada por los indios. Ethan, hombre arrasado tras la experiencia de la guerra civil, ya no tiene objetivos en la vida salvo encontrar a una sobrina que tampoco le importa demasiado más allá del hecho de convertirla en excusa y misión para seguir viviendo.

También Diarios de motocicleta es una película itinerante y de iniciación, y en este caso nada menos que para recrear el primer viaje que Ernesto “Che” Guevara realizó por el subcontinente latinoamericano, un viaje en el que descubriría la enorme miseria e injusticia en que se ahoga este rico vergel secuestrado, hace cincuenta años tanto como hoy. Su viaje, ya lo sabemos, terminó a tiros en Bolivia con la inestimable colaboración de la CIA.

El director de la película, Walter Salles (laureado por Estación Central de Brasil, 1998, y director de tres películas más), se ha basado de manera muy fiel en los diarios que Guevara escribió durante su primera incursión latinoamericana y, como bien ha destacado la crítica, ha sabido mezclar con sabiduría el postalismo documental y las exigencias de este género cinematográfico a las de la narración de historias por medio de imágenes. El resultado es una película de naturaleza mixta, emocionante y llena de humor y camaradería donde por encima de todo brilla esa naciente conciencia de la miseria y segregación en que viven buena parte de los habitantes de América Latina. Es sobre todo por éstos que la película se gana al espectador mucho más allá de simpatías políticas: no se trata de un film político, sino de un film humanístico. Ernesto Guevara se convierte en los ojos que ven por los nuestros buena parte de la desgracia y miseria de nuestro amado subcontinente, y en esa conciencia creciente de intentar cambiar algo para paliarlo se irá ganando las simpatías de un espectador (queremos creer que bienintencionado) a quien le gustaría que alguien remediase cuanto nos da asco. Es una película sobre el Che antes de que éste se reinventase a sí mismo, y a pesar de que el joven Ernesto Guevara perdió para siempre su cruzada en Bolivia, es también una película del culto a la personalidad. El mensaje final podría ser que, si bien el Che perdió su guerra, muchos como él debiéramos tomar el camino de una sensibilidad humanitaria que hoy día parece trasnochada, o simplemente, condenada al fracaso. Gael García Bernal, imparable en su ascenso internacional, compone una sobria y contenida interpretación del joven Guevara como un individuo sensible e introspectivo, todo lo contrario del ideólogo exaltado que hubiera conducido la película a derroteros más previsibles. Como contrapunto de García Bernal tenemos al maravilloso actor argentino Rodrigo de la Serna, quien sostiene sobre sus hombros con magnetismo entrañable el cincuenta por ciento de una película sensiblemente dirigida y exquisitamente fotografiada que derrocha idealismo a raudales, pero también piedad por nuestra miserable y piojosa condición humana.

Diarios de motocicleta (Motorcycle Diaries, 2003). Dirección: Walter Salles. Guión de José Rivera, basado en los libros Notas de viaje, de Ernesto “Che” Guevara y Viajando con el Che, de Alberto Coronado. Fotografía de Eric Gautier. Banda sonora de Gustavo Santaolalla. Con Gael Garcia Bernal, Rodrigo de la Serna, Mia Maestro, Mercedes Moran, Jorge Chiarella, Gabriela Aguilera. 128 m. USA-Argentina-Chile-Perú. (***)