
Yo comprendo que haya personas que de una manera visceral no podrán soportar esta película. También comprendo que haya personas que de manera igualmente visceral adoren esta película, y la encuentren una rara joya de las pocas que de vez en cuando ofrece el cine de cualquier época.
Segunda película del mexicano Carlos Reygadas, levantó amplio revuelo en Cannes por sus escenas de sexo explícito, una felación con que el film se abre y se cierra, y sobre todo, una escena de cama entre el protagonista y su esposa, dos personas ampliamente entradas en años y en carnes que protagonizan una tórrida escena que a más de uno impulsará a dejar de mascar palomitas y volverse palomo volando del cine. Como siempre, la pregunta es: ¿merece la pena ver
Batalla en el cielo por haber sido una película escandalosa? No. ¿Merece la pena ver
Batalla en el cielo por ser una película con méritos cinematográficos? Mi respuesta, al menos, es rotundamente sí. Digamos que se trata de una historia de
Partenio de Nicea a la mexicana, un relato empapado de un hondo pesimismo en la tradición mexicana que encarnó hasta su muerte el dramaturgo Jesús González Dávila, quien, como Reygadas ahora, supo construir impactantes objetos dramáticos llenos de una purulenta crítica social pero también de un lirismo exacerbado partiendo de los ingredientes más dramáticos (y, por tanto, cinematográficos) de la mancha de miseria que llega a todas partes. Es, por tanto, una película que se enmarca ya dentro de cierta tradición. Es la clase de cine que muchos mexicanos no querrán ver (como ya sucedió con
De la calle, basada en la pieza teatral del ya mencionado González Dávila), pero también refleja el tormento de una cara del país que muchos no quieren ver y del que sólo pueden reconocer las consecuencias cuando éstas les afectan directamente: los secuestros, la delincuencia, la corrupción. Los mexicanos que hierven en esa sopa de la cual Reygadas nos proporciona grandes cucharones son los primeros que no querrían ver, y mucho menos padecer, esa turbia realidad.
Y aquí tenemos, mucho más allá del cine de denuncia social (denotativamente la hay) y más allá de las reglas universales del melodrama (que también están) tenemos un estimable
film noir mexicano que ha levantado ampollas por todas partes, una truculenta historia de sexo, amor y muerte: Marcos es un mestizo que trabaja como chófer de Ana, la hija adolescente de un militar que se prostituye porque le gusta venderse al primero que quiera pagar por ella en un burdel fetén. Marcos y su esposa secuestran a un bebé para pedir rescate por él, pero el bebé muere accidentalmente, Marcos tiene miedo y su psique comienza a derrumbarse. Su complicidad con Ana pronto se convertirá en una turbia relación sexual que servirá como ligero calmante hasta que sobrevenga el trágico final para todos los implicados.
Batalla en el cielo es una cinta lenta y silenciosa, una película que intenta capturar a través de la cámara una visión urbana y contemporánea de ese "tempo" del indigenismo mexicano que Eisenstein intentó encontrar cuando rodó por estas tierras
¡Que viva México! Marcos y su esposa, negros y silenciosos, marginales y llenos de resquemor social, encarnan el alma de los desheredados que malviven por todas partes, y en la espléndida recreación que hace Reygadas radiografía con gran certeza la cochambre de la miseria con todos sus deseos reprimidos y ansias incontrolables de revancha, convenientemente reprimidos hasta que se disparan, entre los algodoncitos del autoritarismo patriótico o el dedazo divino: la virgen de Guadalupe, el culto a la bandera, la religión...
Batalla en el cielo es un retrato lírico y violento de una sociedad que tiene el lirismo a flor de piel, pero ahogado por una agresividad que de tan cotidiana ya parece innata a la vida.
Las escenas de sexo, ciertamente, podrían haber sido suprimidas porque no aportan nada al mensaje, pero en este caso lo coronan. La escena de amor entre Ana y su chófer, convenientemente magnificada por la banda sonora de tambores (Marcha procesional de Córdoba) sirven para realzar el contraste entre el mestizo gordo y la blanca adolescente hija de papá. Es, desde el punto de vista estético, una escena violenta porque abofetea nuestra infantil concepción del amor y del erotismo (una linda muchachita de piel blanca nunca se acostaría con un viejo verraco prieto). Pero más allá de esto, no se trata sólo de una disímil pareja, sino del encuentro entre dos clases sociales radicalmente opuestas y enfrentadas en una sociedad altamente jerarquizada. Es, desde este punto, una escena violenta a pesar de la delicadeza que Reygadas imprime a sus escenas sexuales, una delicadeza cruenta que en otro tiempo practicaron también
Oshima o
Pasolini. En aquel tiempo, como en el caso mismo de Carlos Reygadas, en medio de una encendida polémica. ¿Es
Batalla en el cielo un clásico en ciernes? Eso sólo lo dirá el tiempo. Por lo pronto, es un film altamente defendible con enormes logros (un seductor manejo del ritmo que alterna imágenes sórdidas y estridentes con delicados paseos por los tejados o recreaciones detallistas) aunque con algunos problemas de dirección (el actor Marcos Hernández resulta a veces ininteligible) y de estructura dramática (la conclusión se alarga demasiado después del clímax). Una película que no es para todos los públicos y tampoco del todo original: se enmarca, ya lo he dicho antes, dentro de la línea perfectamente reconocible del tremendismo mexicano que cultivaron con buena fortuna González Dávila y otros.
Batalla en el cielo (2005). Dirección y guión: Carlos Reygadas. Fotografía: Diego Martínez Vignatti. Música: John Tavener. Montaje: Benjamin Mirguet, Adoración G. Elipe y Nicolás Schmerkin. Producción: Philippe Bober, Carlos Reygadas, Jaime Romandía y Susanne Marian. Interpretación: Marcos Hernández (Marcos), Anapola Mushkadiz (Ana), Berta Ruiz (Mujer de Marcos), David Bornstein (David), Rosalinda Ramírez (Viky), Juan Soria "El Abuelo" (Inspector de policía). 98 m. Coproducción entre México, Bélgica, Francia y Alemania. 98 min. (***, de 4).